China y EE.UU.

La guerra fría 2.0 entre China y EE.UU. es de vieja data, en septiembre de 2010, los guardacostas japoneses detuvieron a un arrastrero chino que faenaba en cerca de las islas Senkaku, cuya soberanía se disputan Japón, China, y Taiwán.

 

En medio de la controversia diplomática que siguió, pasó algo curioso: los cargamentos de tierras raras de China a Japón dejaron de llegar.

 

Más llamativo aún fue que China negara que esos envíos hubieran sido cancelados.

 

El uso de la economía como herramienta de presión política no es exclusivo de Estados Unidos. China también sabe aplicarlo. En 2010, antes del incidente de las Senkaku, hubo una oleada de huelgas en el sector de la automoción en China.

 

Todas ellas afectaron a proveedores de las empresas japonesas Toyota y Honda. Ninguna a suministradores de compañías chinas.

 

En julio de 2018, Apple fue pulverizada en los medios de comunicación chinos por no controlar en su tienda de apps Apple Store la difusión de contenidos pornográficos y la venta de bienes de contrabando.

 

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El gigante del iPhone reaccionó con pánico ante el temor a perder su segundo mayor mercado y, entre otras cosas, accedió, en octubre pasado a eliminar de su tienda online 25.000 aplicaciones.

El que ahora Estados Unidos esté aplicando a China el mismo tratamiento, pero de manera pública es, así, sólo un paso más en la guerra fría entre las dos mayores economías.

 

La única diferencia es que esta lucha se centra en el campo de la tecnología, área designada clave por el Gobierno de Donald Trump, en su última Estrategia Nacional de Defensa.

 

Concretamente, en el caso de Huawei, de lo que se trata es del control de la tecnología de la nueva generación de telefonía móvil, el 5G, que está empezando a ser instalada en EEUU.

 

Paradójicamente, el enfoque, más favorable a la libertad de empresa, de EE.UU. le ha perjudicado en esa carrera frente a China y la U.E. Dado que Washington no ha impuesto un único estándar de 5G, las empresas de ese país han perdido la carrera frente a las chinas y las europeas a la hora de desarrollar la tecnología.

 

Pero lo último que quiere Washington es que sea una gigantesca empresa china de propiedad indescifrable la que instale esos equipos.

La tensión económica entre China y EE.UU. viene de muy lejos; sólo que ahora entra en el terreno de la tecnología.

 

Y la política de Donald Trump, al menos en este caso, es, también, algo en lo que demócratas y republicanos están de acuerdo.

 

A fin de cuentas, el líder de la mayoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, es quien más ha presionado para que el Tesoro de EE.UU. declare a Pekín «manipulador de la divisa», lo que abriría la puerta a masivas barreras arancelarias, ya que supondría considerar a China como un país que mantiene artificialmente bajo el precio de su moneda para exportar más.

 

Entre 2005 y 2012, Schumer hizo de esa iniciativa uno de los ejes eje de su acción política.

 

Lo que acabó con la idea fue la crisis de 2008, a raíz de la cual Pekín empezó a cambiar su política económica para favorecer el crecimiento del consumo interno en detrimento de las exportaciones, con lo que el renminbi se apreció.

 

Pero, aún en 2017, Trump acusaba – ahora sin fundamento – a Pekín de tener artificialmente baja su moneda.

 

Este choque de civilizaciones ya se puede percibir en el día a día, y nada hay más cotidiano que Google, el mayor gigante de la Red, y la omnipresente telefonía móvil. Huawei es un actor clave en este escenario.

 

En primer lugar, destaca como fabricante: en 2018, registró un nuevo récord anual de 200 millones de smartphones vendidos -cuenta con más de 300 millones activos actualmente-.

 

La presión ejercida desde EE.UU. ha coincidido con el auge comercial de la marca, que ya ha desbancado a Apple y sólo queda superada por las cifras de Samsung, de origen surcoreano. Este protagonismo se extrema en España, donde Huawei ha conseguido liderar las ventas.

 

Sin embargo, no todo se limita a los terminales, como el Huawei P20, el Mate 20 y el Honor 10. Está en juego el despliegue de las redes de 5G, liderado por la sueca Ericsson y la finlandesa Nokia, por Europa; así como por Samsung y las chinas ZTE y Huawei, por Asia.

 

EEUU sostiene -y así lo ha avisado a la UE- que dejar esa tecnología en manos de Huawei podría equivaler a ponerla al servicio de China.

 

La empresa Huawei mantiene el lanzamiento de su primer móvil con pantalla plegable, el Huawei Mate X, para junio, pese al anuncio de Google y otras tecnológicas estadounidenses de dejar de vender componentes y software al gigante chino.

 

Al igual que Google, los principales fabricantes de procesadores, como Intel, Qualcomm, Xilinx Inc y Broadcom, han informado a sus empleados de que dejarán de facilitar componentes a Huawei hasta nuevo aviso.

 

Danilo González / Ciudad VLC / El Mundo

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