BARCA DE PAPEL (25): ANA CAROLINA SAAVEDRA

La poeta Ana Carolina Saavedra

Barca de Papel (25): Ana Carolina Saavedra es un comentario a su segundo poemario «Ángel de Silencio» (2014). JCDN.

Ángel de Silencio (Signos, Ediciones y Comunicaciones, C.A., 2014) es el segundo poemario de Ana Carolina Saavedra que hemos leído con sumo interés y placer. El primer libro “El lugar de las imágenes perdidas” (el perro y la rana, 2006) está embebido del paisaje paradisíaco de nuestra Amazonia: Hogar originario profanado que se transfigura en la trampa de El Dorado, para desquitarse de la conquista y colonización española. La Amazonia se interioriza en la voz sugerente y plural de la poetisa, en el cauce de los ríos que abrevan en el salvaje Amazonas.

El empaque de Ángel de Silencio resulta engañoso a primera vista: Trotsky Vargas nos presenta un tierno querubín que nos manda a callar la lengua cansada. El imaginario kitsch nos remitirá, pues, a un universo distinto y contingente: el mundo interior de una mujer enredada en el desmadre del mundo hoy. La tensión del discurso va de lo enternecido y post-romántico a la satanización e impostura femeninas. Tampoco el mundo queda desamparado, pues la poeta toma partido y ejerce su labor profética de denuncia política.

Lo que destaca en una primera lectura o audición, es el matrimonio auténtico entre la Poesía y la Música. Se habla la lengua de juglares y cantautores que abordan el mundo desde una óptica mucho más atenta, enternecida y viva. Bien sea edificando una paisajística a contracorriente de los urbanistas-homicidas del espacio, o clamando por justicia en los arenales del despropósito.

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El Bestiario que prevalece en este conjunto lírico, lo representa el Cóndor, animal andino noble que se asoma al trópico trizado por el Capital para discernir el Amor Loco de la simetría banalizada del discurso estético y propagandístico contaminado por la ideología. El cansancio post-romántico y bohemio devela el misterio del libro angelical: “Las heridas del libro son mis propias heridas”. El dolor se asimila al canto lúdico que celebra la vida y critica los males del Siglo.

En lo formal, observamos un afán por el pluralismo no artificial ni fingido, esto es el poema en prosa, el verso breve y largo. En lo que toca al fondo, tenemos la prevalencia del erotismo y el juego de las mareas que lo provee, por demás integrado a la problemática de la Utopía afectiva y política en un contexto de desilusión artística e ideológica: “Mientras la sombra va de un extremo del dolor / al país del abandono”.

Sin duda alguna, el conjunto poético polifónico y paradójico apuesta por un feminismo dialógico, pues no se trata del desquite respecto al varón, sino por el contrario de consolidar una comunidad emotiva y material enclavada en el Amor y la Franqueza. Asimismo, troca en un acto de afirmación ontológica y personal de la Mujer: “Más que una mujer de papel / que ha escrito en su piel hasta llegar al último rincón / escribo también en el reverso”.

No evade temas tabú como la mujer libertaria en la cama, la masturbación femenina o la homosexualidad. El reconocimiento de lo femenino parte del mismo cuerpo: en el poema en prosa, por ejemplo, se elogian los senos a través de la enumeración de sensaciones y emociones primordiales. El poema “Corpóreo” trae consigo una retórica compulsiva que se apropia del Ser, la carne y lo concupiscente.

La mujer en toda su humanidad desmonta el mito de su satanización cultural-machista, al punto de vindicar a la mujer “fatal” como metáfora libérrima: “Yo no soy la rosa delicada y bella / soy la que se enreda fuerte / con la gracia esplendorosa de la hiedra”. El onanismo, inconcebible en una fémina según la tradición, se desparrama hambriento en la piel de la imaginación: “fragmentada en mi mano izquierda / que hurga dentro de mí / con la fuerza del aleteo de un pájaro de ríos”.

El Cóndor interior de la voz liberadora y poética, reconfigura a la virgen María y el mito fundacional de su embarazo por el Espíritu Santo: “En esa infinitud de lo que vuela / amo tu libertad / sin cruz / ni nombres”. Lo cual no desdice el misticismo y sí a la institucionalidad religiosa y piadosa (léase el machismo episcopal). La poesía femenina venezolana aparece aludida en el poemario, destacándose las referencias a Lydda Franco Farías y Miyó Vestrini.

La angelología, en este caso, no es cursi ni ultramontana. Es motivo del trabajo poético consigo misma. En clave de humor, tenemos que ángeles apocalípticos acompañan a Miles Davis y a Charlie Bird Parker, “mientras las mujeres de Jericó / tapan sus oídos con expresiones yertas”. El apartado Renaciendo en las alas del ángel, incluyendo el epígrafe de Job 6:7, constituye un vigoroso y honesto autorretrato que se consolida en la fragilidad de la carnalidad y el espíritu eróticos.

Por supuesto, al igual que Sor Juana Inés de la Cruz, denuncia la ceguera del hombre cautivado, intimidado y embrujado por la mujer: “Prójimos ciegos de dominio / torpes al mirar al trigal y la hoja / el desnudo de mujer lapidado por la época”.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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