DE LA CRÓNICA Y EL ENSAYO
[ASOCIACIONES Y BIFURCACIONES MESTIZAS]

De la Crónica y el Ensayo es una aproximación a la relación entre ambos géneros [el periodístico y el literario], tanto en las afinidades como en las bifurcaciones. JCDN.

El encargo, medie mi despropósito o no, que me hace comparecer ante este gentil auditorio, está referido a las semejanzas y las diferencias entre los géneros de la crónica y el ensayo. Como no nos parece que ambas especies literarias sean el agua y el aceite, preferimos dialogar sobre simbiosis y bifurcaciones mestizas posibles. El tema es, si se quiere, comprometedor: El temor del ensayista respecto a una reflexión sobre su oficio fundido con la crónica, se nos presenta susceptible de escaramuzas en una calle ciega. Dejemos para la Academia una aproximación científica, formal y rigurosa a este tópico. Me resta, por supuesto, hablar del asunto desde el afortunado y juguetón territorio de unas cuantas lecturas recientes y antiguas que se han sumado [y aún enriquecen] a mi experiencia creativa en este ramo híbrido por demás placentero.

Tapa del libro de Paul Johnson

En el texto inicial del libro “Al Diablo con Picasso”, esto es El arte de escribir columnas, Paul Johnson enumera y argumenta cinco requisitos para ser un columnista [o cronista] de raza: el conocimiento conducente a una ciudadanía universal; la biblioteca mental y la lectura personal como apoyatura para parir las ideas; el instinto para tratar las noticias; la variedad temática en sintonía afectiva con la cotidianidad y no ser condescendiente ni populista con el lector [esto es ser movido por la personalidad propia]. Tal perfil tiene como antecedentes o padres tutelares a los ensayistas Michel de Montaigne y Francis Bacon [“Y me gusta pensar que Montaigne y Bacon miran por encima de mi hombro (…) mientras redacto mi columna”], además de continuadores notables como Ralph Waldo Emerson, G. K. Chesterton, Cyril Connoly, Raymond Aron, Albert Camus y Jean Paul Sartre. El simpático conservador que es Johnson aduce que crónica y ensayo están vinculados por la subjetividad, la brevedad, la pluralidad temática y el cariz reflexivo muy personal. La buena vecindad de ambos géneros no sólo es histórica sino también discursiva.

LEE EL LIBRO DE PAUL JOHNSON ANTES REFERIDO POR AQUÍ

Portada del libro de crónicas periodísticas de Rosa Elena Pérez Mendoza

En Boceto, primer eslabón de “Juanita Poulin y otras crónicas” de Rosa Elena Pérez Mendoza, se nos encima una vaguada muy emotiva que configura una poética de la crónica anclada en la fragilidad maravillosa de la memoria: “Qué intento hacer con estos escritos, con estas cronologías historiadas, entonces, ¿revivir el pasado?, ¿reconstruir el ayer? Si todo texto está cifrado en la clave de la interpretación, y la interpretación es lo único que nos queda a nosotros, seres mortales, ¿será acaso la memoria el embrión de la realidad?”. Suponemos, pues, la apropiación de una conciencia histórica como solución de continuidad a nuestra crisis de pueblo tratada más de medio siglo atrás por Mario Briceño Iragorry. El tratamiento de la anécdota y la crítica de costumbres que entraña toda crónica, no puede obviar la asimilación de la Historia y la conformación espiritual del colectivo [una preocupación del ensayo venezolano], so pena de la banalización de los discursos tan enquistada en el cuerpo social venezolano de hoy. La mixtura y la afinidad manifiesta [poco apreciada y catada por el común y la élite] que involucra a ambos géneros literarios por igual, se vale de muchos instrumentos en apariencia disímiles como la sorna, la denuncia profética o una paisajística distópica envuelta en la ternura. Si revisamos otro de los álbumes de crónicas de nuestra amiga y autora, “Caracas, desvíos y extravíos” (2010), lo podemos comprobar, disfrutar y contristar desde la empatía con la muchacha desgarbada y rebelde que es nuestra ciudad capital; solidarizándonos de verdad con nuestras mujeres de aquí y allá, el prójimo épico y cotidiano tan cercanos pero acorralados por la ruindad de los poderes fácticos; hasta el desmontaje discursivo de la bestia mediática que aún nos distrae, desparrama y envilece para evitar congregarnos en una comunidad mucho más combativa, sabia y constructiva. Oigamos a esta encantadora cronista con amorosa complicidad: “Caracas posee la insolencia del que porta una profunda herida perdida en los recónditos orígenes de su vapuleada historia personal”. El paisaje urbano aterrado y esquizoide cede luego a un substrato esperanzador de la voz: “Esa fuente de amor condicional y reconocimiento del otro, esa conmiseración, esa blandura ante la indiferencia que tantas veces nos aqueja, es la que nos da fuerza para trascender el caos”.

El ensayista y cronista Pedro Téllez Pacheco

En Valencia, sin el tenor periodístico antes referido, tenemos dos estupendas muestras: “Máquinas que cantan” (el perro y la rana, 2005) de Slavko Zupcic [en el que la crónica se confunde con la cuentística, al extremo de parecernos Vicente Gerbasi y Luis Augusto Núñez de a ficción mentirijillas] y “Fichas y Remates” (Predios, 1998) de Pedro Téllez [objeto literario fetichizado en el cual se funden la anécdota autobiográfica y el ensayismo de lo más cínico]. Resulta para los ensayistas una paradoja de lo más suculenta, constatar que las tipologías narrativas de ficción [novela y cuento] y de no-ficción [crónica y reportaje] entrañan una visión de mundo macro o micro que las atan al género ensayístico. Si, según Téllez, la novela es una perra sentimental y el ensayo un camaleón, ¿la crónica sería entonces una lombriz de tierra o un gusano de seda? ¿El Perseguidor de Julio Cortázar es un cuento largo sobre Charly Parker o un reportaje en tiempo real sobre Johnny Carter?

Cuando se bifurcan la crónica y el ensayo por razones de Estado inconfesables, cada género no sólo pierde sus encantos sino, peor aún, legitima su extravío ético al servicio de las más mortíferas causas. Por ejemplo, “Los Protocolos de los Sabios de Sión” de Serguei Nilus es una referencia bibliográfica impía fundamentada en la falsificación y plagio del ensayo “Diálogo entre Maquiavelo y Montesquieu en el Infierno” de Maurice Joly, para justificar lo injustificable: el genocidio del pueblo judío en la Segunda Guerra Mundial. Por supuesto, hoy día la prensa y las redes sociales venezolanas abundan en artículos de opinión, chorizos literarios y crónicas de lamentable factura: meras cajas ruidosas que aterrorizan, distraen y banalizan los discursos políticos, literarios y académicos. Paradójicamente, hemos presenciado la desaparición de muchos espacios de discusión mediática en estos tiempos revueltos. Por lo que nos roen las entrañas y los sesos por vía del empobrecimiento discursivo y la invisibilización de la crítica profética y auténtica. Entonces qué puede importar, por lo pronto, diferenciar un texto de otro, si se nos pretende acorralar en una calle ciega. Paladearlos en el sancocho cruzao del lenguaje, juntos y no revueltos, nos parece muchísimo mejor.

LEE LA TERCERA ENTREGA DE IMPERDIBLES DEL PERIODISMO

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

Leído el viernes 26-1-2018 en el marco del 12° Encuentro de la literatura y el audiovisual para niños y jóvenes, La Letra Voladora, en Valencia, la de Venezuela.

 

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