Literatura y Navidad (2): Pocaterra es una glosa del cuento navideño “Panchito Mandefuá” de José Rafael Pocaterra. JCDN.

El polígrafo carabobeño José Rafael Pocaterra

Más que cuento navideño, “De cómo Panchito Mandefuá cenó con el Niño Jesús” es un muy logrado relato picaresco. José Rafael Pocaterra, como todo narrador de raza, sintetiza el hiperrealismo, la ternura y la crudeza de esta sátira social. Nuestro anti-héroe es un granuja desvergonzado, anarquista e iconoclasta que le pellizca el reverendo trasero al General Matos. Sin duda alguna, pertenece a la ciudadanía díscola de gamberros como los valencianos Siete Niños, protagonistas del cuento “Su Señoría, el visitador”.

LEE EL CUENTO «PANCHITO MANDEFUÁ»

Lo tragicómico se viste de fiesta o se carnavaliza en el mes de diciembre, tal como nos lo argumenta el investigador Javier Meneses Linares de la Universidad del Zulia: “La celebración en el cuento venezolano plasma una organización social que lleva consigo, aunque sólo sea implícitamente, un modelo de sociedad que puede situarse en el presente o en el futuro y que puede ser una nostalgia como un proyecto, o ambos a la vez”. En el caso de Pocaterra, la picaresca apunta al desmontaje de las relaciones de poder vertical. La moraleja del relato está enclavada en la amargura.

La ciudad de Caracas, con todos sus contrastes y contradicciones político-sociales, se asimila a un tiovivo vertiginoso o circo naif que se forja Panchito Mandefuá para realizar su condición de sobreviviente en la periferia. Incluso su oralidad de comedia remeda y parodia el entorno de los tiempos revueltos de Cipriano Castro. Se trata de un mantra del Trópico, eso sí, cargado de chispeante y prestidigitadora musicalidad caribeña.

Edición de Cuentos Grotescos, volumen donde aparece «Panchito Mandefuá»

El idilio entre Panchito y Margarita, pleno de ardor preadolescente, solidaridad social y maravilloso candor, constituye una Isla o una minimalista Pequeña Venecia que los dignifica más allá del discurso ideológico desgastado. La reacción políticamente incorrecta de estos estimados vagabundos a fuer de besos robados, se nos impone como compulsión vital enternecida.

La estampa costumbrista en apariencia, esconde los juegos a contraluz del expresionismo pictórico y cinematográfico. Por supuesto, la cosa no apunta a una veleidad esteticista, sino inequívocamente a un voluntarismo escritural que configura el esperpento o grotesco criollo, lo cual emparenta a Pocaterra con el argentino Roberto Arlt. No hay concesiones ni a lo pedagógico, ni al culteranismo, mucho menos a la falsa confortabilidad del mensaje edificante. Este moralista venezolano se hermana con Quevedo en la sazón agridulce de la escritura magistral.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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