BARCA DE PAPEL (12): LUIS BERMÚDEZ ROMERO

Barca de Papel (12): Luis Bermúdez Romero se refiere a un comentario de su libro “Adiós sin retorno” (1999), el cual tiende a la anti-literatura o Narrativa del Decir. Esta tendencia, si así puede llamarse, será tratada en cinco entregas. Además de Bermúdez, tenemos “Cartel de Feria” (2009) de Enrique Mujica, “El Llano y los llaneros” (1995) de Luis Alberto Angulo Urdaneta, “Trato con duendes” (1999) de Rafael José Álvarez y los dos volúmenes de “Cuentos de a tres” (2012) de Adolfo Segundo Molina. JCDN.

 

Luis Bermúdez Romero, docente universitario y autor de «Adiós sin retorno».

 

Si bien “Adiós sin retorno. Vidas e historias de los caminos a Punta de Mata” (UC, 1999) del docente universitario Luis Bermúdez Romero es una novela de iniciación y formación, resulta curioso su despojado tenor anti-literario. El conjunto de relatos, si se quiere independientes, se presenta aliñado en la ausencia de efectismos literarios: privan más bien la espontaneidad y la frescura del habla popular en el discurso narrativo.

 

El niño y pre-adolescente Vicente José, sin artificio retórico alguno, nos conversa en primera persona sobre el proceso de formación personal durante su “jodisea” campesina o éxodo que comprendió la ruta Voladero-San Juan-Viento Fresco-San Juan-Viento Fresco-Punta de Mata, locaciones del estado Monagas en la Venezuela de los años cuarenta.

 

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Que lo apuntado arriba no engañe a los posibles lectores de Bermúdez y este comentarista compulsivo: El libro goza de una buena y muy transparente escritura, ello sin que medie ni obstruya el gran catedrático que es el autor durante toda la narración.

La Poesía y, por supuesto, la Narrativa del Decir son de fácil acceso al lector pero de difícil y paradójica realización escritural. Esto se puede verificar, por ejemplo, en la obra poética de Ernesto Cardenal o los venezolanos Enrique Mujica y Luis Alberto Angulo. El viaje físico y espiritual de Vicente José es asimilable a la pintura figurativa y social de César Rengifo, ello con sus grupos campesinos desplazándose a pie y a campo traviesa.

 

Punta de Mata, Monagas, en la actualidad.

 

Tanto es así que el tema petrolero, en este caso, no se aborda directa ni dramáticamente sino como telón de fondo en el marco de la confrontación entre el conuco y el campamento petrolero. Encontramos en estas páginas inmediatas la transición paisajística del país cafetalero y terrateniente a El Dorado ilusorio de las concesiones gomecistas y post-gomeras a las transnacionales del petróleo.

Musita con voz cándida y picante al punto, el cambio tanto del patrón como del caporal: Del Señor Feudal o Pedro Páramo al Consorcio con sus listas negras, su partición clasista del campamento en dos toletes, sus maifrenes y burócratas gringos. Opera una oposición díscola campo / ciudad por medio de la supremacía de la terredad muy por encima de una territorialidad vertical: “Allí, a pesar del rigor a que nos sometía Jerónimo, mi pasión por San Juan crecía como las espigas de los pajonales, tal vez porque mi cordón umbilical yacía enterrado en aquel lugar”.

La virtud anti-literaria, inmanente a este conjunto de relatos, reposa en el mero placer de contar a pie pelado o sobre la cabalgadura a pelo de caballo o burro. La oralidad y la transparencia de este testimonio imaginario se pasean despreocupadamente en los cuentos populares de camino, el refranero de los llanos orientales y los cantos de ordeño.

Se asocia con otros textos conversacionales y exterioristas como “Acento de Cabalgadura” y “Cartel de Feria” de Enrique Mujica, “Trato con duendes” de Rafael José Álvarez, “El Llano y los llaneros” de Luis Alberto Angulo Urdaneta y el díptico “Cuentos de a tres” de Adolfo Segundo Molina (narraciones ejemplares que trataremos en posteriores entregas). Se trata de la exploración lúdica y asombrada de la cotidianidad sin asirse a temas ampulosos ni arrebatos estilísticos post-románticos o vanguardistas.

¿Este afán cuentero diáfano se legitima en estos tiempos de crisis y carestía como hace medio siglo? Se nos antoja que la cosa funcionaría hoy no sólo para entretener el hambre sino para insurgir decididamente contra el consumismo soso y absurdo que nos legó la renta petrolera.

 

Otra arista del decir narrativo y anti-literario apunta a la indefinición del género como tal. La travesura del cuenta cuentos sugiere la compilación de relatos, los capítulos de una novela en ripios o la configuración anti-romántica de las crónicas de pueblo.

Incluso, nos asombra y confunde un ejercicio de sociología menuda en el aparte titulado “Costumbres” (¿se ocupa en explicar fenómenos sociales complejos al rin pelao de la escritura y la sencillez?): Desde las relaciones de Poder en familia (“porque lo que nos ocurriera lo achacaba a descuidos y a desobediencias a la jerarquía él-mamá-Cruz”) hasta la epistemología atinente al lenguaje (“En lugar de ese grupo de palabras prohibidas usábamos bravo, pepire y pipe, y eso con distinciones (…) Palabras, sexo y etiqueta se unían”).

Prevalece, pues, la desacralización de la cultura academicista que escandalizará a los más entendidos. Ser y Saber se encuentran en la poesía de las cosas más sencillas, ello a contracorriente de la retórica presunción del conocimiento que nos reseca.

 

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

 

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