Biografías portátiles (20): Orlando Chirinos se refiere a este escritor radicado en Valencia que vino del occidente del país. JCDN.

Primera edición de este volumen de cuentos

Orlando Chirinos (Maracaibo, 1944). Narrador y docente universitario jubilado de la Universidad de Carabobo. Fue también controlador aéreo, oficio que le impulsó a conocer el país desde una óptica poco común. La torre de control, edificación de concreto, vidrio y tabiquería, no es un monumento funerario de cristal que entenebrece la mirada. Por el contrario, permite atar el cielo con esta tierra de la desventura.

Dos libros de cuentos imprescindibles. La obra cuentística reciente de Orlando Chirinos significa un punto notable de inflexión en su escritura narrativa publicada a la fecha de la presente aproximación, sobre todo en el caso de los volúmenes titulados Mercurio y Otros Metales (1997) y Los Días Mayores (2005),  los cuales se regodean en los motivos de la falsificación y parodia del discurso literario y la vindicación de los personajes marginales como héroes auténticos de una época finisecular que, trece años después, seguimos viviendo y de la cual disertamos aún con volátil empecinamiento.

Si bien tales temas han sido tocados por otros autores, etiquetados por la crítica con el blasón del Postboom, es harto destacable la personalidad vigorosa y generosa de Orlando Chirinos en su abordaje, amén de su estupenda factura técnica.

Primera edición de esta novela por Seleven

Es innegable la depuración de fondo y  forma del trabajo narrativo de Chirinos, el cual parte de su primer libro de cuentos, su conmovedora Última Luna en la Piel (1979), para luego pasar por el resto de su producción cuentística y novelística: las colecciones de relatos Oculta Memoria del Ángel (1985) y Pájaros de Mayo, su trueno verde (1989), además de las dos ya referidas que son materia de este ensayo, y las novelas En virtud de los favores recibidos (1987), Adiós gente del sur (1991), Imagen de la Bestia (1994), Parte de Guerra (1998) y Beso de lengua (2007).

 

1.- Mercurio y otros metales. Este volumen de catorce cuentos (Mercurio y Otros Metales, Predios, Valencia, 1997) asemeja a un callejón sin salida, pues Orlando Chirinos llama la atención del lector dejando tras sí una serie de pistas falsas. La incomodidad y la confusión traerán consigo la curiosidad, luego la incertidumbre en cuanto a la lectura acertada de los textos irá de la angustia a la sonrisa compasiva, dada la tonalidad amena, festiva y humorística del libro.

No se trata de hallar o descubrir la revelación que justifique y agote la obra entera del autor, más bien Chirinos busca capturar en su red ebria a todo aquel lector que le lea con mórbido placer, como lo cantara Serrat en Si la muerte pisa mi huerto.   De   lo   contrario,   todo   esfuerzo interpretativo será en vano –también el narrador ha apostado a ello, el estrépito de una bomba caza-bobos-. El conjunto constituye el contralibro de los discursos profesorales y académicos. El llamado incumbe al homo ludens, en toda su torpeza, sofocado y ahogado hasta en el mero hecho de abrir la bragueta, apremiado por las punzantes ganas de orinar: se confundirán el alivio y la sensación mojada y caliente en una de sus piernas.

Los tres primeros relatos recrean una visión cariñosa, satírica y desenfadada del mundillo intelectual venezolano, precioso y ridículo; obnubilación cosmopolita que no es más que provincianismo burdísimo. Tanto Un respetable escritor inglés, desde el exilio como Respecto de un plagio del que he sido objeto, toman como pretexto temático la falsificación literaria, copiando a su vez una atmósfera borgiana con suma e irreverente afectación. La indagatoria trasciende el discurso chocante de la intelectualidad, pletórico de falso pluralismo y fáciles alusiones literarias, así como la ironía en tanto instrumento desmitificador.

LEE ESTE CUENTO DE ORLANDO CHIRINOS

No obstante la audacia y el ilusorio despropósito del cual hace gala Chirinos en dichos cuentos, interpola a continuación un puente colgante de cuatro textos, ligados a motivos y temas desarrollados en libros anteriores como Última Luna en la Piel  En Virtud de los Favores Recibidos. Tenemos dos de ellos, Corazón de acero y Noviembre con relámpago en los ojos, en los cuales prevalece la excitante imaginería de la infancia en su carísimo ámbito, el Falcón de su crianza y pertenencia, siendo el habla de la tierra centro e instrumento del tratamiento lírico del lenguaje.

El mismo autor así lo declaró en una entrevista a Maritza Jiménez (1987): “En los arcaísmos escucho otros modos del cielo”. Lo cual se intensifica en Señor de perdido encantamiento, el habla coloquial y rural se refunde en el anacronismo castizo de los conquistadores, la lengua intenta conjurar y hallar la contra a las fuerzas perversas que nos agobian y perturban, en la rebatiña de los gallinazos esparciendo los despojos.

En los últimos siete relatos, Chirinos retoma las andanzas y travesuras del inicio. En La estimable confianza de la sombra, el personaje protagonista, Grandpholius Walter Benjamin Senior, vive su atribulación y desmembración interna perdida la senda en el influjo de La noche boca arriba de Julio Cortázar, la alienación literaria como vestimenta prestada; Chirinos atina nuevamente, pues lo que pudiera considerarse un obsceno plagio, muta en la consideración de lo que llamó Harold Bloom “la angustia de las influencias” (es harto destacable la confusión adrede de Cortázar con el Oliveira de Rayuela, así como también cambiar el nombre de sus cuentos, por ejemplo decir “Leticia” en vez de “Silvia”).

O el juego o comedia de las equivocaciones patente en La segunda copia del informe Mc Bride, del pastiche no se infiere la resolución del misterio allí planteado. El humor se hace bien agudo en Los corteses señores de aristocráticas maneras y Última Ratio, Sociedad Anónima, los cuales establecen vasos comunicantes con los tres primeros relatos del libro ya comentados: la intelectualidad como inquisidor y verdugo, la indignidad e inocuidad del “seguir permitiendo que se le utilice como perchero, como portero del baño de damas o como blanco para el lanzamiento de dardos, indistintamente, en las fiestas a las que es dado en préstamo por el jefe” (Chirinos, 1997: p. 111), bien sea el CONAC, el Ministerio de Relaciones Exteriores o la Universidad Pública.

Ni siquiera este libro se libra de sí mismo, pues en La concluida luz de una ventana, Chirinos convierte su propio proyecto en una revisión del relato La isla al mediodía del mismo Cortázar, contraposición del tono borgiano de los tres primeros cuentos, distrayendo e impacientando a los lectores a través de la alteración misma de los títulos de los cuentos leídos con anterioridad.

Desdice entonces la predilección de Borges por los laberintos, las imposturas, la recensión de textos imaginarios. Constituye un divertidísimo e impenitente callejón sin salida, lo cual nos retrotrae al Nabokov de Lolita, Desesperación y Pálido Fuego: la fragmentación de la voz narrativa en correspondencia con la multiplicidad de nuestros “yoes”, nuestro cielo e infierno terrenos como lo definió Tolstoi brillantemente.

Orlando Chirinos entrevistado por Luis Alberto Angulo en los tiempos de la revista «Auditorio»

2.- Los Días Mayores. Luego de su plácida y sorprendente lectura, se nos antoja uno de los libros que desearíamos escribir alguna vez, tal como nos ocurrió veinte años atrás con la disparatada novela picaresca La Conjura de los Necios (1985) del malogrado y olvidado John Kennedy Toole. No es casual mencionar ambas obras al punto, pues se adentran en los arrabales y los bajos fondos de ciudades disímiles tales como Valencia y New Orleans; además de compartir una atmósfera hiperbólica, desgarradora e irónica que aprehende con pezuñas mugrientas el entorno de la marginalidad económica, social, cultural y vivencial de urbes descoyuntadas por ángeles burlones e impíos.

La técnica narrativa va aparejada al tratamiento del tema que es la apología a la marginalidad. Si revisamos los relatos Sagrado vino de los dioses y Cegato como Homero, por un lado, y los titulados Cuando estés en tu reino, Mismísimo Dios y Polifemo en los ojos, por otro lado, se constatará la deificación del antihéroe en las figuras opuestas y complementarias del asesino y el ñángara respectivamente. En el primero de los apartados, el asesino es homenajeado en su funeral casi a la usanza de los paladines aqueos o troyanos, mediado y logrado el efecto intertextual, sólo que tal vindicación es adobada en la oral lengua entrecortada y fragmentada de la turba hamponil.

Las crónicas musicales de Colón y Lavoe sobre la Calle Luna, Calle Sol, la acongojada y vengativa redacción de los obituarios, amén de la hiperbólica atmósfera de las crónicas rojas, impregnan la rudísima y artística atmósfera de esos dos relatos. Se encienden cirios y se musitan plegarias por la santa memoria de El Negro Antonio y El Currutaco, héroes verdaderos a la hora de las tertulias en los bares del sur de Valencia.

LEE ESTA RESEÑA SOBRE NUESTRO BIOGRAFIADO

El segundo grupo de cuentos o tríada macabra se refiere a una misma orgía de sangre: presos comunes y ñángaras torturados y sodomizados por verdes milicos en un botiquín de mala muerte. Las voces narrativas, en todos y cada uno de los relatos, se abalanzan sobre el hecho en un fuego cruzado de forma triangular: el narrador omnisciente recrea en Cuando estés en tu reino la cruxifición de Cristo y los dos ladrones, encarnados en el prisionero político y los delincuentes comunes, apelando al recurso de la transfiguración ficcional tal como lo hace Borges en el cuento El Evangelio de Mateo. En Mismísimo Dios, el guardia identificado como el hijo de Florentino y Dioselina, nos refiere una versión típica del narrador testigo pasivo, sazonada por las trompetas y los redoblantes que anuncian el juicio final:

“Yo recuerdo esas vainas y me avergüenzo por ellos, porque lo que hice fue quedarme plantado con la boca abierta, viendo cómo puede caber tanta maldad en una persona, y cagarme de susto cuando vi que la noche se vino de repente, en medio de ese sol tan arrecho que estaba un ratico antes en el cielo, y los relámpagos más los truenos y aquel diluvio que se nos vino encima, como si deseara aplastarnos contra el suelo, por las barbaridades cometidas en esa llanura” (Chirinos, 2005: p. 105).

Condecorado en el marco de la Feria Internacional del Libro de la Universidad de Carabobo

Polifemo en los ojos tiene como voz narrativa la de un homosexual tetón, novio del tuerto barman que sodomizó a una de las víctimas. La transparencia del discurso es equiparable a la del Diario del Ladrón de Jean Genet, texto paradigmático de la marginalidad que habita en las sucias calles, los oprobiosos pabellones de las cárceles e, incluso, en un vulgar pero fetichizado tubo de vaselina. La palabra se enseñorea de tan sórdidos ambientes en la oralidad, la multiplicidad y la fragmentación de los puntos de vista narrativos, hasta trascender el límite que va de la enunciación misma al objeto enunciado, confundiéndose en la niquelada apariencia de una nueve milímetros:

 

“Una  mar  de  gente  iba y regresaba

de la sala y de los cuartos de la

suciedad pestilente que se

había acumulado

en los retretes

de la calle de.”

 

El libro conforma un caligrama terrorista que se compadece tanto de las víctimas como de los victimarios, en la recreación poética y –por qué no- sublime de la violencia, tal como se demuestra en la cámara lenta de Los Gansos Salvajes de Sam Peckimpack o en la maravillosa pericia narrativa de Quentin Tarantino en Pulp Fiction. Sólo le resta manifestar a este león afeitado y mimetizado en la solazadora lectura del libro, el agradecimiento a Orlando Chirinos por su generosidad sin par.

LEE NUESTRA ENTREGA ANTERIOR

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here