Un día como hoy pero en 1935 nació en Escuque, estado Trujillo el gran poeta, crítico y narrador Ramón Palomares.
Voz extraña y sencilla destinada a ensanchar el horizonte de la poesía venezolana y a resonar en las dos orillas del Atlántico. Extraña virtud del acento profético, cabalístico y mágico que le poeta le imprime.
Integrante de la llamada Generación de 1958, formó parte de los grupos Sardio y el Techo de la Ballena en cuya revista, Rayado sobre el techo, publicó algunos de sus primeros textos.
Sus poemas están vinculados al entorno rural en el que nació, específicamente al paisaje andino, a las costumbres propias del campesino.
Otra vertiente que inspira parte de su obra se encuentra en la historia nacional y en sus héroes, especialmente la figura de Simón Bolívar. Su lenguaje y su visión de la vida y de la poesía no tienen parangón con ningún otro poeta nacional.
Hoy celebramos su vida con estos poemas que en cada verso, convierten lo más pequeño y ordinario en enigma y maravilla.
Ah rigor
No pues no vaya a creer. Y cómo no me voy a acordar
Tanta noche con luna Tanta guitarra y las ventanas perfumadas
y vos llenos de lirios y los lirios en un decir amor
Todos los árboles de la plaza. Los bancos de la plaza.
La iglesia los caminos El pozo albor…
Oíme Oíme
Yo siempre estoy pendiente: Donde estará
Que estar haciendo
¿Se acordará de todo?
¡Ah Rigor!
Ramón Palomares
Saludos
Saludos, precioso pájaro.
Y no abandones el oro de las plumas
entre aquellas nubes
ni pierdas el canto en el dominio de los truenos.
No sea que pases del cielo.
y quedes preso en los astros.
De viajes, cuánto se ha perdido,
cuánta ola estrellada en el acantilado,
mientras tus alas
robaban fulgores al poderoso perro del cielo.
Y cuánto de lluvias,
de verano, de hierba roja
por la implacable estación.
O de gris, nieblas y continuado fantasma
frente al joven enamorado de barcos.
Los vecinos perdidos,
el llanto de amigos
que he visto secar en paños
por olvidos e irremediable paso.
Ni qué decir de la muchacha
cuyo pecho hasta ayer fuera tan liso
y que luego se ha visto
como exquisito racimo.
Saludos.
Pero, amigo de viajes,
¿cómo poder contar las pérdidas,
ventas que se han hecho,
nuevas adquisiciones?
Y si la modesta familia
vende las posesiones de provincia
y compra apartamentos confortables,
¿no hemos vendido al corazón
y una y otra vez
cambiado los pareceres de conciencia
para entender mejor las noticias a la semana?
Y mientras tú por el pasado año
te entregabas a los aromosos cielos del norte,
aquí las muertes y los nacimientos
cambiaban las cuerdas del buque
y hacían trastabillar al viejo.
Y mientras robabas a ese perro
los bellos fulgores,
el oro para majestad en tus alas,
los cambios de ciudad,
las venidas al amor,
los cantos de una ilusionada nube
que nos ahogara en deseos
pintaban nuevas y extrañas figuras
en la quilla del buque.
Y entretanto no había más
que el incesante brillo
y el incesante batir de esas alas
sobre espumas y ciudades,
sobre campiñas y lejanas praderas;
más allá de las torres establecidas por la
caída de la noche.
No había más que esos ojos absortos,
fijos hacia el norte o el sur,
la cola firme,
a manera de timón,
y el impulso
y la ruta que algún hilo indicaba.
Y el cielo, y los aromas
de flores muertas o recién abiertas
y los aires cambiantes.
Y nada más había para ti,
amigo de viajes;
las idas, los regresos
encontraban esas pupilas
quietas, serenas, tendidas
en medio a las carreras que el cielo juega.
Saludos.
Apenas para ti hay tiempo de cantar
en el delicioso jardín
y sacudir en el estanque las alas
allí donde el viento no ha podido vencer.
Ramón Palomares
Reseco
¿Y será que no se va a ir este polvo?
¿Y será que no se va a acabar este verano?
¿Y será que no se va a terminar de rajar el patio y de prendese los chaos?
Ay, Dios, nos vamos a volver chamiza, nos vamos a volver piedra reventada,
nos vamos a volver purito carbón.
Y saliendo candela de las hendijas.
Que te reventás los ojos, que te los reventás
con ese sol.
Puro polvo, puro sol,
desde aquí hasta las vueltas del diablo,
hasta las candelas del Juicio.
Ramón Palomares
Diario de mi padre
a Carlos Augusto León
Todos los días a las tres de la madrugada
una mano me toca por el hombro
—“Rómulo Epa Rómulo ¡Vamos!”
Todos los días a las tres de la madrugada digo
—“Ah? Qué pasa?
—“Rómulo Epa Rómulo ¡Vamos!
Llueve
Arden las estrellas
Ventea
Caminan las hojas por el techo
Todos los días a las tres de la madrugada
Tomo esta pluma
Escribo:
“Tres de la madrugada. Una mano desde el sueño
Me ha despertado”
—“¡Rómulo!”
Oigo el rumor de la quebrada
Pasan los muertos
Los gallos dicen a gritar.
Ramón Palomares
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