Por Pedro Salima: PALABREO No podemos ser sólo espectadores

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Por Pedro Salima: PALABREO No podemos ser sólo espectadores

Esta semana que se acerca a su cierre murieron varios médicos venezolanos, con hijos, con gente que les quería, infectados por el Covid 19; algunos de ellos contaminados por pacientes también víctimas del terrible virus, pero que, contrarios al médico, no se emponzoñaron por estar cumpliendo con su deber sino por estar de rumba, paseo, visita al amigo sin tomar las debidas precauciones, que son de carácter obligatorio, no porque a Nicolás Maduro las invente o le salgan del forro, sino porque obedecen a las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud.

Me permito, y disculpen los lectores, narrar lo ocurrido en Anzoátegui con dos jóvenes médicos, egresados de la UDO, una universidad pública porque los estudios de medicina acá son sostenidos por el Estado, especialistas ambos y, a decir de mi hija, brillantes.

Los dos se quedaron en su país, a lo mejor en desacuerdo con el gobierno, pero desde su Patria. Uno de ellos estaba en emergencia atendiendo un caso referente a su especialidad, cuando llega una persona con un fuerte dolor de oído, sin tapabocas ni ninguna previsión contra el Coronavirus. Exige a gritos ser atendido.

Los médicos de guardia están ocupados çon otros pacientes, igual urgidos de atención, así que el joven especialista le atiende, sin remilgos porque el ciudadano sin tapabocas exige que le vean de primero.

El tipo sale positivo en la llamada prueba rápida. Infecta al Galeno, «al «mamagüe… ese que ahora me sale con el cuento del virus de mier…». El caballero fue internado, atendido y medicado. Se infectó por no usar el tapabocas «porque ese bicho es una ladilla”.

 

Por Pedro Salima: PALABREO No podemos ser sólo espectadores

 

Cuando el joven especialista dio positivo en la prueba, infectado por el paciente con el dolor de oído, fue aislado, puesto en cuarentena, con todos los cuidados, pues no podía respirar. Su excompañera de estudios, amiga, panita, al enterarse que tiene el Covid 19, le atiende. Le dedica horas para que puedan seguir recordando juntos tantas alegrías y sinsabores en los estudios.

El joven especialista muere víctima del virus. La chica, también especialista, se desespera en esos momentos en que alguien tan cercano se te va. Es infectada. También se muere. Los dos jóvenes especialistas están muertos. Sus familiares le lloran.

El paciente que no usa tapabocas porque le ladilla está vivo. Ya se sabe que nunca morirá de Covid 19. Prefiero ahorrarme adjetivos para referirme a él. Bueno, está vivo y ahora no está obligado a usar tapabocas.

Lo de una pequeña isla cuidada al máximo por su Alcalde y quienes le acompañan en el gobierno municipal, es conocido. El joven y su equipo se empeñan lo máximo, agotan recursos, conversan, limpian para que el Coronavirus no les llegue.

Protége al máximo la salud de su pueblo. Pero nunca falta el descuido, la irresponsabilidad y la ausencia de conciencia de mucha gente. A alguien se le ocurre hacer una fiesta a pesar de la pandemia, que es mundial, y la hace sin medir las consecuencias para el resto de la humanidad.

A ello se le une el sujeto que quiere ir a la fiesta, pero está en la otra isla. Paga para que lo lleven, burlando a las autoridades y cree que puede celebrar su audacia. Se ríe porque viola la vigilancia a lo héroe de television.

Y termina infectando a varias personas. El maravilloso trabajo del Alcalde se ve perturbado por la irresponsabilidad de un cretino. Una isla entera es sometida a riesgo por su irresponsabilidad.

El Estado venezolano debe invertir dinero en médicos, medicamentos, espacio hospitalario, comida y limpieza para sanar al irresponsable. El tercio anda por allí, libre, quizás metido en otra rumba donde nuevos infectados se sumarán a las estadísticas.

¿Podemos seguir siendo espectadores silenciosos ante tanta insensatez? Considero que no podemos hacernos los locos y dejarle el esfuerzo al Estado.

Nos toca ser malasangres, sapos, soplones, entrometidos, chivatos, pero debemos denunciar a los que violentos las normas de sobrevivencia que nos impone la realidad. Aquí no vale aquello de «vive y deja vivir». Nos toca vivir entre todos, en solidaridad. Denunciemos.

Por Pedro Salima: PALABREO No podemos ser sólo espectadores

 

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Ciudad VLC / El Sol de Margarita