Otro país de Suramérica es azotado por el FMI; esta vez se despertaron las protestas en Chile, considerado como un “ejemplo económico” en la región. Sin embargo, en las últimas semanas se han desarrollado violentas protestas de la población que clama por mejoras en sus condiciones de vida.

Y como era de esperarse, no tardaron en surgir la voces que aseguraban que estas revueltas sociales tenían un origen claro: el gobierno de Venezuela liderado por el presidente Nicolás Maduro.

Todo comenzó cuando, por recomendación de un “panel de expertos” del Transporte Público, el gobierno del presidente Sebastián Piñera decidió subir el precio del pasaje del Metro en 30 pesos, llegando a un máximo de 830 pesos (US$1,17 aproximadamente).

A modo de protesta, estudiantes comenzaron a realizar “evasiones masivas” en el metro, levantando torniquetes para ingresar a los andenes sin pagar, protestas que fueron tornándose más violentas; con quema de diversas estaciones de metro y buses, saqueo de supermercados y ataques a cientos de instalaciones públicas.

Y, como también era de esperarse, comenzó la represión del régimen de Piñera. El gobierno decretó estado de emergencia, lo que significó el despliegue de los militares, quienes, además, ordenaron toque de queda la tarde del sábado 19 de octubre con violaciones a los derechos humanos.

¿Pero todo este caos desatado fue solo por el aumento de las tarifas del metro? ¿O ya venía cocinándose un estallido social en una población cada vez más golpeada por las políticas neoliberales?

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El Metro, un reflejo de la sociedad chilena

Hace un mes, unos 400 cajeros del Metro de Santiago iniciaron una huelga por mejoras salariales, logrando un aumento del 6,7% y un fin de semana libre por mes. Así como lo lee: un fin de semana libre por mes. Antes ganaban 301 mil pesos y solo tenían un día libre cada 7 días, con jornadas de 10 horas de trabajo y donde el 70% de los trabajadores eran tercerizados.

Esas mismas condiciones se repiten a lo ancho de la geografía chilena, donde los trabajadores son explotados y donde sí se mejoraron las condiciones de vida, pero no la calidad de vida. Las cosas materiales mejoraron para todo el mundo, pero no la calidad.

Pueblo chileno está cansado de tantos atropellos y políticas económicas que solo benefician a las élites.

Los salarios no han aumentado y el endeudamiento es muy alto, y no por consumos de lujo, sino para poder sobrevivir.

El “milagro económico” de este país, acuñado por el economista estadounidense Milton Friedman durante la dictadura de Pinochet, parece haber ignorado las demandas de una sociedad que dice sentirse abusada.

¿Qué tan desigual es Chile?

Políticos y expertos han afirmado que el alza de la tarifa del metro es solo la “punta del iceberg” de los problemas que están aquejando a los chilenos.

La palabra “desigualdad” se ha apoderado del debate en estos últimos días, con cientos de manifestantes insistiendo que la brecha social en el país sudamericano es desmedida.

Según reveló la última edición del informe Panorama Social de América Latina elaborado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), el 1% más adinerado del país se quedó con el 26,5% de la riqueza en 2017, mientras que el 50% de los hogares de menores ingresos accedió solo al 2,1% de la riqueza neta del país.

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Por otra parte, el sueldo mínimo en Chile es de 301.000 pesos (US$423) mientras que, según el Instituto Nacional de Estadísticas de Chile, la mitad de los trabajadores en ese país recibe un sueldo igual o inferior a 400.000 pesos (US$562) al mes.

Con este salario, los manifestantes alegan que un alza en el pasaje del metro es inconcebible.

Más aún si se considera que el transporte público en Chile es uno de los más caros en función al ingreso medio. El alza en el pasaje del metro finalmente se suma al incremento en el costo de la luz, del agua y a la crisis en el sistema público de salud.

¿Qué responsabilidad tiene el régimen de Sebastián Piñera en todo esto?

Tanto la oposición política al gobierno de Sebastián Piñera como algunos de sus propios partidarios han coincidido en que las protestas en Chile se agravaron con las declaraciones abusivas y burlistas de sus funcionarios.

De hecho, ante las primeras protestas, ministros del gobierno de Piñera declararon que si los ciudadanos no querían pagar el aumento, “que se levantaran más temprano” para irse caminando.

Además, el toque de queda anunciado por Piñera y el calificar a los manifestantes de delincuentes solo agravó más la situación, pues los ciudadanos sienten que sus reclamos no son tomados en cuenta.

Sin embargo, el presidente Piñera se vio forzado a ceder y anunció la suspensión del alza en la tarifa del metro afirmando que había escuchado “con humildad la voz de la gente”. Pero soltó otra de sus infames declaraciones al asegurar que Chile estaba en guerra, exactamente las mismas palabras que dijo Pinochet para justificar miles de crímenes atroces contra civiles.

Las protestas en Chile se han tornado cada vez más violentas.

“Estamos en guerra contra un enemigo poderoso e implacable que no respeta a nada ni a nadie y que está dispuesto a usar la violencia sin ningún límite, incluso cuando significa la pérdida de vidas humanas, con el único propósito de producir el mayor daño posible”, dijo Piñera en una comparecencia televisada.

Pero quizás las declaraciones más infames las dio la primera dama de Chile, Cecilia Morel, cuando en un audio filtrado por la prensa ella le dice a una amiga: «vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y compartir con los demás», además de calificar las protestas como una invasión extranjera y alienígena«.

¿Cómo influyen las expectativas de una mejora social  en el malestar de la gente?

Hace años que la clase política chilena viene prometiendo mejoras en la calidad de vida de la gente. Se han anunciado reformas educacionales, constitucionales, tributarias y a la salud, pero muchas de ellas no han logrado cumplir con las expectativas de la sociedad.

El descontento social, entonces, se ha traducido en este estallido que está terminando con la destrucción de espacios públicos en distintas ciudades de Chile.

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Las expectativas generadas por los dos gobiernos de Michelle Bachelet (del 2006 al 2010, y luego del 2014 al 2018), y luego por los de Sebastián Piñera (quien también lideró el país en un período anterior, entre 2010 y 2014), son una causa importante que puede explicar esta “furia”.

¿Cuál es el rol de los estudiantes en las movilizaciones?

Las protestas en Chile han sido lideradas, principalmente, por estudiantes.

La primera “evasión masiva” fue el lunes 7 de octubre, liderada por estudiantes de liceos emblemáticos, principalmente del Instituto Nacional. Este establecimiento, fundado en 1813, ha protagonizado violentas protestas en los últimos meses.

Según asegura el rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, en el diario El Mercurio, las protestas en Chile son resultado, en parte, a la aparición de una nueva generación “que se manifiesta cada vez con mayor intensidad”.

En  2011, un movimiento estudiantil también provocó grandes manifestaciones y que tuvo al primer gobierno de Sebastián Piñera en jaque. Ahora, la situación ha cambiado abruptamente y nadie sabe si la “furia” va a detenerse.

¿Qué papel juega el FMI en esto?

Si en América Latina se hiciera un concurso de popularidad sobre organismos internacionales es poco probable que el Fondo Monetario Internacional (FMI) resultara ganador.

Los programas de auxilio económico de la organización han dejado durante las últimas décadas un recuerdo amargo en varios países de la región.

¿La razón? Los controvertidos programas de ajuste estructural de la economía (reducción del déficit fiscal, eliminación de subsidios, devaluación de la moneda, etc.) exigidos por el FMI como condición para entregar sus préstamos.

Así, estas medidas concebidas para paliar severas crisis económicas han encendido multitudinarias protestas y, en algunos casos, han derivado en inestabilidad política.

El más reciente de estos casos se vivió estos días en Ecuador, donde la eliminación del subsidio a los combustibles por parte del gobierno -tras haber alcanzado un acuerdo con el FMI- ocasionó una ola de violentas manifestaciones que llevaron al presidente Lenín Moreno a declarar el estado de excepción e, incluso, a mudar la sede del Ejecutivo de Quito a Guayaquil.

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La escritora y activista antiglobalización Naomi Klein denomina como “doctrina de shock” al conjunto “de medidas económicas de “emergencia” pro empresariales, tales como las megaprivatizaciones y la reducción drástica de los gastos sociales”, recetadas por el FMI y otros organismos financieros internacionales.

Según ella, “América Latina siempre ha sido el laboratorio principal” para la aplicación de las mismas.

Entre los países de la región que más han solicitado préstamos al FMI se encuentran ¿Adivinan? Brasil, Argentina, Colombia y Chile. El propio Estados Unidos ha acudido a buscar recursos del FMI en numerosas oportunidades.


Ely Reyes/Ciudad VLC

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