BERNARDO BERTOLUCCI (1941-2018)
Bernardo Bertolucci (1941-2018) es una crónica muy personal sobre este maestro del cine contemporáneo. JCDN.
Para beneplácito de los oportunistas políticos de siempre y, claro está, nostalgia enternecida de los cinéfilos, ha partido de este valle de lava ardiente el cineasta italiano Bernardo Bertolucci. Heredero de Pier Paolo Pasolini y Federico Fellini, Bertolucci no evadió las preocupaciones políticas y estéticas de su tiempo. Su discurso cinematográfico se debatió entre el marxismo, el psicoanálisis y la desilusión ideológica y existencial.
Recordamos algunos de sus grandes murales fílmicos como “Novecento” (1976) y “El Gran Emperador” (1987). O, por ejemplo, “El Conformista” (1970, adaptación de la novela homónima de Alberto Moravia), “La Estrategia de la Araña” (1970, versión libre del cuento “Tema del traidor y el héroe” de Jorge Luis Borges), o la anti-poesía erótica de “El Último Tango en París”.
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Adentrarse en el cine político y filosófico del director parmesano, nos conduce inevitablemente al cine de tesis manifiesta tanto en los géneros documental y de ficción. Bernardo Bertolucci se nos muestra en el fondo como un ensayista y polemista de raza, al igual que su maestro Pasolini. Sólo que el discípulo le corresponde con una obra muy propia: Ni sumisión ni parricidio al poeta padre. Ambos compartieron su obsesión, cada cual a la suya, por el juvenil sub-proletariado de las barriadas periféricas de Roma en “Accattone”, una variación de la novela “Una vida violenta” de Pasolini.
Nuestra generación fue tocada por la música de Charly García y por películas como “Novecento” de Bertolucci, una obra fundacional como “El nacimiento de una nación” (1915) del racista y supremacista D. W. Griffith, “Octubre” (1927) de Sergei Eisenstein o “El tambor de hojalata” de Volker Schlöndorf. “1900”, como se tituló en castellano, es un filme que abre y cierra puertas en la incertidumbre: Desde la sociedad semi-feudal, el auge del socialismo y la caída del fascismo, hasta una Italia por venir a los brazos de la Guerra Fría. Se contrapone la vida a la muerte, no sin cierto sentido cruel del humor. Los campesinos les arrojan a los aristócratas la mierda de los caballos como en un gag del cine mudo. La pareja facha y asesina de Attila y Regina es ejecutada por los partisanos en un ejercicio violento, poético y sublime de la justicia. Qué decir de los vejetes agarrándose a bofetadas al final: el decadente aristócrata Alfreso Berlinghieri y el activista social Olmo Dalco, escena que encarna desdentada a la guerra de clases.
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“El Último Emperador”, en cambio, habla de la fragilidad que se esconde tras las murallas de la Ciudad Prohibida: El monarca chino oscila entre la tradición (Oriente) y la paradójica renovación cultural (sumisión a Occidente, luego a Japón). Pareciera un tema derivado de una película anterior, “La estrategia de la araña”, pues el traidor se convierte en un ciudadano anónimo de la China comunista en los tiempos convulsos de Mao Tse Tung. Bernardo Bertolucci se asoma como uno de los más claros lectores de su contexto histórico. Se pasea del análisis político-ideológico, acostando al objeto en el diván del psicoanalista, hasta la búsqueda del ser en la contingencia y las contradicciones del entorno urbano.
«La Luna» es la jungla apóstata del incesto y el complejo de Edipo. La cantante de ópera devora sexual e íntimamente a su propio hijo. El cordón umbilical no se rompe ni siquiera en un común paseo en bicicleta. La vagina y la matriz son entonces instancias caníbales que no parecieran cesar en sus apetencias. «El Último Tango en París», censurada por el conservatismo insoportable del presidente Rafael Caldera I y sus condiscípulos del Opus Dei, nos presenta un duelo erótico, actoral y psicológico entre Paul (Marlon Brando) y Jeanne (Maria Schneider): El encuentro toca los extremismos de la lujuria, la incomunicación y la muerte.
VE «LA LUNA» DE BERNARDO BERTOLUCCI
Invitamos a los lectores y cinéfilos de a de veras a rever la filmografía de este referente del cine de autor. Una aproximación transgenérica, heterodoxa y holística a las películas de Bernardo Bertolucci, ayudaría a recuperar el discurso crítico que invisibilizan los medios y los politicastros hasta el tedio.
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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC
