Andrés Eloy Blanco, uno de los más importantes poetas de Venezuela y de América Latina, falleció en un accidente de tránsito el 21 de mayo de 1955, en Ciudad de México, país en el que permanecía exiliado tras ser derrocado el presidente Rómulo Gallegos en 1948.

 

Nacido en Cumaná, el 6 de agosto de 1896, este distinguido abogado, escritor, humorista, poeta y político venezolano obtuvo su consagración definitiva cuando ganó el Concurso Hispanoamericano de Poesía, auspiciado por la Real Academia Española en 1922.

 

Su obra está editada en diversos libros, entre los que se destacan «Giraluna«, «El Huerto de la Epopeya«, «Navegación de Altura«, «La Aeroplana Clueca«, «Vargas«, «Tierras que me oyeron» y «Albacea de la Angustia«.

 

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Destacan en la poesía y literatura de este insigne venezolano el humor, la identidad nacional y el amor, que se manifestó mientras participaba en el movimiento universitario de la Generación del 28, que luchó contra la dictadura de Juan Vicente Gómez y lo encarceló más de seis años.

 

 

Conoce algunos extractos de la magnífica obra que Ciudad VLC te trae de este ilustre poeta venezolano.

 

La barca del pasado

Caracas fue la cuna
y Angostura la eternidad.
Por los montes andaba la Patria sin bautismo,
cuando llegó a los llanos, curva de caminar,
y entre tus aguas se fundió contigo
y fue contigo un solo llanto y un solo rugido tenaz.
Y bajaste con ella. Te cabalgó. Su trenza
era la espiga del escudo y tú eras el caballo sin paz.

 

Caminos

Y dijo el preso que no lloró nunca:
—Ya eso ocurrió y ocurrirá de nuevo;
aquí está el sol metido en agua fresca;
aquí está el huerto, aquí está el horizonte
y aquí el camino que no tiene atajo.
Todos volvimos la cabeza.
Estaba recio y limpio en la sombra del patio
y nos mostró, bajo el sol de su risa,
sobre el país de su pecho
la voluntad de sus manos.

 

Canto de los hijos en marcha

Madre, si me matan,
que no venga el coche para los entierros,
con sus dos caballos gordos y pesados,
como de levita, como del Gobierno.
Que si traen caballos, traigan dos potrillos
finos de cabeza, delgados de remos,
que vayan saltando con claros relinchos,
como si apostaran cuál llega primero.

 

Danilo González / Ciudad VLC / Telesur

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