Del 12-M/1974 al 4-F/1992 (con repercusiones hasta 2018): frases y datos imborrables

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El enérgico caminante saltarín de charcos, entonces candidato Carlos Andrés Pérez (CAP) en 1973, había prometido en su campaña “Democracia con energía” “administrar la abundancia con criterio de escasez”, teniendo como principal objetivo la nacionalización del hierro y el petróleo para llevar a Venezuela por la senda del “desarrollo” primermundista y convertir al país en una vigorosa economía emergente, donde la pobreza y la riqueza casi que se dieran la mano.

 

Tras ganarle por una considerable diferencia de votos (“acta mata votos” era el lema de Acción Democrática, su partido, en esa época) al gris candidato Lorenzo Fernández (empresario, dueño de Helados EFE, candidato de COPEI) en las elecciones de diciembre de ese año, CAP asume la presidencia el 12 de marzo de 1974 de manos de Rafael Caldera (COPEI), quien había gobernado durante el quinquenio anterior con el lema “El Cambio Va” (y nunca “fue”).

 

Carlos Andrés Pérez es uno de los máximos referentes del oportunismo y la farsa adeca.

 

Con una fachada de hombre de izquierda, de líder del Tercer Mundo, CAP llegó a ser Vicepresidente de la Internacional Socialista en 1976, contribuyendo mucho con eso una gestión populista que mantuvo su imagen progresista por varias décadas en un sector de la sociedad venezolana, principalmente, la clase media.

 

Pero, los resultados de su primer gobierno decían lo contrario: la renta per cápita por ingreso petrolero en Venezuela llegó a ser la más elevada de Suramérica a mediados de los setenta, pero contrastaba con la recesión económica que atravesaba el país. Eran los tiempos en que se habían disparado los precios del barril de petróleo debido a la guerra del Yom Kipur en Medio Oriente, produciendo, a su vez, grandes problemas económicos en Estados Unidos, siendo éste último el principal comprador de crudo del país.

 

Bautizada como la “Venezuela saudita” (por el chorro de dinero que se manejaba gracias al petróleo), la administración CAP intentó mantener una amplia política de gasto público en lo educativo y lo social. Sin embargo, el gobierno se endeudó con el FMI y para administrar y distribuir tantos recursos, bajo previo permiso del congreso, CAP creó el Fondo de Inversiones de Venezuela (FIV) y, posteriormente, Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima (PDVSA).

 

¿A qué viene esta recurrencia a hechos tan conocidos? A una respuesta muy obvia: el capitalismo jamás podrá resolver los problemas del pueblo a través de medidas que crean el espejismo del bienestar general, cuando, en realidad, es la burguesía la que se lleva el lomito a casa gracias a las políticas económicas del Estado.

 

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De izquierda a derecha: Rafael Caldera, Eugenio Mendoza, Jóvito Villalba, Gonzalo Barrios y Wolfgang Larrazábal tomándose alguito.

 

¿Dónde quedó tanto dinero que llenaban las arcas nacionales en esa Venezuela de los préstamos agropecuarios condonados, a pesar de no haber cosecha; de las pick ups destinadas al campo que terminaron faroleando por las calles de la ciudad? Una buena parte se quedó en el populismo amortizador de deudas (nadie pagó préstamos); la otra en los “gastos públicos” (Plan de Becas Gran Mariscal de Ayacucho, por ejemplo) y la mayor parte a las cuentas del clan CAP/Cisneros (dueños de Venevisión, quienes eran sus testaferros), además de la corruptela que caracterizó a su quinquenio desde su tren ministerial.

 

Como evidencia de ese desequilibrio fiscal y financiero, las importaciones se incrementaron, haciendo más dependiente al país para cubrir el abastecimiento interno, aumentando también la escala de precios con una inflación que alcanzó un 68%. Y, pronto, el gasto público rebasó los ingresos fiscales, de manera que aquello de “administrar la abundancia con criterio de escasez” se fue al foso.

 

Un dato revelador es que la deuda nacional interna y externa pasó de 8.434 millones de bolívares en 1973 a más de 100.000 millones de bolívares hacia 1979, favoreciendo al capital privado en inversiones inmobiliarias y mercados financieros de capitales especulativos, aparte del subsidio que la industria recibía (sin riesgo de la inversión de los patronos), mientras se desangraba el erario nacional.

 

Llegan, inevitablemente, las elecciones de 1978 y Luis Herrera Campins, candidato de COPEI ganador de la contienda, dice que recibe un “país hipotecado”. ¿De que sirvieron, entonces, las nacionalizaciones del hierro (1975) y el petróleo (1976) si Venezuela quedó en manos de la banca internacional? Para llenar, más aún, los bolsillos de la burguesía nacional e internacional en detrimento del interés de la república y el pueblo venezolano.

 

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Herrera Campins recibió un «país hipotecado».

 

No obstante, el liderazgo de CAP se mantuvo, quedándole a una buena parte del pueblo la sensación de que con él, en una eventual gestión diez años más tarde, se volvería a la Venezuela del derroche y los realazos (debe recordarse que la Constitución de 1961 no permitía la reelección inmediata, teniendo que esperarse diez años para volver a ser candidato a la presidencia).

 

No tardó el lustro de Herrera Campins en dar muestras de crecimiento de la deuda externa y la devaluación gradual del bolívar, produciéndose, por lo tanto, el viernes 18 de febrero de 1983 (el famoso “viernes negro”), en el que la moneda nacional se devaluó de 4.30 a 7.30 bolívares por dólar. Fue una verdadera debacle con consecuencias que aún se siguen padeciendo.

 

Así, Jaime Lusinchi, sucesor de Herrera recibe, según sus palabras, “un país devaluado”. Por supuesto, esas expresiones eran las carantoñas a la opinión pública durante los primeros cien días de gobierno, porque su gestión fue tan paupérrima que se agudizaron los problemas sociales de todo tipo: creció la deuda externa, la silla de Miraflores de Lusinchi fue sustituida por el tocador de su “barragana” Blanca Ibáñez, quien asumía las riendas del país en la práctica, con la mampara de su amante en la primera magistratura, mientras el bolívar continuaba devaluándose progresivamente.

 

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Blanca Ibáñez tenía más poder que el propio Ejecutivo Nacional.

 

Un hecho público y notorio es el desfalco a RECADI, del cual la pareja Ibañez-Lusinchi sustrajo once mil millones de dólares al término de su mandato, botín con el que se fueron a dar la gran vida en Miami (¿Qué será de la vida del Chinito de RECADI?).

 

Como irresponsable canto de despedida, a Lusinchi, el hombre de la cínica sonrisita, se le oyó decir “Me engañó la banca”. Sin embargo, el bipartidismo de AD y COPEI, entre frase y frase presidencial, nunca dejó de disfrutar las sustanciosas tajadas del poder, gobernara quien gobernara, encubiertos siempre con los disfraces de “protección a las clases más populares”.

 

Y ya, por fin, en 1988, Carlos Andrés Pérez vuelve a ser candidato por AD en su campaña “El Gocho pa’l 88”, ganándole a su competidor por COPEI: Eduardo Fernández (el Tigre). De ese modo, se inicia el segundo mandato de CAP el 2F de 1989 con una toma de posesión que se conoció luego como “la coronación”, de acuerdo con lo suntuoso del evento, al que asistieron personalidades del mundo entero, incluyendo a Fidel Castro, figura principal de la convocatoria.

 

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CAP al igual que sus predecesores se sometían a los designios de Washington. En la foto, CAP junto al presidente George H. W. Bush.

 

Entonces, apenas asumida la presidencia, rodeado de un equipo de jóvenes tecnócratas conocidos como “Los Chicago Boys” (la mayoría de ellos egresados de la Universidad de Harvard), además de una élite burguesa nacional, CAP da rienda suelta a las políticas neoliberales y, desde el mismo 16 de ese mes, emite un programa de medidas económicas, mediante una serie de decretos, como son los siguientes:

-Solicitud de financiamiento al Fondo Monetario Internacional (FMI) acogiéndose a un programa de ajustes.
-Liberación de las tasas de interés activas y pasivas.
-Unificación de la tasa cambiaria.
-Eliminación de la tasa preferencial y la Oficina de Régimen de Cambios Diferenciales (RECADI).
-Liberación de los precios de todos los productos excepto los de la «cesta básica».
-Incremento de tarifas de servicios públicos.
-Aumento del precio de la gasolina y otros derivados del petróleo en el mercado nacional, durante 3 años, con un primer aumento de 100% (cinco centavos de dólar) en el precio de la gasolina y un 30% en el del transporte.
-Aumento de los sueldos de la administración pública entre el 5 y el 30%, el salario mínimo a Bs. 4.000 en la ciudad y Bs. 2.500 en el campo.
-Congelamiento de los cargos de la administración pública.
-Racionalización y eliminación de los aranceles de importación.
-Reducción del déficit fiscal a menos del 4%

 

El jefe de Cordiplan (Oficina de Coordinación y Planificación), Miguel “paquetico” Rodríguez, junto con su mano derecha Ricardo Haussman, el Ministro de Fomento, Moisés Naim, y la titular del Ministerio de Hacienda y ficha de Fedecámaras Eglee Iturbe de Blanco, nunca imaginaron que comulgar con aquello del “fin de la historia” y de la “caída del Muro de Berlín” (para justificar zamparle al pueblo un astazo hambreador) repercutiría en un fenómeno social que partió la historia de la Venezuela actual en dos.

 

Gasolina y pasaje se unieron en un aumento y el pueblo, espontáneamente, comenzando por los lados de Guarenas y, luego, en todo el país, también se unió en un volcán de arrechera, frustración y desahogo los días 27 y 28 de febrero y 1º de marzo, produciéndose saqueos y disturbios que generaron más de tres mil asesinados de manos del ejército. El país demostró que una cosa ocurría en la vieja Europa y otra, muy distinta, acontecía en tierras de Guaicaipuro, Chirinos, Sucre, Bolívar, Zamora.

 

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Se calculan que las muertes durante El Caracazo oscilan entre 300 y 3000 muertes.

 

Volvía Carlos Andrés a recurrir a esas frases tan apetecidas por la clase política: “Yo lo que quiero es me saquen en hombros de Miraflores”, buscando, así, demostrar que el paquete de medidas tenían, en el fondo, “buenas intenciones”.

 

Pues, tras los sucesos del 27 y 28/F; 4-F/ y 28N/1992 y, sobre todo, su destitución como presidente por malversación de fondos (1993), CAP sólo atinó a decir “Hubiera preferido otra muerte…”

 

Ese “mar de fondo” y otras tantas razones precipitaron lo que (impensablemente para la mayoría) se gestaba dentro de los cuarteles: el Movimiento Revolucionario Bolivariano 200 (MBR 200), cuyo plan insurreccional liberador se proponía derrocar a un gobierno que pretendía seguir aplicando la receta del FMI y fundar en el país un modelo neoliberal privatizador de la cosa pública en detrimento del pueblo y los intereses de la nación.

 

Cuando Hugo Chávez, Francisco Arias Cárdenas, Joel Acosta Chirinos, Jesús Urdaneta Hernández (estos dos últimos disidentes del chavismo) entre otros oficiales y soldados, irrumpieron con tanquetas en el Palacio de Miraflores la madrugada del 4 de febrero de 1992, no lo hacían sólo contra CAP y su gobierno: fueron (y son) expresión de un cúmulo explosivo de conciencia producto de décadas de fracasos, abusos y entregas por cuotas de la patria a las grandes corporaciones internacionales. El 4-F/1992 y el 28-N/1992, al marcar el rumbo del triunfo de Hugo Chávez, hicieron justicia en favor del pueblo pobre de América Latina y el resto del mundo. Ha sido una efervescencia de lucha que repercute en cada paso emancipador de los explotados del planeta. A esa escala de trascendencia ha llegado la presencia del “Por Ahora…”

 

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Los insurgentes del 4-F quedaron profundamente grabados en la mente de los venezolanos y venezolanas.

 

Hoy, hasta este 4-F/2018, se desataron los demonios del viejo capitalismo con ropajes de distinto pelambre, pero, siempre con el mismo objetivo: no permitir el surgimiento y la consolidación de un modelo alternativo que vele por las mayorías y venza en todos los terrenos al sistema de explotación imperante desde hace milenios.

 

Sin duda, hay muchos errores y omisiones que achacarle y criticarle al gobierno (al fin y al cabo, la burocracia no tiene rostro). Sólo que habría que hacer una salvedad en estas circunstancias que vive el país y preguntarse: ¿Por qué las mismas instituciones financieras que siempre apoyaron y mantuvieron al puntofijismo hoy forman parte de la guerra marca DolarToday contra la Revolución Bolivariana? ¿Por qué el imperio norteamericano (sí, ese imperio existe, amigo/a opositor/a) ataca desde diversos flancos al proceso que se inició el 27/28-F/1989, continuó el 4-F/1992 y comenzó a agarrar forma el 2-F/1999? ¿Por qué la burguesía parasitaria que vivió (y aún vive) tanto del petróleo busca derrocar al presidente Maduro, tal como lo pretendiera con Chávez?

 

Hay que atreverse a dar una respuesta, de tantas, como colofón de este escrito: el “Por ahora” pulverizó, con su alto contenido de verdad, a la retahíla de frases conque hacían campaña, inauguraban gestión o entregaban un país en quiebra los impulsores del “caracazo” y, consecuentemente, del Día de la Dignidad Nacional:

 

El 4F/1992 y su extensión, el 28N/1992, encarnan el palpitar de un corazón colectivo que más late cuando la jauría neoliberal en desespero pretende frenar lo indetenible: la revolución socialista de los pueblos del mundo. ¡Viva Chávez! ¡Viva el pueblo en resistencia de Venezuela! ¡Vivan el 4F y el 28N/1992!

 

Oswaldo Blanco

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