El Día de Muertos es una celebración mexicana que honra a los ancestros durante el 2 de noviembre. Esta fecha coincide con la celebración católica del Día de los Fieles Difuntos. Aunque se ve primariamente como una festividad mexicana, también se celebra en muchas comunidades de los Estados Unidos donde existe una gran población hispana, y en una menor medida también se celebra en algunas partes de Latinoamérica.

 

 

EL TABÚ DE LA MUERTE

Abordar el tema de la muerte es una tarea embarazosa. Se nos educa en la cultura del apego y se considera la muerte como algo tabú. Chávez Villanueva, religioso mexicano, la afronta magistralmente desde la sencillez y complejidad del cristianismo primitivo. De otro lado, que definimos como ateísmo militante, resulta imposible obviar las reflexiones de José Saramago (1922-2010), increíble escritor portugués de múltiples ensayos y novelas, crítico incesante, Premio Nobel de Literatura 1998, en una de sus últimas novelas “Las intermitencias de la muerte”.  Ambos coinciden desde antípodas ideologías en conjurar el tabú creado en torno a la última opción del ser viviente.

 

La genial pluma de Saramago nos invita a entender la muerte como un proceso natural y necesario: El día en que nadie murió aquel fatídico día colapsaron las salas de emergencia y cuidados intensivos, los cementerios cerraron y se echó a la calle a los sepultureros y negociantes de parcelas y coronas, las funerarias cerraron sus puertas como por duelo, no se leyeron testamento ni se cobraron herencias, los ancianatos se atiborraron por falta de egresos, en fin, la pervivencia generó un completo caos”.

 

 

DESDE LA ERA MEDIEVAL

Ya en la edad media Francisco, el santo de Asís, la enumeraba entre sus hermanos y hermanas “hermano sol, hermana luna, hermano lobo, hermana muerte…”, refiere Chávez Villanueva que desde ese lejano tiempo, y ya desde mucho antes, la muerte formaba parte de la vida. Adultos y niños se maravillaban de encontrarla, no la encubrían. Luego con el surgimiento de las urbes y la mecanización, los hombres se alejaron de la realidad simple y natural de morir. Ahora faltan las palabras y los gestos para decir y vivir el morir moderno: generalmente solitario, deshumanizado, símbolo solo de un fracaso de la medicina.

 

Así, el contexto de la muerte ha cambiado profundamente, como la confrontación que tenemos contra el límite de todos los límites.

 

Tabú de la muerte
En Mexico calaveras flores y difuntos, están fuertemente enraizados en una cultura donde la muerte no se trata con pudor y tristeza, sino con una explosión de júbilo por el reencuentro con almas queridas.

 

 

SE PUEDE ESCOGER “NEGAR” LA MUERTE

Pascal, ya hace tres siglos escribió: “No alcanzando vencer la muerte, los hombres decidieron no pensarla más”. De tal manera que en la mente de muchos el concepto de muerte deviene en tabú. Similar a aquel que por largo tiempo ha significado la sexualidad. De este modo, se niega a la muerte su inscripción en la lógica de la vida. No se la reconoce como una ley escrita en la existencia. Se la vacía de sentido y se la convierte en un incidente. Se trata, obviamente, de un intento fallido. Películas, noticieros y juegos electrónicos están llenos de muerte en cantidades industriales y a la vista de los niños.

 

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En los más pequeños, la elaboración del concepto de muerte se hace por etapas sucesivas. En este curso el niño integra progresivamente los diversos aspectos de la muerte. Hasta que, hacia los ocho años, alcanza a entender su carácter irreversible y universal. y empiezan las preguntas: ¿Qué hay después? ¿Se desaparece del todo? ¿La muerte es un punto final en la vida o solo una coma? ¿La muerte nos alcanzará también a nosotros? ¿También a papá y a mamá? ¿Y no los veremos nunca más? ¿Debo morir también yo?.

 

 

LA VÍA “RACIONAL” UNIDA A LA FE

Se puede escoger la vía racional. No me atrevería  a decir que se debe. En todo caso, los cristianos afirmamos que este mundo no es nuestra casa definitiva. Es solo una especie de albergue. Somos huéspedes por corto tiempo y nada más. Cada día hay algo que nace y algo que muere, gente que parte y gente que arriba. Una cuestión así de radical solo se sobrelleva uniendo fe y razón. Dios no destruye la vida que ha creado, la transforma. ¿No es este el principio de Lavoisier conocido como Ley general de la conservación de la energía?

 

Ismael Noé / Ciudad VLC

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