Estas primeras líneas de hoy, un poco anecdóticas, no van dedicadas a una palabra en específico, sino a una expresión que ha llamado mi atención: El ajuro.

La frase detonante que da título a este artículo surgió hace ya algunos años, en mi época de formación universitaria.

Resulta ser que una profesora del área de Didáctica, que me dio clases, tenía la costumbre de, casi por muletilla, culminar la mayoría de sus peticiones y recomendaciones con un: “Ajuro porque sí”.

Más allá del pleonasmo que la frase como tal representa, llamaba mucho la atención el énfasis que dicha docente imprimía a sus afirmaciones.

Era muy común para nosotros, como estudiantes, escuchar en sus consejos y en las asignaciones diarias de nuestros deberes: “Muchachos, recuerden que tienen que entregar la composición a más tardar, sin falta, el viernes  ‘ajuro’ porque sí”.

Sin embargo, no fue sino hasta un tiempo después, quizás cuando ya no era más nuestra profesora, que pude darme cuenta de lo redundante de su afirmación.

Ahora bien, a todas luces, lo relevante de la frase en cuestión, en este caso, no es que se junten dos voces que denotan deber y obligación (“a juro” + porque sí).

Lo resaltante, en esta oportunidad, y quizás para sorpresa de muchos, es que dicha expresión “ajuro”, así como una sola palabra, como la pronuncia (y escribe) la mayoría de las personas, consta en realidad de dos vocablos: “a” y “juro”.

En países como Colombia y Venezuela es frecuente escuchar a la gente utilizarlas unidas para referirse a “hacer algo por obligación, ineludible”.

Por ejemplo, se dicen cosas como: “Me tomé la sopa ajuro”, “Lo acompañó ajuro”, “No tienes que ir ajuro al colegio”.

Como equivalentes en significado tenemos las expresiones “a la fuerza, por obligación, ineludible u obligatoriamente” y sus contra partes pueden ser “a voluntad”, entre otros.

 

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Ajuro en el diccionario

“A juro” (sí, separado), como lo registra el Diccionario de la Real Academia de la lengua Española  (DRAE), en realidad, viene de la locución adverbial “de juro” (ciertamente, por fuerza, sin remedio).

Un ejemplo apropiado de su utilización sería el siguiente: “…y el chico quería a juro que yo le diera lo más preciado…”

Si escudriñamos un poco más y nos remontamos a los orígenes del término “juro” (del latín “ius, iuris”: derecho), sabremos que se refiere a un “derecho perpetuo de propiedad”, según el DRAE.

Todo esto nos puede hacer entender que de alguna forma existe una relación directa o indirecta (deber-derecho) del término “a-juro”, en cuanto a su uso y etimología.

Después de toda esta breve explicación, me pregunto: ¿Aquella profesora del “ajuro porque sí” estará al tanto de estas otras diversas connotaciones que tiene la polémica palabra y su famosa expresión?

 

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Leonardo Melero/Lengua Curiosa/Ciudad VLC

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