Barca de Papel (32): Fritz Küper es una reseña a este muy sentido y excelente libro de prosa poética de nuestro escritor y artista plástico valenciano. JCDN.

Fritz Küper: Paisajes del alma (2012). Valencia, Venezuela: Signos.

El escritor, diseñador y artista plástico Fritz Küper

Este volumen conjuga el libro de arte con la poesía en prosa. Supone una contemplación y reacomodo interior a raíz del episodio trágico del fallecimiento de la compañera de vida. Fritz Küper y el editor Luis García insisten en la belleza objetual del libro, no tanto como instrumento de cultura y conocimiento, sino como facilitador de un modo de vida más digno y significativo en la cotidianidad y lo coyuntural.

El discurso transgenérico que involucra la poesía, el ensayo, el dibujo y la pintura, fluye sin la apoyatura de las artificialidades del estilo: La transparencia textual y plástica no excluye lo lírico ni lo informalista. Fusión e integración de las artes en un todo enternecido.

Motivos recurrentes y elementales como la casa, la lluvia, el árbol, el bosque o el tinajero, son por fortuna manejados por la voz poética con sabiduría y simplicidad. Se forja una serie espontánea y sentida de diez estampas o postales del alma: “Así también, la casa tiene su forma de hablar y tiene sus silencios; pues ella, como recinto, caja de resonancia, va guardando sonidos pronunciados bajo sus techos”.

Una de las celebradas plumillas de Fritz Küper

El tiempo y la memoria, por intermedio del lenguaje poético que excede el género literario, interiorizan el paisaje dentro de la casa y fuera de ella para invocar a la amada ausente: “Ella pegada a la ventana solía pasar tiempos de fascinación. El incesante llover hacía ver sus plantas alegres por el agua. Aquel arrobamiento por el diluvio le recordaban su niñez, cuando solía bañarse bajo la lluvia en su tierra oriental, donde rara vez llovía”. El monólogo amatorio viendo el aguacero conversar con la voz del poeta y el pintor, eso sí, con sosiego nostálgico.

Fritz Küper desarrolla un diálogo místico con el entorno, claro está, sazonado con un auténtico romanticismo que lo aproxima a la poesía de Eugenio Montejo y Teófilo Tortolero, a quienes conoció como lector y amigo. Captar y recrear el paisaje natural que se esconde –física y temporalmente- en una muy golpeada urbe como Valencia, implica un afán de revelación e inconformidad poética indiscutibles: “El sonido más pequeño, se va apocando por el grito apabullante de una sociedad confundida en su propio lenguaje de mentiras, fachadas, signos y mitos”.

El monólogo se vence a sí mismo, pues deviene en un diálogo con la amada ausente (en lo físico), pero plena y vivaz en la memoria. “De tanto mezclar lo que fuimos, con lo que somos, se va conformando la casa del diario vivir, y empezamos a presentir voces, a sentir presencias, a revivir sucesos. Y volvemos a ser en nuestras mentes, como en carrusel de sueños, tiovivos musicales de una larga película de nunca acabar”. La cosa no consiste en el culto funerario, sino en la reivindicación de la vida y el bien morir.

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Este álbum intimista y familiar se convierte en la crónica de la reconfiguración de la casa que supera el desconsuelo y el luto. La razón y el espíritu no son duelistas ontológicos ni oponentes existenciales. Por vía de la recomposición de frases frágiles y convencionales, el poeta enfrenta su padecimiento y ascenso personal: “El hombre en su inmensa capacidad de raciocinio, es el único ser que le agrega espíritu al recordar”.

No obvia la voz poético-ensayística una reconsideración de la problemática del tiempo, en tanto creación y depreciación de las cosas que conforman y dan sentido al mundo. La cronología íntima trae consigo un tiempo mítico y, en especial, un tiempo afectivo: “En consecuencia, el tiempo debe ser más amplio. Debe existir otro plano, otro paisaje se debe admirar, a medida que los días pasan”.

Hasta el punto que el tiempo machaca el entorno –físico y emocional- en el gotear húmedo y aromático del tinajero. “Lo cierto es que el tiempo ha obrado en mí, como la gota del tinajero: paciente, certera, callada. Ese sonido de la gota horadando la piedra, marca el tiempo inevitable de mi vida”. En este caso la poesía se vale de un reloj sobrenatural y compulsivo para la reconciliación con la vida.

Ilustración de Fritz Küper

El referente bíblico, excede los rituales fúnebres y las políticas de ultratumba que garantizan cielos de algodón y terciopelo. El rumor del que se habla a sí mismo, oscila entre el Amor (Cantar de los Cantares en su acepción amorosa y carnal) y la Sabiduría (los aforismos de Salomón vertidos en Proverbios y Eclesiastés).

Este proceso interior que involucra el alma y las artes integradas –poesía y plástica-, apuntala una admirable pulsión por la vida con su paisajista mixta de vigilias y ensoñaciones: “La música inagotable junto a las tonalidades colorrítmicas nos aseguran que la muerte es el sueño, pues más allá de nuestros ojos, hay espacios invisibles donde el pincel no llega y las palabras se agotan”.

Una plumilla de Fritz Küper alusiva a San Diego

Asimilable al erotismo vitalista de “El beso” de Gustave Klimt, Küper va por lo suyo no sólo para retrotraer, besar y vivificar a su amada, sino también para compartir su preciosa experiencia sentimental y estética con los lectores agradecidos por venir: “Aquella fugaz escena de ella junto al río de piedras está allí, hablándonos sin palabras; es el encantamiento, la magia de un tiempo detenido”. El checo Dvorak suena al fondo de sus bosques umbríos y esperanzadores: “Un violín rasgándose, un oboe lamentándose en la tarde”.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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