Barca de Papel (13): Luis Alberto Angulo Urdaneta es una reseña crítica sobre su libro «El llano y los llaneros» de 1995. Constituye la segunda entrega de la serie dedicada a una narrativa del Decir en Venezuela, la cual se inició con “Adiós sin retorno” de Luis Bermúdez Romero. JCDN. 

Caminante y a galope, foto de Julio Lezama. De la Serie «Caminos del Llano Venezolano»

Luis Alberto Angulo Urdaneta (Barinitas, 23 de enero de 1914-17 de octubre de 1996) además de publicar el libro de coplas “Viento Barinés” (Ediciones del Rectorado, Universidad de Carabobo, 1975) en coautoría con su hijo, el poeta Luis Alberto Angulo, nos obsequió un delicioso y salvaje libro narrativo titulado “El llano y los llaneros” (Fondo Editorial Piedemonte, 1995). La poética del Decir, iniciada en la copla popular, prosigue con este conjunto de relatos que mezclan el cuento, la autobiografía, la crónica e incluso el ensayo literario (lean, a tal respecto, un mandamiento del decálogo del llano que cierra el volumen: “SÉPTIMO. Saber poner cara de pendejo cuando se encuentra con uno de esos vivos que lo quieren envainar”. Tal es la Pragmática llanera de la adaptación al medio hostil).

Este ejercicio de prosa desenfadada que en ocasiones nos recuerda las novelas ejemplares de Cervantes, va a contracorriente del sesudo análisis antropológico por vía de la sociología inmediata y locuaz que destila la aguda mirada del cronista. Lo cuentístico, la oralidad y el culto inteligente por la anécdota prevalecen en el enlace dialógico que implica su discurso mestizo. El habla octasílaba del llanero se forja su propio universo, ello sin la mediación de las modas literarias ni los discursos didácticos autorizados.

Alcabala dudosa, foto de Julio Lezama. De la Serie «Caminos del Llano Venezolano»

El narrador de primera persona, encarnado en el pre-adolescente Berraquito, nos refiere sus “industrias y andanzas” en el intenso proceso de formación de su personalidad. A este mozo del Hato “Santa María” le acompañan el dueño o terrateniente Don Pancho, su severa concubina Juana Camargo, Juan Teodoro, El Sute, María Nieves, el Negro Eusebio, entre otros personajes de a pie o a caballo. Por fortuna, todos ellos no encarnan arquetipos civilizatorios o salvajes, sino que pertenecen a una estirpe particular de nuestra sufriente y conmovedora humanidad. Berraquito inicia con el fin del primer aprendizaje, sin solazarse en la narración cíclica de por sí: “De ese hato me fui casi huido el día que llevaron a Don Pancho a enterrar al cementerio del pueblo”. Es la búsqueda inversa de Juan Preciado en Comala: No se hipoteca la pertenencia a la tierra en la nostalgia por el señor feudal.

Lluvia y siembra, foto de Julio Lezama. De la Serie «Caminos del Llano Venezolano»

Esta apología a la vaquería y al quehacer del llano, si se quiere políticamente incorrecta, nos remite a una visión endurecida de ese feraz universo, despojándose la propuesta autoral de la sintomatología romántica, localista y exotista. El afán placentero de contar pinta con pulso gestual e informalista al Bestiario, sin concesiones blandas ni líricas que sublimen la esencia ruda y cruenta de la sobrevivencia de las bestias y los hombres. El Imperio bestiario se exhibe en estupendas imágenes directas, muy a la par de los documentales de Joaquín Cortés: “Pero lo que vimos antes y esto lo fotografió el comprador de ganado, fue un rey zamuro de pescuezo colorado, y plumas blancas por debajo, montado en una de las reses ahogadas, navegando tranquilo por el caño como canoero en canoa en los pasos de los ríos”. La prosa se convierte en invalorable documental de la palabra que se enreda en el paisaje.

VE ESTE FRAGMENTO DEL DOCUMENTAL «EL DOMADOR» DIRIGIDO POR JOAQUÍN CORTÉS

El libro de Luis Alberto Angulo Urdaneta, en un plato de carne en vara, apunta a una narrativa hiperrealista muy personal, la cual se aleja a su manera de una relativa objetividad positivista (no obstante la consideración respetuosa por la novelística en el llano de Rómulo Gallegos). El relato titulado “La Tempestad” es una estampa fiel a esta cosmovisión particular del paisaje llanero, su fauna, sus habitantes y el oficio de contarlo. La estación de lluvias acarrea su versión descarnada del diluvio bíblico, sólo posible en la rusticidad transparente del Decir: “-Del llano se ha escrito y publicado mucho en novelas y versos pero nada en cuentos rústicos que es la verdadera vida del llanero- dijo» (el comprador de ganado). La Poética del Decir, no obstante su fácil accesibilidad lectora, implica un tramado complejo amén de su diversidad técnica ajena al preciosismo esteticista. El Decir no es parricida sino dialógico: Angulo Urdaneta convive sin resquemores con Gallegos, Andrés Eloy Blanco, Alberto Arvelo Torrealba y Enriqueta Arvelo Larriva entre muchos amigos referentes.

Día de lluvias, foto de Julio Lezama. De la Serie «Caminos del Llano Venezolano»

El habla incorpora la idiosincrasia llanera por vía de refranes, coplas y dichos. Asimismo la picardía montuna va a caballo en pelo. Son las avispas en la barba de San Lucas al servicio de la carnavalización de las leyendas regionales, o las bromas pesadas entre vaqueros. En “Huele a quemado”, tenemos la tipología del relato oral terrorista relativo a Gaspar quien le sacó los ojos a su mujer abandonándola en la sabana. Muerta la desdichada dama, ella reencarnó en un avechucho que atormentaría hasta la muerte al homicida con un trino escalofriante: “Gaspar, Gaspar, Gaspar…” Por otra parte, “Caigo o no caigo” registra un divertido e hilarante cuento de espantos y duendes, lo cual empalma con los que compila el poeta Rafael José Álvarez en las serranías de Falcón.

Se trata del cuento dentro del cuento, oral o literario como en los casos de Cervantes y Boccaccio: el lúdico oficio de contar “el cacho” a campo traviesa, sin artificios que lo desnaturalicen y, peor aún, lo envilezcan para el vano afán de mandar en las academias y los palacetes de gobierno. Juan Parado, personaje galleguiano en “Cantaclaro”, se cruza con un personaje maravilloso como el andino Frailejón, quien sobrevivió en la asunción de muchos roles: del funcionariado pasó a peón de hato, luego a dueño de botiquín y después a guerrillero. El viejo narrador se sale con la suya en esta sabrosa conversa de sobremesa: Estos cuentos de camino, ordeño y cabresteo dignifican al país pobre y oprimido ajeno a El Dorado de siempre con sus aurinegros espejismos de riqueza hueca.

LEE LA ENTREGA ANTERIOR DE ESTA SERIE QUE TRATA DEL LIBRO «ADIÓS SIN RETORNO» DE LUIS BERMÚDEZ ROMERO

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC        

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