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Una ola de alegría y esperanza se avivó en los venezolanos el 17 de agosto del año en curso, cuando el presidente de la República, Nicolás Maduro, anunció el nuevo salario mínimo, 1.800 bolívares soberanos (BsS), lo que equivale a medio Petro.

La estabilización del salario en base al precio Petro (3.600 BsS), significó para el Gobierno Nacional y el pueblo trabajador, una nueva ofensiva para recuperar el poder adquisitivo, no obstante, al cabo de un mes, mes y medio, el contrataque de los actores económicos desató ferozmente la usura y especulación.


Hoy en día los precios acordados entre el Ejecutivo y empresarios quedaron en el olvido, por lo que muchos se preguntan ¿Qué se puede comprar con el salario mínimo?.

Al respecto Ciudad Valencia sondeó la opinión de los carabobeños.

Hilvic Flores, madre y trabajadora carabobeña considera que el salario actual no se adapta a la realidad inflacionaria. Apuntó que nunca se respetaron los acuerdos y decretos donde se establecieron los precios acordados entre el Gobierno Nacional y los empresarios.

“Los precios acordados son una fantasía porque nadie los respeta. Cuando vas al mercado, no hay precios acordados, pagas lo que estipule el comercio, desde luego si puedes pagarlo, esa es la realidad. Con salario mínimo no se puede vivir”.

Flores aseveró que las proteínas animales están incomparables. La carne está por el orden de los 800 y 900 bolívares soberanos (BsS), el pollo igual de caro. “Ni hablar de los huevos”, en tiempo record se han incrementado tanto, que no son una alternativa económica para las familias que devengan salario mínimo.

Las vísceras de animales, que muchos consideraban una opción al no tener acceso a la carne o pollo, también se fueron a las nubes, por ejemplo un kilo de pansa de res cuesta 650 BsS, un alimento que meses atrás todavía era accesible.

 

Buscar alternativas

Para Ramón Núñez, quien reside en la capital carabobeña, buscar alternativas ante la ola especulativa para distribuir el ingreso, es la clave.

Asegura que ir a los mercados populares como: Plaza de Toros, el Periférico de La Candelaria, otros, son opciones viables para encontrar precios más aceptables para el bolsillo de los carabobeños, aunque no niega que la especulación varía de puesto en puesto.

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Periférico La Candelaria de Valencia.

 

Agregó que hay que caminar y preguntar hasta hallar lo que buscas más barato.

 

“Mi señora es la que se encarga, generalmente, de hacer los recorridos por los mercados. En Plaza de Toro, por ejemplo, si llevas efectivo, en algunos puestos, puedes comprar más barato que comprando, o pagando con tarjeta de débito, esa es una ventaja que hay que aprovechar”, refirió Núñez.

En cuanto a la ingesta de proteínas, Núñez aseguró que en la dieta de él y su esposa, rara vez se incluye la carne y el pollo, dado el alto costo de los mismo, por lo que optan por alternativas alimenticias más económica y saludables como la sardina y guisados de vegetales como calabacín, berenjena, soya. ¡Cuando se consigue a buen precio!, exclamó Núñez.

“De todo lo que estamos viviendo, podemos sacar cosas positivas, pues hemos aprendido a aprovechar los recursos disponibles, el valor de uso y riqueza nutricional de rubros que antes no eran tan apreciados, como la yuca. Sin duda el Gobierno hizo algo por equiparar el poder adquisitivo, pero con la dinámica especulativa que hemos estado viviendo, teníamos la sensación de que eso duraría poco, y así fue, porque los precios se dispararon al cabo de un mes después del aumento del salario mínimo y hoy los aumento de los productos, son excesivos cada dos tres días”.

 

Distribución creativa del ingreso

Magaly Zabala, madre y trabajadora que habita en el municipio Naguanagua, explicó que con un salario mínimo compraría medio kilo de queso, medio cartón de huevos, un kilo de granos (caraotas o lentejas) y aliños.

 

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Agregó que con la caja de alimentos de los Consejos Locales de Abastecimiento y Producción (Clap), suele ayudarse mucho, pues complementa sus requerimientos por más días. Además, comentó que hace trabajos de costura, con lo que genera otros ingresos y esto le permite cubrir otros gastos prioritarios del hogar.

Por su parte, José Árias, quien vive y labora en la entidad, explicó que gracias a que no tiene muchachos pequeños, logra estirar un poco más la plata. Esta consiente que con el salario mínimo actual no vive nadie, por lo que celebra que su esposa también aporte ingresos para el hogar.

Detalló que para garantizar las proteínas, optan por comprar granos y sardinas, además de huevos, en la medida de lo posible, pues ya el cartón está entre 800 y 1.000 BsS.

 

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Hoy en día hay que reinventarse, porque no está nada fácil. Mientras sigan subiendo los precios sin control, no importa cuánto aumente el sueldo, porque igual el poder adquisitivo se desintegra, advirtió Áreas.

Milagros Pulido, quien trabaja y vive al sur de Valencia, comentó que con 1.800 BsS hay que ponerse creativa para comer, porque en eso se le va la mayor parte de su salario.

Detalló que suele comprar huevos, auyama, espinacas, topocho, nada de carne, pollo, porque ni rabo, ni patas de pollo, ni lengua de res puede comprar, pues sus precios oscilan entre 300 y 700 BsS.

Además, asegura que vive alquilada, paga servicios, tiene una mascota, a quien la especulación y la hiperinflación también le han dado duro, pues ya no puede comprarle la perrarina, porque la más económica cuesta 1.000 BsS el kilogramo.

Magia y malabares

“Con 1.800 BsS ya no se comprar nada, imagínate tenemos que hacer magia y malabares para sobrevivir con eso. La prioridad es la alimentación de los chamos, por eso solo podría comprar granos para variar en la semana, porque ni el queso, los huevos, azúcar, carne, pollo, no se pueden comprar”, expresó Jonas Celis quien habita al sur de la ciudad de Valencia.

La madre trabajadora detalló, que procura incluir vegetales y frutas (Que compra en el mercado popular de Plaza de Toros), en la dieta básica de sus hijos, por lo que hace el sacrificio de trabajar labores extras para garantizar una mejor alimentación para toda la familia.

“Gracias a Dios tengo la ayuda de mi esposo, con su ingreso podemos hacer frente a gastos que con un salario mínimo no se cubren, como: productos de cuidado personal, detergente, tollas sanitarias, pasajes, meriendas y gastos escolares de los niños, servicios y más, pero a pesar de eso muchas veces nos vemos apretados”, agregó Jonas.

 

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Para la madre de tres niños, Aixel Pérez, vivir con salario mínimo es imposible, porque una harina cuesta entre 300 y 400 BsS. Asegura que sus hijos tienen mucho tiempo que no llevan merienda para el colegio porque su salario no le alcanza para eso.

“Yo priorizo la alimentación, que se vayan comidos para su colegio, sus pasajes para el colegio, porque es mentira que puedo darles todo lo que quiero, pues a duras penas logré comprarles lo esencial para ir a la escuela”, manifestó Pérez.

Con cierta tristeza, Aixel recuerda que ya está entrando la época decembrina, y aunque trabaja y recibirá aguinaldos, está consiente de una vez más tendrá que priorizar que comprar ropa o zapatos, al menos para uno de los días en que los chamos esperan estrenar algo.

Esta es la realidad que enfrentan no solo los carabobeños, también buena parte del pueblo venezolano, que con esta situación, desencadenada por la guerra especulativa desmedida, ven como desaparece su poder adquisitivo.

 

Ciudad VLC/María A. Guevara

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