BIOGRAFÍAS PORTÁTILES (27): ARTURO MICHELENA

Biografías Portátiles (27): Arturo Michelena trata sobre la vida y obra artística de este patrimonio vivo de Valencia, la de Venezuela. JCDN.

A Yajaira Marín Ríos, una valenciana de nuestros afectos, in memoriam.

Michelena en la composición de su lienzo sobre el asesinato de Sucre

Arturo Michelena (Valencia, 1863 – Caracas, 1898) es una figura emblemática de la ciudad de Valencia, la de Venezuela. No es un accidente el hecho que los bustos de Michelena y el escritor José Rafael Pocaterra estén cuidando la entrada del Museo de Arte Valencia. Fue uno de nuestros más grandes pintores, pues contribuyó a configurar el discurso plástico nacional. Integró una portentosa generación artística con Antonio Herrera Toro, Cristóbal Rojas y Martin Tovar y Tovar.

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Tuvimos el privilegio de apreciar una significativa parte de la obra de Michelena gracias a la exposición “Intimismo y Épica. Las dos travesías de Arturo Michelena. 150° Aniversario de su natalicio (1863-2013)” de la Galería de Arte Nacional con la curaduría de Juan Calzadilla. Por cierto, las instituciones valencianas le prestaron muy poca colaboración al poeta Calzadilla y esta empresa expositiva, lo cual deja muy mal parada a la burocracia cultural local.

También citamos dos exposiciones realizadas en Valencia: “Arturo Michelena y el arte del siglo XIX” y “Arturo Michelena, niño”, 2007, en el hasta entonces Museo Arturo Michelena de Valencia (hoy CAVAM) ubicado en la Plaza Bolívar. La obra plástica de Michelena no sólo revela sus extraordinarias dotes técnicas, sino su pasión por la Historia de la República, por supuesto, influida por la historiografía romántica de Juan Vicente González y Eduardo Blanco.

Vuelvan Caras (detalle)

“Vuelvan caras” no sólo es una recreación impresionante de la batalla de las Queseras del Medio con Páez en la vanguardia, sino una demostración palpable de su magnífica técnica pictórica: El juego de la luz y el movimiento es altamente dinámico, pues las figuras guerreras y sus cabalgaduras estremecen y trascienden el formato bidimensional. En “Pentesilea” de 1891, bellas Amazonas semidesnudas y sus cabalgaduras se precipitan del puente al espectador asombrado en el fragor de la batalla. “La vara rota” (1892) recrea una escena taurina muy vivaz y colorida que combina realismo e impresionismo en un ejercicio casi fotográfico.

Fragmento de Pentesilea

El trabajo paisajístico de Michelena es notable dada la agudeza de su mirada que se apropia felizmente de la Naturaleza. Los paisajes caraqueños de finales de siglo atestiguan un buen momento de su matrimonio con Lastenia Tello. Su condición de tuberculoso le llevó a explorar la montaña y la campiña. El tratamiento del paisaje fue asumido de modo autónomo en pequeño formato y de manera integral en los grandes óleos históricos y retratos como telón de fondo. Podemos observarlo en los paisajes como tales y en los retratos célebres de Bolívar (1888) y Joaquín Crespo (1897). Probablemente, la obra paisajística de Michelena registra los paisajes naturales de Valencia desde su propia infancia hasta la adultez.

Si bien coincidimos con el poeta Calzadilla en la condición de pintor oficial de Arturo Michelena que hizo concesiones a la sociedad conservadora de su tiempo, no podemos obviar la calidad notoria de sus retratos de gran formato. Se conjuga lo icónico, lo intimista y lo histórico, más allá del afán propagandístico del discurso político de aquel tiempo. Como se sabe, la deificación de Simón Bolívar sustentó los proyectos de hegemonía política de Páez y Guzmán Blanco que comprendieron tanto al conservadurismo como al liberalismo del siglo XIX.

Detalle de Miranda en La Carraca

“Miranda en la Carraca” es un retrato yacente que manifiesta con gran dramatismo el fracaso coyuntural del proyecto quijotesco e integracionista de Latinoamérica, patente en la obra escrita y política de Miranda y Bolívar. Este cuadro proverbial es quizás la gran referencia icónica de nuestro país. No nos cansamos de mirarlo con asombro, devoción y admiración.

La Última Cena de Arturo Michelena

Incluso la obra de Michelena niño nos depara momentos de placer estético que agradecemos aún con devoción. Desde el “Paisaje rural” (1874) y su tratamiento de los colores fríos, las estampas religiosas, el bestiario doméstico, “El infierno” (1874) con sus diablos bailómanos y el fantástico autorretrato a los once años.

La ciudad de Valencia, muy a pesar de sus pésimos gobernantes a lo largo de la historia, no es concebible sin los cuadros de Arturo Michelena, los textos narrativos de Pocaterra, Enrique Bernardo Núñez y Slavko Zupcic, o los pícaros ensayos de Pedro Téllez. En definitiva, Arturo Michelena es patrimonio vivo de Valencia, pues la dignifica y la salva del caos a la que la someten políticos, funcionarios y catedráticos de perversa voluntad.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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