Retoños Literarios un espacio cuyo fin es apoyar y dar a conocer el trabajo de autores nóveles. Continuamos nuestro recorrido con los nuevos autores, por eso hoy les compartimos un cuento de Miguel Ángel Riera Valera.

El misterio y yo

Era de noche. La luna estaba brillante y muy fácil enamorarse de ella, pero en lo más alto del cielo unas nubes muy espesas la cubrían conforme pasaban los minutos. En mi mano una taza de té con limón, la cual disfrutaba en el mismo instante en que hubo un silencio extraño, sin cantos de grillos u otros insectos, seguido de un poderoso trueno que retumbó el firmamento entero.

Minutos más tarde se había ido la luz en toda la ciudad –o por lo menos desde mi ubicación se pudo evidenciar- y, de repente, un sonido seco y fuerte: alguien llamaba a la puerta de mi casa.

Para saber quién y si estaba en situación de emergencia, caminé con cierta velocidad pero al abrir nadie estaba allí, así que cerré y me dirigí a la cocina un tanto contrariado para hacer otro té.

No obstante, mientras prendía la estufa, llamaron otra vez a la puerta, así que apagué la cocina y regresé a la puerta. Mientras caminaba pensé que seguramente dejaron de tocar y se habían ido porque nadie les atendió, sin embargo la entrada aún seguía vacía cuando la vi.

Por ello, salí a la calle para ver si alguien caminaba por ahí cerca, pero todo estaba solo y muy oscuro. Ahora bien, sin ver a alguien cerca me devolví a la puerta principal pero me percaté de lo peor en la noche y sin nadie alrededor.

La entrada se había cerrado. Para resolver, caminé a la puerta trasera pero me encontré con la nueva sorpresa de que la entrada trasera también estaba cerrada, por tanto vacilando un único segundo, intenté trepar la pared y mi perro al sentirme estaba muy enfurecido y defendiendo la casa.

Me ladraba una y otra vez y aunque intenté hablarle para que reconociera mi voz no logré que dejara de ladrar. Es posible que la oscuridad le haya desorientado también la audición.

Ahora bien, resolví entonces regresar a la puerta principal, pero en el instante en que pasaba por la ventana de la cocina me di cuenta de que la estufa estaba prendida (aún estando yo plenamente seguro de haberla apagado), y la cortina de la cocina jugaba a incendiarse por acción del viento. Sin embargo, cuando me dirigí rápidamente a la puerta principal para tratar de entrar a como diera lugar, escuché nuevamente que tocaban la puerta.

Es en ese momento que me acerqué con ánimos de solicitar ayuda pero nadie estaba ahí y la puerta seguía siendo golpeada en mis narices sin alguien físico. Sólo era yo quien estaba ahí y el momento me dejó tan perplejo, estupefacto, totalmente inmóvil y hasta sin pensamientos.

No entendía nada y pese a ello tuve que volver en sí y correr otra vez a la puerta trasera para solucionar algo pero cuando pasé por la ventana de la sala vi que un hombre estaba adentro, y que se dirigía a la puerta de entrada.

Retoños literarios

Es en ese instante que corrí a toda velocidad a esa puerta para entrar, y cuando toqué con fuerza, como si quisiera fracturar mis dedos, una persona abrió. Ese alguien y yo nos miramos.

Nunca logré atinar cuál de los dos estaba más atónito que el otro. Esa persona tenía la misma ropa, la tasa de té con limón en una mano y creo que también la misma configuración del cabello del momento antes de salir a la calle. Pero era yo mismo. Nunca pude entender.


Semblanza del autor

 

Miguel Ángel Riera Valera

Nació en Maracay, estado Aragua el 7 de septiembre de 1981. Es Ingeniero Agrónomo egresado de la Facultad de Agronomía de la Universidad Central de Venezuela, núcleo Maracay. En su formación universitaria también cuentan la Entomología (estudio de insectos), la Mirmecología (estudio de hormigas), la Topografía y Agroecología. Los idiomas son también su pasión. Habla Español, Inglés, Portugués y Francés, por lo que se dedica a enseñarlos a estudiantes nacionales y extranjeros. Empezó a escribir a los 14 años. Desde el 2018 hizo del sur del Perú su casa, descubriendo los misterios y regalos que los incas han dado a estas tierras.


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Orimar Meneses/ Ciudad VLC

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