CLÁSICOS VENEZOLANOS (5 C): RÓMULO GALLEGOS

Clásicos Venezolanos (5 C): Rómulo Gallegos se refiere a su novela “El Forastero” (1942), la cual es de excepción por su manejo del humor y el tratamiento político. JCDN.

Portada de la Edición de la Colección Austral

“El Forastero” (1942) de Rómulo Gallegos, según Orlando Araujo en su libro “Lengua y Creación en la obra de Rómulo Gallegos” (1955), es una novela de excepción si se la compara con su gran trilogía novelística “Doña Bárbara” (1929), “Cantaclaro” (1934) y “Canaima” (1935). Sin caer en los malentendidos de la etiqueta “obra menor”, este título llamó nuestra atención no sólo a instancias de la revisita atenta que sugirió Araujo en el ensayo antes citado, sino por sus propias singularidades dentro del gran proyecto literario galleguiano.

Fue escrita en el marco del maremágnum político que implicó la campaña presidencial de Rómulo Gallegos y Acción Democrática en 1941, la cual llevó a la alta magistratura al General Isaías Medina Angarita por medio de elecciones de segundo grado. Paradójicamente, Medina Angarita sería derrocado en 1945 por una sociedad de cómplices cívico militar que involucró al partido AD y una parte significativa del sector militar encabezado por Delgado Chalbaud y Pérez Jiménez. Según testimonios de Gonzalo Barrios e Isaac Pardo, el novelista no estuvo de acuerdo con este golpe de estado. En 1947, Gallegos y su partido ganan la presidencia con un abrumador respaldo electoral-popular, para que al año siguiente los antiguos socios militares de AD los derrocaran.

Por lo tanto, no se nos puede escapar de la mirada inquisitiva esta novela política por excelencia, no en balde algunas de sus debilidades estilísticas. Su discurso narrativo es mucho más despojado y directo, pues importan más el Decir ideológico y los apuntes sociológicos más asociados a la novela de ideas o tesis que a la magnificencia épica, paisajística y telúrica de novelas anteriores. Se trata de un ejercicio de prosa liviana sin pretensiones esteticistas dentro del realismo que coquetea con la caricatura.

Tanto es así que no se detalla el lugar del país en que se desarrolla su trama. La tesis política se asimila más bien a la especulación ensayística vuelta ficción. Se lee entrelíneas la revolución caudillista de Cipriano Castro y Juan Vicente Gómez que acabaría con los cacicazgos que dividían a Venezuela, bien sea por vía del exterminio militar o la negociación política que apuntalara el Cesarismo andino. Incluso tenemos la Revolución bolchevique de 1917 como fantasmagoría y extremismo de la política mundial.

La novela incluida en este volumen de obras selectas de Gallegos

Asimismo, la construcción de los personajes está signada por el esbozo y el estudio en pocos trazos, yendo a la par del plano ideológico que toma como pretexto lo conspirativo, y, claro está, de los proyectos de vida frustrados de los entes de papel. Así ocurre tanto con los compadres y caudillos militares Hermenegildo Guaviare y Parmenión Manuel, como con los conspiradores jóvenes (el puritano Elio Monegas, el vitalista Martín Campos) y adultos (el doctor Marcos Roger, el radical espontáneo Anterito Valdez) que quieren sacudirse al régimen y la abulia existencial del pueblo  innominado.

En este caso, la obra no asume el formato de la pieza dramática sino el correspondiente a la ópera bufa en tres actos. La trama equívoca de la conspiración política se nos presenta envuelta en la ironía y el sarcasmo. Por supuesto, el afán pedagógico conservador de Rómulo Gallegos se mantiene incólume al igual que en sus grandes novelas. Se nos incorporan como antecedentes “Los endemoniados” de Dostoievsky y “El agente secreto” de Conrad, pues suponen junto a “El Forastero” la desconfianza reaccionaria, si se quiere, a los procesos revolucionarios: Nihilistas, anarquistas y bolcheviques son presentados como espantos de la llanura. Nos parece que la escritura humorística, en este caso, responde a un momento esperanzador y optimista de la biografía del autor.

Básicamente, la novela es un curioso Canto Épico a la Generación del 28 en clave de tragicomedia. Los estudiantes alentados por el cinismo descreído del maestro Mariano Urquiza, antípoda del educador mediocre y “trastorno de la naturaleza” Viruticas, se mofan en las barbas del caudillo de turno, el compadrazgo entre el salvaje Guaviare y el paternal Parmenión Manuel, para ser arrestados y castigados con trabajos forzados como escarmiento.

La novela editada en Venezuela por Las Novedades

Los jóvenes, a falta de la constancia fogosa de los adultos, encarnan el mundo nuevo por venir que exceda al oscurantismo del tutelaje andino: “Y [Elio] marchaba, diciendo y rechazando así –antena de la inquietud de un pueblo-, hacia la hermosa puesta de sol sobre el melancólico paraje, todo el resplandor del poniente en el rostro transido por la angustia”. Final de novela cónsono con las expectativas abiertas que conviven entre el entusiasmo y la prudencia.

El reloj del pueblo opera como metáfora histórica del tiempo desfasado de Venezuela en todos los órdenes: Estragado y detenida la hora por los plomazos del General Guaviare, lo pone en marcha Anterito Valdez con la venida del misterioso forastero ruso que desaparece muy pronto, pero que al punto enciende la chispa de la conspiración liberadora. La novelística rusa de los Tolstoi y Andreiev interviene también como cóctel molotov que abrasará a los adolescentes Elio Monegas, Martín Campos y Pereirita, entre otros.

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Esta obra coral desarrolla una conspiración mínima de pueblo sazonada por la oralidad de las hablillas y las acciones desencaminadas de los personajes en torno al misterioso y huidizo forastero. Se puede hablar de carnavalización cuando nuestro autor parodia su propio ars narrativo, especialmente en lo tocante al tratamiento arquetípico de los personajes para comprobar las tesis políticas y sociológicas que siempre le han obsesionado.

Una de las primeras ediciones populares de «El Forastero»

El Carnaval en tiempos revueltos, comprende no sólo a los caudillos Guaviare y Parmenión que se coserán a tiros para consolidar el Poder único al final de la trama, sino también la intelectualidad pícara al servicio del mejor postor que representa el afeminado Doctor Daza, quien se desenvuelve a la par de la oligarquía jugando a dos cartas. La tragavenado autoritaria devora todo a su alrededor y también a sí misma, lo cual involucra el egotismo totalitario en asociación cómplice con una ciudadanía sumisa.

Tesis inusitada y estrambótica del Poder y sus recovecos, Gallegos en “El Forastero” aborrece el caudillismo mesiánico con el séquito tumbado alrededor del Dictador en ciernes, así como también la alianza estratégica del progresista Marcos Roger con el jefe interino Parmenión Manuel para derrocar al General Hermenegildo Guaviare [no importan las buenas intenciones ni el sacrificio del Doctor en solucionar los problemas inmediatos del pueblo, esto es el disfrute colectivo del río arrebatado por Guaviare]. Como nos lo advierte Martin Luther King, el fin no justifica los medios, pues la inmoralidad de los medios contamina y extravía la más noble de las empresas reivindicativas de la humanidad: la política como afán liberador.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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