Castigo Divino de Sergio Ramírez es una novela cristológica, pues mezcla el discurso polifónico de los Evangelios, la lírica modernista y el contexto histórico de Nicaragua durante la dictadura de Tacho Somoza. También su tenor es transgenérico, ello en virtud de la fusión del relato policial y la novela histórica.

Castigo Divino (1988) de Sergio Ramírez se nos antoja una transfiguración ficcional a la inversa: El Jesucristo revisitado encarna en un asesino serial latinoamericano. Como se sabe, la obra está basada en el asesinato múltiple por envenenamiento de la familia Contreras atribuido al abogado guatemalteco Oliverio Castañeda, acaecido en la ciudad de León, Nicaragua, a principios de los años treinta.

La novela Castigo Divino de Sergio Ramírez fusiona los géneros del relato policial y el histórico

En “Hombre del Caribe” (1979, segunda edición), volumen de memorias de Abelardo Cuadra, se nos cuenta que su autor compartió prisión en la XXI de León con Castañeda, hasta el extremo de soñar con él en el mismo instante en que la Guardia Nacional le aplicara la trapera ley de fuga: “Se sentó en el borde de la cama, y me dijo en tono misterioso: ‘Ahora te voy a revelar mi secreto’. En el sueño, yo estaba boca arriba leyendo un libro, y para decirme el secreto se me fue acercando hasta pegar su cara a la mía, pero yo lo rechacé con repugnancia. ‘No te me pegués tanto’, le dije. En ese instante descubrí que tenía el rostro ensangrentado, y que en sus ojos había una lumbre extraña”.

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Sin embargo, la novela no sólo constituye un puzzle policial de este caso real, sino la proposición de un ars novelística enclavada en el abordaje problematizador y crítico de la realidad: se deshacen las fronteras de género por vía de la parodia del discurso literario y la estructuración a la manera de un pastiche que suma el lenguaje jurídico de los expedientes, el remedo del modernismo dariano, el amarillismo periodístico, el discurso epistolar y las hablillas de la calle; la poesía se infiltra en el juego polifónico que raya en la heteronimia; el tono aparenta realismo, pues al fragmentar el hilo lineal y la perspectiva de la narración, la incertidumbre se enseñorea del lector apuntando a la relativización del juicio moral y estético.

El escritor Sergio Ramírez

La Pasión Nicaragüense de Oliverio Castañeda, pan y circo de los habitantes de León, oculta la mano criminal de Anastasio Somoza que en 1936 se haría del poder en Nicaragua. Al contrario de la novela “¿Te dio miedo la sangre?”, editada por Monte Ávila en 1977, o en cuentos como “De la afición a las bestias de silla”, donde la figura del dictador se muestra y fractura en el ejercicio omnímodo del poder a través de un sentido crítico y terrorista del humor, en Castigo Divino se oculta tras bastidores en la persistencia de una actitud de acecho predatorio; las sombras chinescas atravesarán las puertas a pesar de las contras, los ensalmes y el sacrificio de la víctima propiciatoria que fue Castañeda.

He allí el poder de seducción de las historias o versiones del hecho que distraigan la abulia y el miedo de la comunidad, el oprobio de la lucha por la subsistencia en un país latinoamericano atrasado.

Abelardo nos lo revela en el castillo feudal que es el presidio: “los prisioneros escuchaban las narraciones heroicas que hacían los más ilustrados, que entre la común admiración cumplían su papel de juglares: Carlomagno entraba en guerra con Herodes por la matanza de los inocentes, pero sucumbía al fin Carlomagno en una batalla, y morían con él los doce pares de Francia; continuaba la guerra Alejandro Magno, su hijo, que se enamora de Cleopatra y desafiaba a Nerón, e iban apareciendo todos los personajes de ‘El Mártir del Gólgota’, hasta terminar con la muerte de Cristo en Roma”.

El teniente Abelardo Cuadra en 1974

La desfiguración de la realidad a punta de chismes, rumores y pistas falsas enriquece su abordaje multifactorial: la comedia de tenor estafador deviene en tragedia movida por el discurso de poder que legitima la vía dolorosa de Oliverio Castañeda y los Contreras. Muta en Evangelio Apócrifo o transfiguración ficcional que se escribe a varias manos para preconizar el Pacto o la Alianza del Pueblo en pos de su redención, pese a la tortura, la dispersión y la degollina del rebaño.

La frase final de la novela [“Que el novelista no se olvide de ponerle ese cierre a su libro. Si con Rosalío empezó, justo es que con Rosalío termine”] alude a la serpiente que se muerde la cola, a la configuración cíclica de la obra. Se homenajea a “Cien Años de Soledad” del Gabo, se la reconoce como hito de la novelística hispanoamericana, pero plantea el fin de un ciclo y el inicio de otro mucho más contingente aún por construir.

Castigo Divino de Sergio Ramírez representa otra estupenda lectura para estos días de guardar. ¡Salud, Afición!

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC