José Roberto Duque: «Muerto Chávez, había que castigar a todo un pueblo»

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Les dejamos la entrevista que le hizo recientemente el portal web argentino Ponele.info al periodista y escritor venezolano José Roberto Duque.


 

José Roberto Duque (1965) es periodista y escritor, y junto a la editorial argentina Tinta Limón acaba de publicar Venezuela crónica: Cómo fue que la historia nos trajo hasta aquí (2020), un libro que se balancea entre la historiografía y la prosa irónica para contar los últimos cien años de la política venezolana.

Duque escribe desde la crisis de 2019, cuando en los primeros meses de aquel año una serie de apagones eléctricos acompañó el arrebato del autoproclamado presidente Juan Guaidó, que parecía llevarse puesto al gobierno de Nicolás Maduro.

Y para el punto de partida de su relato, el que pretende explicar qué era lo que verdaderamente estaba en juego por esos días, elige el año 1917, momento en el que se descubre que Venezuela está asentado sobre grandes reservas de petróleo.

José Roberto Duque

Ese es, como se deja ver en las 160 páginas del libro, el hito refundacional que moldeó la idisioncrasia del país, y que dio lugar a una transformación geográfica de las ciudades y a la conformación de una clase media consumista.

La pelea durante décadas por el manejo de ese recurso estratégico trajo, por añadidura, el libreto latinoamericano clásico: violencia, golpes de estado y ebullición social, intelectual y cultural.

En los años ’90, el proceso de desencanto de buena parte de la sociedad llevaría a Hugo Chávez al poder.

Siete años después de su muerte, las preguntas por el verdadero significado de la transformación chavista y por dónde queda parada la sociedad venezolana de cara a esta nueva década que comienza se hacen presentes.

En el prologo afirmás: “No hay dudas de que a Venezuela se le está cobrando la osadía histórica decidida colectivamente desde 1998”. ¿Por qué? ¿Esta premisa te impulsó a escribir el libro?

Pues creo que la osadía venezolana consistió en apoyar masivamente a un líder que tenía años hablando en clave antiimperialista y contrahegemónica.

Chávez llegó al poder porque toda una clase excluida, y parte de las otras clases, respaldaron sus propuestas iniciales.

Así que cuando llegó la hora de castigar a alguien por ese desafío, muerto Chávez en 2013, había que castigar a todo un pueblo. En eso andamos, expiando esa altanería histórica. Me gusta llamarla altivez.

Venezuela crónica, además de referirse al género periodístico, sugiere que la historia del país está basada en una repetición de los hechos. Dentro  de esta mirada cíclica, y llevándolo a la actualidad, con Juan Guaidó como última figura, ¿se puede decir que en Venezuela hay rostros nuevos pero siempre intervienen los mismos jugadores?

Estrictamente sí, se puede decir que hay un gran actor en esto de manejar títeres y maniobrar para poner a funcionar a Venezuela a su favor. Ese gran titiritero es Estados Unidos. Lo ha sido invariablemente desde hace un siglo. Y sí, Guaidó es un personaje que no toma decisiones ni imparte órdenes o es jefe de nadie o de nada. Una figurita que recibe instrucciones.

José Roberto Duque

Uno de los enfoques del libro está puesto en cómo el manejo del petróleo moldeó no solo la geografía de su territorio sino la personalidad de los venezolanos. En un pasaje escribís: “Fuimos víctimas, como pueblo y como sociedad, de una muy bien diseñada estrategia de inhibición de nuestro ser productor y de potenciación de nuestro ser consumidor o abiertamente consumista”. ¿El chavismo vino a romper esta lógica? 

El chavismo consiste precisamente en el acto de romper esa lógica. Solo que ese acto de ruptura ha sido lento, difícil, doloroso. Y de paso tuvimos un momento de locura consumista, los años de la bonanza 2006-2010. Hacer revoluciones lentas deja la sensación de que no está pasando nada, de que los cambios no han sido dramáticos o decisivos.

Todavía se encuentra unos chavistas preguntándose si de verdad esto que vivimos es en realidad una revolución. Pero si comparamos este momento con nuestro año 1998, o incluso con 2008-2009, veremos profundas diferencias.

Por cierto que esa profundidad y esas diferencias solo nos es posible sentirlas a quienes vivimos acá y tenemos conciencia de cómo fueron y cómo se vivía en esos momentos. En el libro se dice un par de cosas sobre ese asunto, pero la sola experiencia de la lectura no es suficiente para detectar el cambio gigantesco que hemos logrado. Lo siento.

Como se remarca en el libro, “El Caracazo” de 1989 representa un cambio de época para Venezuela, ya que buena parte de la sociedad empezó a politizarse a partir de ese momento. ¿Cómo es visto en retrospectiva y a nivel general? ¿Hay consenso en que fue el origen de esta ruptura que hoy vive el país?

No hay un consenso venezolano sobre qué cosas destruyó o para dónde nos condujo el Caracazo. Al sector más analítico y estudioso del chavismo le gusta ver ese episodio como clímax de las rabias del pueblo, y de allí en adelante como inicio de una etapa emancipatoria.

Otras personas, dentro y fuera del chavismo, seguramente te dirían que el Caracazo no fue sino un acto de delincuencia colectiva, recuerda que robar es algo muy malo y la propiedad privada es sagrada, y bueno, los pobres salimos a robar en febrero de 1989. Hay un ejercicio argumentativo difícil de rebatir, escúchalo: “Las personas que salieron a saquear en 1989 no estaban destruyendo al capitalismo sino cambiando de propietarios: unos tipos tenían alimentos, televisores y otros objetos, y de pronto otros tipos tenían esos mismos televisores y alimentos en sus casas. No se destruyó la propiedad: una gente quería ser propietaria y lo logró por un rato”.

Tiene sentido y es difícil hilar retóricamente para desmentir eso. Pero hay algo innegable y es que después de 1989 Venezuela comenzó a buscar otro rumbo, al principio errática y torpemente, hasta que llegó el chavismo a organizar esa enorme masa de energía dispersa. Eso sí lo explica bien Venezuela crónica.

Cuando Chávez irrumpió en la escena, en los primeros ’90, hablás de que había cierta reticencia en los sectores progresistas y de izquierda, sobre todo por provenir de una institución conservadora como la militar.  Pensando en 2020, ¿qué lugar creés que ocupa la izquierda intelectual / cultural venezolana dentro del debate?

En Venezuela están divididos todos los gremios y sectores vivos: empresarios, estudiantes, obreros, militares, policías, religiosos, periodistas, artistas, intelectuales de izquierda y de los otros.

Hay intelectuales a los que les parecía muy cómodo llamarse “de izquierda” antes de Chávez, y en los primeros años de Chávez. Hasta que comenzaron las dificultades a minar el sistema nervioso y las convicciones de un montón de gente, y ahí comenzaron muchos a “arrugar”, como decimos en Venezuela: a evidenciar su cansancio y su debilidad, y a tratar de hacerla pública pero disfrazada de distanciamiento ético: “Yo no he dejado de ser de izquierda, el gobierno sí dejó de ser de izquierda, entonces yo me retiro a hacer equipo con la derecha para salir de este gobierno”.

Es fácil apoyar revoluciones perfectas y limpias leyendo libros, imaginándolas. En nuestras fantasías todo sale bien y nadie comete errores, nunca falta el agua ni la gasolina, ¿no? Difícil es apoyar las revoluciones dolorosas e imperfectas que ocurren en la vida real. Esas en las que Estados Unidos te detesta en lugar de dejarte vivir en paz.

Pensando también en los casos de otros países periféricos con grandes reservas naturales que están en la mira de las potencias, ¿se puede decir que para Venezuela esa bendición que representa el petróleo es también su mayor condena?

El uso que hemos hecho de los combustibles fósiles es una pesadilla para todo el planeta, no solo para Venezuela. Salvo cuando pueden hacerse cosas con la montaña de billetes que a veces llega (a nosotros creo que ya no nos volverá a llegar), nunca hemos recibido del petróleo nada que parezca una bendición.

Hace poco leí una cita de James Canton, que me fascina, y ahora es el centro de las reflexiones que me mueven dentro de todo este rollo doméstico y planetario. El tipo escribió: “La edad de piedra terminó, y no fue por falta de piedras. La era del petróleo terminará antes que se termine el petróleo”.

Nos toca pensar el país y el planeta en clave de colapso, del colapso que viene. La ciudad que conocemos ya no será viable sin petróleo.

Entonces, al cabo de unas décadas o siglos, si nos volvemos a ver, por favor recordemos tu última pregunta y entonces te responderé si la historia venezolana del uso de la energía nos tenía reservada una bendición o una condena.

José Roberto Duque

 

 

Ciudad VLC/Ponele.info

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