Jugadora Cristina Pérez: Del parqué al hospital para afrontar el Covid-19

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La jugadora de futbosala Cristina Pérez cambió el parqué por los pasillos de un hospital para afrontar el COVID-19 en el país Vasco, Galicia.

«Lo fácil habría sido quedarme en casa, pero mi cabeza no paraba de darle vueltas», dijo la jugadora española.

Cristina Pérez, jugadora profesional de fútbol sala, cambió el parqué por el hospital para ayudar contra el COVID-19, y se ofreció a los sistemas sanitarios del País Vasco, Galicia y Madrid y acabó en el hospital Príncipe de Asturias de Alcalá, donde ejerce como enfermera.

 

Esta murciana, internacional con España y con contrato en su equipo, el Pescados Rubén Burela FS, habló con su club «el lunes posterior a la declaración del estado de alarma», relata a Efe desde Madrid.

Al conjunto lucense le transmitió que no se sentía «bien estando en casa con la necesidad que había de enfermeros». Y se puso a buscar trabajo en hospitales.

Cristina Pérez
Cristina Pérez, jugadora profesional de fútbol sala, cambió el parqué por el hospital para ayudar contra la COVID-19

«Lo fácil habría sido quedarme en casa, pero mi cabeza no paraba de darle vueltas». Cristina Pérez, jugadora profesional de fútbol sala, cambió el parqué por el hospital para ayudar contra la COVID-19, se ofreció a los sistemas sanitarios del País Vasco, Galicia y Madrid y acabó en el hospital Príncipe de Asturias de Alcalá, donde ejerce como enfermera.

Esta murciana, internacional con España y con contrato en su equipo, el Pescados Rubén Burela FS, habló con su club «el lunes posterior a la declaración del estado de alarma», relata a Efe desde Madrid.

 

Al conjunto lucense le transmitió que no se sentía «bien estando en casa con la necesidad que había de enfermeros». Y se puso a buscar trabajo en hospitales.

 

En Burela somos todas profesionales y con el estado de alarma estábamos en casa, encerradas, sin salir, en cuarentena. Yo acabé la carrera de enfermería en 2017 y hablé con el club para ponerme a disposición de aquellas comunidades autónomas que estaban buscando personal sanitario. No tardaron en llamarme», explica.

Primero, contactó con el País Vasco, «la primera comunidad que hizo un llamamiento» al personal sanitario, y, viendo que no le llamaban para trabajar, hizo lo propio con Galicia y Madrid, donde «la bolsa de trabajo estaba agotada y los propios hospitales llamaban al personal sanitario conforme le llegaban currículos».

 

«Me colegié en Madrid y aquí estoy», indica la jugadora, que de esta manera llegó a un acuerdo con el Burela previo al ERTE al que ha tenido que acogerse este club modélico del norte de Lugo, que impulsó el primer convenio del fútbol sala femenino.

 

Ella sabe que esta es una situación excepcional y que «en caso de que todo regrese a normalidad, todo volvería a ser como era antes». Es decir, retomaría su carrera en el fútbol sala.

 

Cristina había trabajado en una farmacia y en un laboratorio de microbiología, pero como enfermera esta es su primera experiencia laboral después de las prácticas de la carrera. Ha sido vertiginosa, como si su primer partido de fútbol sala hubiera sido una final.

 

«Ahora las urgencias están más liberadas, pero antes había un colapso tremendo. Me encontré en un servicio que habían creado de la nada, una biblioteca que habían convertido en planta, un servicio de cuidados paliativos y mi primer contrato ahí como enfermera fue un poco duro. Ahora solo tenemos personas COVID-19 positivo, pero en proceso de recuperación», explica.

Y es que ahora ya puede disfrutar de ver altas hospitalarias y «parece otra cosa». «La gente lo agradece, está con los sanitarios a tope. Ven cómo pasamos los días, las condiciones en las que estamos, vestidos hasta arriba», apunta.

No todos los días ha sido así por la escasez de medios.

«Algunas jornadas teníamos simplemente una bata porosa y un delantal de plástico, cuando debería ser todo impermeable, y también gafas. En mi servicio no han faltado mascarillas, por lo menos una por turno», agradece.

 

Se calcula que más de 24.000 sanitarios han sido contagiados por COVID-19, pero esta valiente enfermera y futbolista no siente «miedo». «No lo he llegado a sentir en ningún momento», precisa.

Su familia, en Murcia, sí lo ha tenido. «Mi madre, al principio, cuando le dije que me había puesto en contacto con Madrid, pues estaba muy asustada. Se preocupa por su familia, le gustaría que estuviese en casa quieta, pero, cuando me ve, está muy orgullosa de lo que estoy haciendo», asegura.

 

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En Madrid, vive en casa de su cuñada, que es residente de medicina familiar, «ha estado al pie de cañón y, como muchos sanitarios, se contagió de COVID-19».

Cristina huye del calificativo de heroína. «Qué va, para nada. Cuando estudias una carrera sanitaria, todos los que estamos en un hospital lo hacemos por vocación, porque te gusta. Se demuestra en estos momentos. Da igual las condiciones, a lo que nos enfrentemos», indica.

Ella pronostica que de esta crisis sanitaria se va a «salir despacio» y que «las actividades sociales, con más afluencia de público», serán las últimas en volver, como los partidos de fútbol sala con aficionados en la grada.

«Ahora mismo es totalmente secundario y no lo veo cercano. Acabar una temporada a puerta cerrada para mí no tiene sentido. Nosotros, en Burela, con la afición que tenemos, lo que queremos es que nos vean y nos disfruten», señala.

Para la jugadora del conjunto lucense «acabar a puerta cerrada no es una opción» y tampoco quedarse con la clasificación actual «porque hay muchos equipos que se están jugando el descenso y que tienen pendientes muchos enfrentamientos entre ellos».

 

Tal vez, la solución sea anular la temporada. «Si se cancelase por completo y quedase el año en blanco tampoco pasaría nada siempre que salgamos de esta», razona.

De esta experiencia que a nadie le habría gustado vivir, Cristina se queda con «la solidaridad y el compañerismo de toda la gente» porque, sostiene, «entre todos nos lo estamos haciendo lo más fácil posible».

 

Ciudad VLC / EFE

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