El 20 de Julio de 2020, la Economista venezolana Pasqualina Curcio, publicó, un artículo titulado “Los Salarios en la empresa privada y en la administración pública” En el mismo, critica lo que calificó como “dogma monetarista” la intención de procurar el equilibrio fiscal evitando el incremento de los salarios de las trabajadoras y trabajadores del sector público.

economía

Explicó la economista, que según sus cálculos, los ingresos por la vía tributaria, han estado siempre entre el 13 y el 9% (viene en bajada) del Producto Interno Bruto, mientras que en América latina, el promedio es de 20%. Ni hablar de los países llamados “desarrollados” donde oscila entre el 30 y el 40% del PIB.

También expone que el sector de la burguesía nacional (mas no nacionalista) ha incrementado el grado de explotación trabajadora en un 247% mas no así su carga impositiva; y, a pesar de esto, continúa pidiendo subsidios al Estado Nacional.

Palabras más, palabras menos, Pasqualina argumenta que el dinero para incrementar los salarios existe, pero está en los bolsillos de la burguesía que aumenta sus ganancias pero no se le sinceran los impuestos, cosa que –según su artículo- sí ocurre con el IVA que paga la ciudadanía. De esta manera sentencia que “no es un asunto de falta de recursos” sino que ese recurso “está mal distribuido”.

A este artículo, responde otro economista, además de Constituyente: Jesús Faría.

Especulación e ingresos

Faría contra argumenta en su artículo “El presidente Maduro y la defensa del salario” tomando lo dicho por Curcio como una “Feroz y absurda acusación contra el gobierno” afirmando que, el gobierno si ha utilizado los recursos para proteger a las y los trabajadores a través de subsidios a la educación primaria, media y superior, así como en salud y vivienda que son, sin duda, avances en materia de protección que las trabajadoras y trabajadores hemos podido evidenciar durante todo lo que va de nuestro proceso revolucionario.

Argumenta también que, el problema no es que la masa trabajadora esté pagando el IVA y que la burguesía esté aportando por la vía de tributos el 9% del PIB y no el 20% como el resto de América Latina, sino, el bloqueo y la disminución del ingreso por la vía de la renta petrolera lo que impide tal incremento de salarios, haciendo énfasis en que se trata de un gran descuido, injusticia o mala intención dejar por fuera estas variables en su análisis.

Lugo de los dos artículos, han surgido otros apoyando a Pasqualina y acusando de burócratas a quienes trabajan en “la esquina de Carmelitas” y otros acusando a Pasqualina de ortodoxa y hasta de contra revolucionaria. Como ninguno toca el fondo de la discusión sino que tratan de someter a juicio la condición revolucionaria de uno u otro, no los cito en este intento de análisis.

Para presentar mi opinión (que nadie me la está pidiendo, pero me gusta el deporte de opinar) me gustaría más bien, hacerme preguntas y dejar en quienes lean esto, la inquietud de hacérselas también:

¿La economía es una ciencia?

Las universidades dicen que sí. De hecho a las facultades donde enseñan economía, les llaman facultades de “ciencias económicas”. Además, la banca y su club de economistas, han logrado que el día que se entrega el premio Nobel a ciencias como la Física, la Química o la Fisiología, se entregue una cosa que llaman “Premio del Banco de Suecia en ciencias económicas en memoria de Alfred Nobel” y lo posicionan en los medios de comunicación como “Premio Nobel de la Economía” para darle su barniz de ciencia a la práctica económica.

Uno de los ganadores de este premio, el economista Robert J. Shiller, se preguntó ¿Es la economía una ciencia? Y se refirió a que la economía al ser un constructo que se centra más la política y la toma de decisiones sobre cursos de acción, que al oficio de “descubrir” el qué y el cómo de las cosas, la economía era entonces algo más parecido a la ingeniería (es decir a la tecnología) que a la ciencia.

Y como “a quien Dios se lo da, San Pedro se lo bendice” ya Shiller tiene su “Premio Nobel” en economía y argumenta que ésta (la economía) no es una ciencia porque se trata de decisiones políticas y de cursos de acción; es decir, tecnología política.

Para atender este postulado, las universidades se han defendido inventando nombres como “Planificación económica” “Economía Política” o “Economía social” que son como las hermanas feas de la ECONOMÍA que es -según todos los universitarios economistas que no se han ganado el Nobel- una ciencia.

El H2O cuando llega a 100 grados centígrados de temperatura, se vuelve gaseoso; y, cuando llega a cero grados centígrados se vuelve sólido. De resto, se encuentra en estado líquido. Ese es un hecho científicamente comprobado y discutirlo es una necedad, a menos que se tenga un descubrimiento distinto que pueda ser verificado empíricamente.

Ahora bien, cómo superar la pobreza, cómo generar un equilibrio económico entre ingresos y gastos, cómo hacer para que la inflación no suba -o suba menos- en medio de un bloqueo financiero y logístico, no son cosas que se puedan resolver “científicamente” como se resuelve la pregunta de cómo hacer cambiar de estado material del H2O, sino que, se requiere toma de decisiones y planificación, como ocurre en la ingeniería. Además, el curso de acción que se escoja va a depender irrenunciablemente de la posición política que se tenga.

Dicho esto (y me escudo en Shiller para que no se diga que estoy hablando mal de las y los economistas) La economía no es una ciencia. Pero además, siempre implica planificación, siempre implica lo social y siempre implica fijar posición política. Por lo tanto, todos sus argumentos son obligatoriamente discutibles, y se evalúan según los resultados y no desde la falacia de las “leyes” de la economía neoliberal.

De manera que nadie puede sentirse ofendido (a) porque se critique de forma y fondo una decisión económica, pues se trata de argumentar, contra argumentar y tomar decisiones desde una posición política clara. Vamos entonces con la segunda pregunta:

¿El problema de las y los trabajadores se resuelve con incrementar el salario?

Creo que parte del problema en la esquina de Carmelitas es de comunicación. Hemos hablado poco o muy poco de los subsidios extra salarios que recibimos.

¿Cuánto cuesta una vivienda? ¿Cuánto cuesta una carrera universitaria en cualquier país vecino y cómo funciona el sistema crediticio para estudiar a nivel universitario? ¿Cuánto cuesta la electricidad en países como República Dominicana donde el servicio se interrumpe dos veces al día fijo? Aunque el sector judeo cristiano de la oposición diga que estamos “sacando en cara las cosas” es necesario hacer saber esos datos, para que estemos en cuenta de cuánto recibimos cada una y cada uno en términos financieros reales.

Esa es una cifra interesante: Subsidio a la educación, bonos, subsidio a la vivienda, más subsidio a la electricidad (con todo y sus fallas) subsidio al transporte, subsidio a la salud, a las tasas de interés, son parte de los ingresos no salariales que tenemos.

“Somos un país rico” es el mantra de moda. Sí, rico, pero con un 97% de los ingresos en divisas generados por la vía de la renta petrolera; es decir, que efectivamente la burguesía nacional no aporta en términos concretos nada significativo al gasto público, y, ahora que tenemos un bloqueo que lesiona ese ingreso petrolero, estamos por primera vez, discutiendo –seriamente- el tema tributario, el tema de los servicios y el otro tema que nadie quiere discutir ¿Cuántos trabajadores necesita realmente la administración pública?

¿Qué hacer?

¿Plantear un modelo de sinceración tributaria para avanzar en que los ingresos por la vía impositiva pasen del 9% al 20% del PIB? Y con ese dinero ¿Cuál es la propuesta? ¿Subir los salarios y sálvese quien pueda? ¿Subir los salarios y mantener los subsidios más importantes? ¿Financiar la mejora de los servicios públicos y cobrarlos? ¿Financiar el fortalecimiento de una burguesía nacionalista? ¿Profundizar el apalancamiento de toda una red de pequeña y mediana industria?

Todo esto forma parte de los cursos de acción posibles. La economía no es una ciencia, se trata de decidir y lo que decidamos es consecuencia de nuestra posición política, no de la ciencia.

Es hora de la democracia participativa, es hora de hacer política.

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Marcos Meléndez/Ciudad VLC

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