Imprescindibles del Periodismo (15): Enriqueta Arvelo L se refiere a las crónicas periodísticas de esta poeta de Venezuela. JCDN.

La poeta y columnista Enriqueta Arvelo Larriva

Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1962), una de nuestras más vigorosas voces poéticas del siglo XX, también incursionó con suma fortuna en la crónica periodística. En 1947 se radicó en Caracas, donde fue colaboradora del Papel Literario del Diario El Nacional durante las décadas de los 50 y los 60.

Revisando Testimonios (1980)compilación de su material hemerográfico y epistolar a cargo de Carmen Mannarino, observamos que sus crónicas van a la par de su poesía: la prosa es precisa, limpia y atenta al tema de su consideración, sin que su afán crítico pierda lucidez y consistencia.

Colección de sus crónicas y cartas

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Hay un tono humorístico amable, que disfruta el lector en una refrescante instancia rayana en la ternura. Este revelador volumen arranca con una Entrevista Imaginaria “concedida” por Enriqueta a Mannarino, quizá la enriquetóloga más conspicua de nuestro medio. El diálogo no es más que el complemento sensible y cariñoso a la rigurosa labor de la crítica literaria: “Yo era una visitante sonambulesca. Daba pasos dentro de una vivienda conocida a fuerza de indagaciones e intuición, aun cuando franqueada la primera vez” (Arvelo Larriva, 1980, p. 6).

El material hemerográfico se clasifica en Temas Literarios, Preocupación Nacional, La Provincia y la familia; y las Cartas son nueve, la mayoría dirigidas al escritor Julián Padrón.

Enriqueta nos refiere de manera inmediata sus lecturas: Desde su descubrimiento de un muy joven Oswaldo Trejo, cuya lozana y lúdica travesura alteró su apolínea paz lectora; su visión paradójica de Ramos Sucre, a quien considera “natural como un arroyuelo en paz”, justificando su discurso abigarrado en la coherencia y la cohesión que evade la sobrecarga y los excesos del estilo; su orfandad generacional, tal como lo confiesa a Neptalí Noguera Mora respecto a la generación poética del 18, fruto de su modo de vida en soledad y no de un protagonismo extremista; su empatía con el poemario “Las Naves” del también cineasta Jesús Enrique Guédez, que le llevó a afirmar que podía ser el libro que no le fue dado escribir; hasta la gratísima impresión que le dejó Isaac Pardo al referirse a Juan de Castellanos, esto es la placentera conversación múltiple que es el ensayo a expensas de los odios y los amores que despiertan en nosotros una lengua común.

En “En torno a un artículo de Otto D’Sola”, expresa su solidaridad con las mujeres poetas omitidas por un discurso machista y convencional:

“Si se sigue observando eso de que no se mencione un solo nombre de mujer cuando de nuestros poetas se habla, ello será algo grave para sectores femeninos en fervoroso quehacer de poesía y un fiasco para aquellos escritores que han loado, también con fervor, la obra poética de mujeres venezolanas” (p.47).

Los niños tampoco escapan a su preocupación: Más allá de su pobreza pintada por César Rengifo, otro cronista visual del país, la poeta de Barinitas se muestra inconforme con la pérdida del reino de la alegría y el candor infantiles, como si las nuevas circunstancias del éxodo campesino y el hacinamiento en las ciudades de lata, les empujara a una madurez contranatura y patética.

Los sargentos y promotores de divisiones políticas dentro y fuera de los partidos, le movieron a una actitud de indignación profética que recomendaba la prudencia y el diálogo como contrapartida posible. Parafraseando al poeta Luis Alberto Angulo, es pertinente un reencuentro con la escritura de Enriqueta Arvelo Larriva en el calor de la casa que es Venezuela, ello a los fines de afincarnos en un espíritu asertivo, solar y lírico de nación.

BIBLIOGRAFÍA

Arvelo Larriva, Enriqueta (1980). Testimonios. Valencia, Venezuela: Departamento de Literatura, Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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