La llamada ameba come cerebros ha generado un potente revuelo en las sociedades donde se han detectado casos recientemente. Se trata de una ameba de vida libre que puede sobrevivir y reproducirse en la naturaleza sin necesidad de un hospedador, que causa la meningoencefalitis amebiana primaria, una infección del sistema nervioso central que se produce cuando la ameba lo coloniza.

El hecho de que solo hayan sobrevivido trece personas hasta la fecha y de que tenga una tasa de mortalidad del 98% son datos que resultan impactantes para la población y que hacen comprensible la preocupación generalizada. Pero hay que mantener la calma, y para ello os contamos qué es, cuáles son sus causas y síntomas y cómo tratar a la temible ameba.

Una de los datos más llamativos es que la Naegleria fowleri solo afecta al cuerpo humano si llega al cerebro, y para eso debe introducirse en el organismo penetrando por el epitelio neuro-olfatorio. Es decir, la ameba entra por la nariz y, al llegar al cerebro, secreta una serie de enzimas que lo degradan y causan lesiones y hemorragias.

Esto a su vez se traduce en otros síntomas propios de la meningitis como dolor de cabeza, fiebre alta, rigidez de cuello… y se puede llegar a parálisis o convulsiones en sus fases más avanzadas y antes de desembocar en la muerte.

Jacob Lorenzo Morales, parasitólogo de la Universidad de La Laguna (Islas Canarias) y uno de los principales investigadores en el caso de la niña de Toledo, afirma que la ameba “es capaz de colonizar el cerebro rápidamente, degradándolo y causando la muerte del paciente entre 24 y 72 horas después”.

De dónde viene y a quién afecta

Este tipo de ameba suele tener una mayor presencia y proliferar en cuerpos de agua cálidos y sin tratar, como lagos, lagunas, aguas geotermales, piscinas sin tratar o ríos, y los casos de infección están relacionados con actividades recreativas realizadas en estas aguas del tipo de zambullirse en ellas, lo que permite que el agua contaminada entre por la nariz y las amebas lleguen al cerebro.

Como suele ocurrir con este tipo de enfermedades, “suelen afectar más a niños menores de 12 años” o ancianos pero el motivo es que el sistema inmune de los niños se encuentra todavía en desarrollo y su placa cribosa es más porosa. En el caso de los ancianos, las defensas de su cuerpo son más débiles y eso provoca una menor resistencia a los daños causados.

Tratamiento y control

Se suele poder hacer frente a las enfermedades desde varias perspectivas y en varios momentos que pueden resumirse en dos: antes de la infección (prevención) y después (tratamiento). En la primera fase se puede viajar por un amplio abanico de opciones que van desde la legislación internacional específica, que en el caso de la ameba comecerebros solo se ve cumplida en México y Australia a través del control de aguas; la inversión en investigación de nuevos fármacos o los sistemas de control para detectarla a la mayor brevedad posible.

En los últimos casos ocurridos, se recurrió a un sistema de cultivo y PCR (técnica molecular) en paralelo que permitió actuar a tiempo en el caso de la niña española que se infectó en octubre de 2018. Para Jacob Lorenzo Morales, “el trabajo en equipo sincronizado de todas las entidades y profesionales involucrados” es un elemento clave para salvar la vida del paciente.

¡Increíble! todo lo que tienes que saber sobre la ameba que come cerebro

Si se llega a la segunda fase y la persona está infectada, el tratamiento más común para combatir la ameba comecerebros es la anfotericina B, un antibiótico y antifúngico aislado inicialmente de la especie bacteriana Streptomyces nodosus. Para ser más específico, el tratamiento que se suele emplear es un cóctel de antifúngicos, antimicrobianos y antiparásitos que incluyen este medicamento junto a otros como la rifampicina o la mitefosina.  “Lo importante es parar a la ameba en su avance, porque si no se consigue el paciente acaba muriendo en cuestión de días”, aclara Lorenzo Morales.

La anfotericina B presenta determinados efectos secundarios para el cuerpo humano entre los que se destaca la toxicidad para el hígado y, principalmente, el riñón. Esta toxicidad está “ligada a la dosis administrada y a la duración del tratamiento”.

¿Hay motivos de alarma social?

Entre 1962 y 2016 solo se detectaron 143 casos en los Estados Unidos y desde su descubrimiento ha habido poco más de 400 personas afectadas. A pesar de esto, a finales  de 2018 se dieron a conocer varios casos seguidos en Australia, Estados Unidos, Argentina y España.

Este incremento se debe, según Jacob Lorenzo Morales, a que “la mejora del conocimiento sobre la ameba” hace que sea más fácil de detectar, pero que el calentamiento global ha aumentado las condiciones de aguas cálidas donde estas prosperan. Incluso con este posible incremento, Lorenzo Morales considera que “no hay por qué crear una situación de pánico. Más del 80% de la población presenta anticuerpos frente a esas amebas” e incluso cuando han aumentado los casos mundiales “sigue siendo considerada una enfermedad rara”.

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Considero que debería servir a toda la población, a los científicos y personal clínico y a las autoridades competentes para concienciarnos todos de la presencia de las mismas y debatir si debemos decidir un mayor control de las aguas de recreo en nuestro país y a nivel internacional”.

 

José Becerra/Ciudad Valencia