EL SALÓN ARTURO MICHELENA, UNA LECTURA CRÍTICA (2)

El Salón Arturo Michelena, una lectura crítica (2) es la segunda entrega de la serie sobre este evento artístico de Valencia. JCDN.

José Carlos De Nóbrega

En un primer intervalo (1943-1959), tengan paciencia con nuestro caprichoso arbitrio, observamos el imperio de lo figurativo aparejado a los géneros plásticos del retrato, el paisaje y las composiciones que vinculan la figura humana con la Naturaleza (estas últimas sazonadas de nostalgia arcádica o confrontación político-social).

“Manantial” (1948) y “Constructor de Sueños” (1956) de Braulio Salazar, si bien óleos sobre tela tocados por la simbología del Muralismo mexicano, procuran una aproximación lírica y expresionista del hombre en un primer plano (la campesina desnuda y el muchacho forjador de barcos de papel) que se apoya en el paisaje de fondo, intuido por vía de la ensoñación. Se nos antoja su estética  más cercana al realismo melodramático de las películas del Indio Fernández, por supuesto, fotografiadas impecablemente por Gabriel Figueroa.

 

Constructor de sueños, obra de Braulio Salazar.

 

En cambio, “Cena en el éxodo” (1954) de César Rengifo, implica una apreciación crítica y pesimista de la explotación petrolera en sus inicios, por obra y gracia del Benemérito aliado con el puritanismo moral, el aire militarista teutón y el expansionismo norteamericano: La desolación de la familia es descarnada, sin las concesiones románticas típicas de la estampa de costumbres; la cerviz inclinada en el oprobioso exilio hacia lo desconocido, sin embargo, nos retrotrae al terruño ocre y el conuco comunitario que se contraponen a un mal augurante cielo grisáceo.

En este caso, afín a la atmósfera rulfiana y a la contundente denuncia implícita en “Los Olvidados” de Buñuel, se sueña con las matas de naranja desde la amarga cáscara enceguecedora e intragable que es el campo petrolero o la barriada roedora del antiguo verdor de los cerros caraqueños.

 

Cena en el éxodo, óleo de César Rengifo

 

En 1955, el Ateneo de Valencia fue locación de una Exposición Internacional, con motivo del Cuatricentenario de la ciudad, evento artístico trascendental no en balde la fluencia de efecto retardado que ejercería en posteriores ediciones del Salón Michelena. Entre los artistas que integraron esta sorprendente muestra, resaltan los nombres de Leger, Magritte, Rivera, Siqueiros, Manessier –aún nos deja atónitos L’éveil du printemps (1955), ese bestiario primitivo encendido en verde y naranja- y Vasarely.

Por supuesto, hay excepciones notables a la captación tardía y la consecuente lectura precaria del arte vanguardista en nuestro medio: “Iglesia de San Agustín” (1951) y “Composición” (1955) de Régulo Pérez, “Mujer Maternal” (1952) de Oswaldo Vigas, “Vendedoras” (1957) de Luis Guevara Moreno, “Suburbio Italiano” (1958) de Iván Petrovszky y “Puerto” (1959) de Hugo Baptista.

Ello estimuló una discusión que confrontó a Miguel Otero Silva y a Alejandro Otero, en un primer momento, e involucró a posteriori al polígrafo terrible que era Luis Augusto Núñez. Refiere la oposición habida (o su ilusión discursiva) entre la figuración y la abstracción: Otero Silva abogaba por un arte militante tanto en lo político-social como en la consideración humanista del objeto de arte, trascendiendo la mera función estética y técnica que se integra a la arquitectura moderna; en tanto que Alejandro Otero defendió el discurso esteticista y vanguardista inmanente en el arte abstracto, el cual poseía una aplicación vital en la configuración de la paisajística urbana, esto en la posible integración interdisciplinaria del arte, la arquitectura funcional y la urbanística.

Vendedoras de Luis Guevara Moreno

 

Si revisamos la obra de Régulo Pérez y Oswaldo Vigas, no es necesario rastrear durante extenuantes jornadas de aproximación hermenéutica, la relación entre el arte contemporáneo, la militancia subversiva del primero (política y estéticamente hablando) como modo de vida y la indagación en el Discurso mestizo y salvaje del segundo, para contravenir cualquier manifestación académica o de hecho que bordee con el maniqueísmo.

 

Leer: OSWALDO VIGAS (INCLUYE CATÁLOGO DE LA EXPOSICIÓN «CRIATURAS DEL ASOMBRO»

 

Mujer maternal de Oswaldo Vigas

 

No basta con asociar de guisa simplista el abstraccionismo con el desarrollismo pérezjimenista, pues la riqueza petrolera dio lo suficiente para erigir el Proyecto de la Ciudad Universitaria, la obra arquitectónica de Carlos Raúl Villanueva que dignifica aún a Caracas, e incluso la inversión en el aparato represivo materializada en la Seguridad Nacional del refinado y sádico de Pedro Estrada.

Se trata del verbo artístico activado en contra de la tiranía de entonces, vociferando su revolucionaria compulsión por la vida: Por esta razón guardo un césped donde saltan los conejos. / Es cierto, la vida del hombre pasa como un día, / pero tu muerte es una noche de aguas estancadas / donde flotan los decapitados. La voz airada de Vicente Gerbasi le asestó un premonitorio porrazo al tirano, muy a pesar del conservador miedo inveterado al gendarme de turno: su hermano Juan, salvaguarda del Nuevo Ideal Nacional en Valencia de San Desiderio.

 

NO DEJE DE LEER: LA PRIMERA PARTE DE ESTE REPORTAJE

 

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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