¡Increible! Empresas crean alimentos sin nutrientes para ganar dinero

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las empresas crean alimentos de papel

Las empresas se crean para ganar dinero, eso forma parte de una triste verdad. Y las industrias del sector de la salud alternativa, la alimentación natural y la suplementación no son una excepción, al contrario, queriendo vender una imagen de «sanidad» nutricional, hacen de las suyas.

Es posible que en muchas de ellas, al menos en sus inicios y antes de ser absorbidas por grandes corporaciones, existiesen códigos éticos que priorizaban la sostenibilidad ambiental, el comercio justo, la proximidad, el trato ético a los animales y controles de calidad exigentes, tanto en relación con el origen de las materias primas como con la naturaleza de los ingredientes, su proporción, procesado, producto final etc, pero la realidad es que las exigencias de calidad tienden a mermar cuando los beneficios peligran.

A ello se añade el hecho de la diversificación que ese sector está experimentando a través del desarrollo de nuevos productos, que buscan ofrecen mayor variedad a los consumidores, con nuevos sabores, texturas y presentaciones. Hasta hace muy poco, el tofu, el seitán y la soya texturizada, en grano o licuada, eran los productos con mayor presencia y uso.

 

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Hoy el panorama ha cambiado y numerosas legumbres, cereales y semillas se utilizan, en combinación con hortalizas, verduras y frutas convenientemente tratadas, en el desarrollo de infinidad de alimentos «procesados» por la industria de «lo natural».

 

Es paradójico y puede resultar hasta contradictorio si esa ampliación del mercado con productos «verdes», «ecológicos», «saludables», «sin aditivos», «sin azúcares añadidos», «libres de grasas trans», etc, realmente no mantiene el espíritu que tradicionalmente acompañaba a estos modelos de alimentación.

 

las empresas crean alimentos de papel
Sin la más mínima cantidad de vergüenza las empresas crean alimentos «de papel».

 

A pesar de todo, sigue siendo el sector con mayores garantías si decidimos apostar por una alimentación ética y sostenible, sana y segura, aunque ello implique un sobrecoste en la compra de alimentos.

 

INDUSTRIA CONVENCIONAL

 

El peritaje del etiquetado, el análisis crítico de sus potenciales beneficios, y el contrastar lo que publicitan son herramientas clave para descubrir fraudes en productos comercializado por empresas falsamente «verdes».

Esa industria, ajena por completo al sector de la salud y el bienestar durante décadas, ha visto cómo la cuota de mercado aumentaba en ese ámbito, y se han incorporado al sector con avidez.

 

Primero, con reclamos publicitarios ambiguos, usando a diestra y siniestra palabras como «natural», «sano» o «bio», y desarrollando productos que a veces van por modas, como ocurre con el hecho de incorporar omega 3, quinoa o fibra a todo lo que seamos capaces de imaginar.

 

 A veces, los productos «sanos» se obtienen quitando cosas, como sucede con la lactosa; o bien generando productos «trampa» que gracias a los vacíos legales se presentan como cosas que no son, como ocurre con la creciente gama de charcutería vegetal y apta para veganos y supuestos yogures entre otros, que comercializa un gigante del sector de la carne.

 

Al leer las etiquetas, descubrimos, entre otras cosas, que la clara de huevo es un ingrediente esencial… por lo que no es vegetal ni vegana.

 

Finalmente, otra zona de riesgo a destacar tiene que ver con los jugos y batidos de frutas, popularmente denominados smoothies.

 

Algunos llevan azúcar añadida, por lo que cabría descartarlos de entrada, pero en todos ellos concurren dos factores a tener en cuenta que invitan a su consumo moderado: acumulan mucho azúcar frutal en una sola toma, con su consiguiente «chute» glucémico y exceso calórico; y, en segundo lugar, jamás sustituyen el consumo de fruta fresca por carecer de ciertos nutrientes que se pierden en el procesado o de sustancias clave como la fibra.

 

CONVIENE VIGILAR

 

Incluso en el sector «natural», hay que estar atentos con ciertos productos elaborados para endulzar. La razón es que en ocasiones podemos descubrir fructosa, miel sin suficientes garantías, algún azúcar oculto en forma de jarabe o sirope, e incluso edulcorantes químicos.

También es demasiado habitual encontrar en productos naturales aceites de muy baja calidad y poco saludables, como es el aceite de palma.

 

Lo más recomendable, como siempre, es detenernos un instante y leer con calma los etiquetados, mantenernos escépticos frente a los reclamos y promesas de sus efectos y beneficios, e intentar siempre verificarlos por varias vías.

 

José Becerra/Ciudad Valencia

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