Una de boxeo que nos hacía falta es una reseña crítica a «Fistiana», un libro de crónicas sobre boxeo de Alfredo Celis Blaubach. JCDN. 

Clay noquea a Sonny Liston y obtiene por vez primera el título de los pesados.

 

Alfredo Celis Blaubach: Fistiana (2009). Valencia, Venezuela: Cosmográfica.

Este libro oscila entre la crónica deportiva y el artículo de opinión. A veces se cuela lo ideológico conservador. Sin mucha pretensión, Alfredo Celis Blaubach nos refiere sus héroes y anti-héroes del boxeo contemporáneo como si se tratara de una sobremesa refrescante. No priva el especialista sobrenatural como Roberto Ribeiro, quien se preciaba de una memoria prodigiosa y un conocimiento cuasi enciclopédico de este deporte moderno que nos cita a los gladiadores romanos, héroes griegos y egregios homéricos.

En un discurso que tributa a la oralidad mediática de la radio y la TV de mediados del siglo XX (¿recuerdan a Delio Amado León o, mejor aún, al exagerado de Miguel Thodé?), amén del habla parroquiana de la afición de a pie que se agolpaba en taguaras y restaurantes, el boxeador es abordado como un mito urbano que trae consigo la tragedia tendida por un zodíaco bipolar y cruento: El vía crucis que va de la fama a la decadencia lumpen.

El gran Roberto Mano e’Piedra Durán

En el prólogo, el poeta José Joaquín Burgos realiza una estupenda aproximación de las crónicas boxísticas de Celis Blaubach en el Imperio de la Nostalgia y los afectos: “Y él, el autor, además de saberlo, disfruta conversándolo”. Una de las primeras fotos nos muestra al Doctor Alfredo Celis Pérez, padre del autor, haciendo boxeo de sombras. Sólo que nos pareciera que el viejo reta a los lectores-sparrings a una sesión de entrenamiento solar, juguetón y por amor al deporte.

Fistiana es un término suavizante que sublima a la tierra dura y etíope de los boxeadores: “Puñolandia” con sus narices chatas, las orejas de coliflor y, por desgracia, la vigilia zombi del que padece trastornos como la enfermedad del olvido. Tomando la historia médica de Antonio Cervantes, Kid Pambelé, habla el médico en términos contundentes: “Ni drogas ni alcohol. Era la fatídica encefalopatía de los boxeadores”.

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Del rol de aficionado y comentarista del boxeo, patente en el anecdotario picante de las hablillas tras bastidores, Celis Blaubach no cuelga la bata médica ni depone su solidaridad ni la empatía con muchas de sus figuras históricas: Sugar Ray Robinson, Mohammed Ali, Floyd Patterson, Joe Louis, el citado Kid Pambelé, Simón Chávez El Pollo de la Palmita, Antonio Gómez y el valenciano Félix Liendo, entre muchos otros.

El diagnóstico médico de los trastornos físicos y psicológicos que acarrea el boxeo, trae consigo el razonamiento ético y la crítica política al sistema organizativo de lucro despiadado que corrompe este noble deporte. Incluso la ideología o falsa conciencia maneja a ambos contendores como marionetas atractivas: Se trata del héroe y su némesis, el villano que encarna el nazismo o el stalinismo. Por supuesto, el empresario fabrica y desecha boxeadores a granel: Desde Don King hasta el maracucho Rafito Cedeño.

Joe Louis, un afroamericano al igual que Jesse Owens, fue un gigante provisional que humillaría a Adolfo Hitler cuando noqueó a Max Smelling en la revancha. Años más tarde, Louis acabaría en un sanatorio cuyos gastos financió Rocky Marciano, su amigo y oponente en el ring; mientras que la Historia reivindicaría al anti-héroe alemán, pues Smelling arriesgó su pellejo al proteger a su prójimo judío.

Afiche promocional del film sobre Mano e’Piedra Durán

El aparente descuido estilístico de estas crónicas, quizás obedezca a la sumatoria de lo conversacional y lo afectivo: Celis Blaubach asume la condición del púgil fajador, indisciplinado y cojonudo que fue su muy admirado Mano e’Piedra Durán. Los boxeadores (si lo sabrán los escritores y aficionados al box Luis Alberto Angulo, Nelson Guzmán y Alberto Rodríguez Carucci) son los paladines de los siglos XX y XXI, no en balde su doble cara que comprende lo épico y lo trágico.

En lo que toca a la cinematografía, Celis Blaubach dedica un artículo a la saga Rocky de Silvester Stalone, la cual –al igual que El Padrino de Ford Coppola- no debió exceder las dos entregas: De cómo el cineasta utilizó y defraudó al boxeador que lo inspiró, Chuck Wepner, quien hizo pasar trabajo a Muhammad Ali cuando lo derribó en el noveno round.

Dos roles destacados: Jake Lamotta (De Niro) y Rocky Balboa (Stalone)

El boxeo es otro circo, mucho más cruento que el cinematográfico de los gladiadores y las carreras de cuadrigas de los Charlton Heston, Kirk Douglas y Russel Crowe. Por supuesto, nos quedamos con Espartaco, el film de Kubrick que trata la lucha de clases entre patricios y esclavos, además de Toro Salvaje de Scorsese con De Niro haciendo de Jack Lamotta.

Un fotograma de Toro Salvaje, el film de Scorsese: Robert De Niro encarna a Jake Lamotta.

 

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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