Trotsky según Trotsky (A 78 años del magnicidio) es un texto en homenaje a este revolucionario ruso, pues el 21/8/2018 se conmemoran setenta y ocho años de su muerte. Forma parte de un ensayo más largo titulado «Trotsky como motivo y actor político-literario», de muy pronta aparición en libro colectivo sobre la Revolución Rusa. JCDN. 

En homenaje a Trotsky, tenemos al fotógrafo valenciano Yuri Valecillo junto a su madre ante la tumba del revolucionario ruso

Trotsky según Trotsky. “Mi Vida” representa para sus lectores agradecidos una monumental muestra del género confesional, no sólo por sus aciertos formales y discursivos sino especialmente por la compulsión vital que destilan sus más de cuatrocientas cincuenta páginas. Se nos antoja que el libro está animado por una poética del vaivén que involucra los desplazamientos físicos y psicológicos que configuran una épica política, escritural y vitalista harto fascinante.

LEE «MI VIDA» DE LEÓN TROTSKY

Esta gran crónica destaca en un mismo nivel las anécdotas y las ideas como si se tratase de armar –sin rehuir la contingencia ni la contradicción- un mural ambicioso que involucre lo autobiográfico y la captación holística y materialista del contexto histórico en el que Trotsky actuó con decisión, un alto sentido estratégico y auténtica franqueza [lo cual incluye la confesión abierta y los silencios que se reserva el autor]. Sin que medien decisivamente algunos pasajes egotistas [“No tengo más remedio que decir de mí mismo cosas que en otras condiciones no tendría por qué contar” (Mi Vida, 1977, p. 243)], la forma se corresponde dialécticamente con el fondo: La polifonía y la fusión de géneros como la crónica, el reportaje, el ensayo político e histórico, el epistolario, el libro de viajes y la reseña literaria y cultural, enriquecen el discurso sazonado por la inmediatez expresiva y la contundencia propagandística que agita aún a los lectores.

León Trotsky en uno de sus gabinetes de trabajo

La vocación escritural persiste no sólo en este título sino a lo largo de la obra periodística, crítica e histórica de León Davídovich Trotsky. En tal coordenada temática, José Carlos Mariátegui hace las siguientes y muy acertadas consideraciones: “El Trotsky real, el Trotsky verdadero es aquél que nos revelan sus libros. Un libro da siempre de un hombre una imagen más exacta y más verídica que un uniforme. Un generalísimo, sobre todo, no puede filosofar tan humana y tan humanitariamente. ¿Os imagináis a Foch, a Ludendorf, a Douglas Haig en la actitud mental de Trotsky?” (La escena contemporánea y otros escritos, 2010, p. 185).

La tesis de la Revolución Permanente, aparte de sus presupuestos teóricos marxistas, vibra en el lenguaje rebelde y juvenil del zumbido de abejas salvajes que estremecen el colegio de San Pablo en Odesa, el confinamiento moscovita o siberiano, el Soviet de Smolny, e incluso la colmena insurrecta del mundo. Esta autobiografía, pastiche polifónico y transgenérico en virtud de un estilo poderoso que atrapa medio siglo de vida intensa y convulsa, puede leerse a la par con el ensayo de Camus “El Hombre Rebelde” como demostraciones extraordinarias de la insurrección ontológica sólo sostenible por corazones valientes y grandiosos.

Una de las muchas ediciones de la obra

La prosa boga vigorosamente a pesar y gracias a la contradicción como factor de ignición vital: “La vida, que es una gran escuela de dialéctica, se ha encargado de matar en mí aquel racionalismo de juventud [el cosmopolitismo europeizante y la democracia ideal]. Hoy ya no es capaz de maravillarme ni un Hermann Muller [el reputado genetista norteamericano que trabajó en Moscú en la década del treinta]” (Mi Vida, 1977, p. 77). La escritura y la propaganda de agitación a contracorriente marcaron su existencia, desde la precariedad inicial en la Rusia enfeudada hasta la construcción del socialismo bolchevique, esto es la primacía del debate por encima de la futilidad discursiva exquisita: “Lo que faltaba era dirigentes y libros. Los jefes del grupo se disputaban el único ejemplar manuscrito que teníamos del Manifiesto Comunista de Marx y Engels, copiado en Odesa, con qué sé yo cuantas clases de letra e innumerables erratas y mutilaciones” (opus cit, p. 91).

No nos sorprende que la primera victoria política de un Trotsky liceísta fue la de rebajar la cuota anual y elegir una nueva directiva de la biblioteca de Odesa. El estilo literario de Trotsky que va del folleto político y propagandístico al ensayo enjundioso, brillante y transparente, se incubó en el sórdido presidio, las peripecias del exilio y los vagones de ese fantástico tren militar que lo llevó a diferentes frentes de la Guerra Civil rusa. La individualidad del escritor se explayó, eso sí, en el marco de la empresa colectiva del cambio social profundo. El socialismo auténtico no sacrifica la personalidad de cada quien para embutirla y diluirla en la sumisión del rebaño.

Un muy joven Trotsky prisionero en Siberia

Mi Vida es un álbum retrospectivo que trae consigo el prodigioso retrato psicológico e ideológico dispensado a personajes claves de su entorno histórico, amén de un punzante ejercicio de la ironía y el humor negro. En medio del proceso judicial venal extramuros, Trotsky realiza alusiones puntuales y precisas a Stalin y sus colaboradores, las cuales van in crescendo desde su medianía personal, reptando por la cautela previa al traicionero salto predatorio, hasta el enseñoramiento absolutista del Partido y el Estado que raya en una hipérbole macabra. La ironía y la impostura [carcelaria, desarraigada e intelectual] se mantienen juveniles sin importar la edad cronológica: “Los ‘profesores rojos’ del bando de Stalin no tenían ni la más remota idea de que me oponían como modelo de ortodoxia leninista las tesis que yo mismo había escrito” (opus cit, p. 136).

Trotsky en México el año 1938

André Breton no oculta su aprobación risueña por el agudo e irreverente lenguaje de León Davídovich, luego de frecuentarlo en Coyoacán: “Abunda en sarcasmos contra quienes se han establecido sobre una reputación, aunque sea honorable. ¡Hay que oírle hablar de los <<pequeños rentistas de la revolución>>!” (Surrealismo frente a Realismo Socialista, 1978, p. 24). Coincidimos con este retratista de indiscutible genio, una mezcla del Juvenal de las Sátiras y el Goya implacable que retrató a la Corte de Carlos IV, en el chicotazo que inflige a los llamados Agentes Fantasmas [término nuestro relativo a los líderes vanguardistas de sobremesa que defienden su estatus de clase media]: “No acertaba a sentirme compenetrado con los jefes, y, en cambio, no me costaba trabajo alguno entenderme con los obreros en las reuniones o en las manifestaciones del 1° de mayo” (opus cit, p. 166).

VE EL FILM «EL ASESINATO DE TROTSKY» (1972) DE JOSEPH LOSEY

Más adelante, durante su estadía en Nueva York, estripa a los “socio-listos” norteamericanos: “En el fondo, no son más que variantes de ese míster Babbit, que complementaba sus negocios de la semana con indolentes meditaciones dominicales acerca del porvenir de la humanidad” (p. 212). Qué les parece este bosquejo agridulce que tributa a Kautsky sin conmiseración: “Kautsky deseaba ver la manifestación como mero espectador; Rosa Luxemburgo quería intervenir en ella” (p. 169).

La afabilidad y la ternura también germinan en el estilo trotskista: tanto en el episodio donde el viejo redactor responsable de Izvestia no les traicionó ante los tribunales en 1905 embargado por el llanto, así como también en el que manifiesta Trotsky su Amor Loco revolucionario al hacer trizas un manifiesto del Zar ante la muchedumbre reunida en la Universidad de Petrogrado. Añadimos el diálogo textual, todo amor y solidaridad, que sostiene con su compañera de vida Natalia Sedova a lo largo de este corpus literario, vivencial y político.

El asesino de Trotsky en manos de la policía mexicana en 1940

Si el lector desea explorar el cariz épico del libro, seguramente nos acompañará en el desplazamiento emocionante, lírico y heroico que provee el imperdible capítulo dedicado al Tren “del presidente del consejo revolucionario de guerra”. Es una deliciosa crónica de aventuras que se equipara con la vivificación de los barcos en las novelas de Joseph Conrad. El tren es un humanizado órgano de la Revolución, tanto o más conmovedor que los corridos de amor y guerra de la Revolución mexicana: “El tren siempre estaba informado acerca de lo que ocurría en el mundo” (p. 319) o, mejor aún, “El tren era, además, padrino de un distrito del campo y de varios orfelinatos” (p. 325). ¿No sería maravillosa y paradójica una película sobre este episodio bélico, como reivindicación de la vida y la poesía que despide el mundo en pleno cambio revolucionario?

LEE BARCA DE PAPEL (13): LUIS ALBERTO ANGULO URDANETA

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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