HÉCTOR LAVOE COMO MOTIVO LITERARIO [1]

Héctor Lavoe como motivo literario [1] es un homenaje al Rey de la Puntualidad a través de una aproximación crítica a la pieza teatral de Edgar Borges [Lavoe contra Lavoe]. JCDN.

Edición de la obra por el perro y la rana en el año 2006

     A veinticinco años de su desaparición física [29 de junio de 1993], nos proponemos homenajear al Tiburón de la Salsa, Héctor Lavoe, glosando dos obras literarias que abordan su vida épico-peripatética y su significativa obra musical. En esta primera entrega, la pieza teatral «Lavoe contra Lavoe» (2005) del dramaturgo venezolano Edgar Borges y, en la segunda, la biografía «Cada cabeza es un mundo. Relatos e historias de Héctor Lavoe» (2003) del periodista y melómano borinqueño Jaime Torres Torres.

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     1.-  Lavoe según Edgar Borges. «Lavoe contra Lavoe», estrenada en Caracas el año 2005, es un monólogo de un acto en el que este apreciado personaje, el inigualable Rey de la Puntualidad, confronta con sus ángeles y demonios en la soledad de un apartamento. Las coordenadas biográficas reales son muy evidentes: La suspensión de un concierto el 25 de junio de 1988 en el Coliseo Rubén Rodríguez de Bayamón, Puerto Rico, donde el Capitalista o, mejor aún, Míster Taquilla, le impidió cantar a su gente; y, en consecuencia, el intento fallido de suicidio de Lavoe un día después, luego de lanzarse desde el noveno piso del Hotel Regency.

Lavoe contra Lavoe, la puesta en escena

La propuesta dramatúrgica colinda con la preocupación social y el tenor popular afines al discurso teatral de César Rengifo y Rodolfo Santana. El texto está presidido por la oralidad crossover o mestiza que va de Puerto Rico a la megalópolis de Nueva York. Los parlamentos de Lavoe, comprendidos en su misma tensión existencial, están sazonados con el picante de su pregón o soneo inigualable, así como también con el desgarramiento que implica el canto en el exilio. Bien lo dice el personaje protagonista a la par del ensayo lírico «El Cantante» que le dedicó Rubén Blades: «¡Bueno, ya está bueno de estar hablando, aquí venimos con un chuchutrén cargado de rumba de la buena…! Tragedia y festividad caribeña se hermanan para levantar del muladar mediático al gran intérprete oriundo de Ponce. No cuentan sus adicciones ni su apariencia de malandro latinoamericano, sino su amor compulsivo por la música afro-caribeña y, especialmente, Borinquen y su gente.

Primera edición de la obra por Comala.com

Héctor Lavoe, en medio de su autodestrucción que contó con aceleradores y chupasangres como Jerry Masucci o Ralph Mercado, se reivindica en el discurso dramático de Borges al embestir furioso contra la mercantilización de la música popular, especialmente la salsa de vanguardia, y su falsificación en tanto fetiche ideológico. El dinero taquillero no mediará el vínculo auténtico entre el cantante, el melómano y el bailador: «¡Menos al corazón de la gente, porque no existe ninguna taquilla entre mi repertorio y el corazón de la gente…!»

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Por lo tanto, la confrontación entre Lavoe [de voz y cuerpo enteros] y Míster Taquilla [voz en off], cobra una arista expiatoria y, si se quiere, épica. Sólo que este jibarito de Puerto Rico no se pudo imponer en vida a su némesis acaudalada y explotadora, tal como sí lo hizo Florentino Coronado con el Diablo. La expiación funciona en los surcos de sus grandes discos que no pueden ser igualados ni escamoteados por dobles patéticos como Van Lester. Su soneo sandunguero y pícaro sigue encantando el oído y la memoria de sus escuchas y encendidos bailadores.

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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