Mi gustico de esta quincena

Resuélvete: Relatos del pueblo en tiempos de guerra

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Son las 10 de la mañana en la empresa recicladora Cartonplás C.A.. Es quincena y, como es habitual, los trabajadores, que allí hacen vida, se encuentran en medio de una tertulia. Al cabo de un rato, la conversación se convierte en catarsis. Pero ¿cuáles serán los pormenores de este evento? Vamos a conocerlos.

 

En medio de la masa proletaria se distingue la voz de Alberto, persona de corazón humilde pero a la vez efervescente ante un acto de injusticia. Su personalidad empática le ha valido un sin número de problemas. Él dirige el tema de conversación: ¿Cuál será el gustico que se dará esta quincena al cobrar?

 

Bueno, esta quincena me compraré un pan de queso y tocineta para cenar con mi esposa –dice Alberto, lleno de satisfacción-. Con la cara llena de melancolía, al fondo, se puede escuchar a Luis decir: ¿Te acuerdas Alberto, cuando todas las tardes al salir del trabajo íbamos a la panadería y cada uno nos zampábamos un pan de queso y tocineta con un litro de chicha?

 

Quincena
Aquellos gustos que el pueblo se daba antes de la guerra económica

Estas palabras enmudecieron a la audiencia por un instante. Alberto fijó su mirada al horizonte, buscando en su memoria aquellos recuerdos. Luego, agachó su cabeza, dirigió su mirada al piso y dijo: Claro que me acuerdo hermano. También me acuerdo que compartíamos el pan al medio día y alcanzaba pa’ todos.

 

Luis exclamó: ¡Aquellos tiempos, aquellos tiempos, cuando éramos ricos y no lo sabíamos. Que vaina Albertico! ¿Quieres saber cuál será mi gustico de esta quincena?

-Sí, claro, desembucha, pues-

 

-Pues hoy cenaré con carne– ¿qué tal? Sé que  es un exceso, porque con lo que gano no me alcanza pa’ mucho, pero tengo que darle descanso a los frijoles bayos y a la yuca. Así que comeré la carne con un campesino.

 

-¿Y eso Luisito? Vas a compartir con otro hombre? Ay vale, eso está raro- dice Alberto.

 

No seas gafo Alberto. Ya a ti la falta de proteínas te secó el cerebro. Hablo de un pan campesino.

 

Y así, al final, la catarsis se convirtió en un chiste. Lo cierto es que el venezolano sabe cómo transformar la tragedia en chiste y, así, sacar una sonrisa al afligido.

 

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