Biografías Portátiles (14): Dafni Giannitsópulos está dedicada a esta entrañable poeta de Valencia de San Desiderio. JCDN. 

La poeta Dafni Giannitsópulos

Dafny Giannitsópulos (Barquisimeto, 1960)Poeta bien amada y mejor amiga que reside en Valencia, la de Venezuela. Egresada de la Escuela de Artes Plásticas «Arturo Michelena», fue integrante del equipo de redacción de la revista Gen-t. Poemas suyos han sido incluidos en las compilaciones «Rostro y Poesía» (UC, 1995, bajo la curaduría de Luis Alberto Angulo) y «Poetas carabobeños V» (Separata, UC, 1991). Publicó su primer poemario, «Mistikós» (Ediciones de la revista Gen-t) en 1990. El resto de su obra poética se mantiene inédita a la fecha.

 

Su calidad humana nos toca, por fortuna, en esta ciudad amada y descoyuntada. Son proverbiales su honestidad intelectual, su sensibilidad poética y humanística, además de su generosidad como ejercicio místico y cotidiano. La pasión por la naturaleza la hace una ecologista de raza sin necesidad de militar en la estridencia de ciertos partidos verdes. Para ella la Poesía es una ciudadanía amorosa e inquebrantable.

El luminoso poemario inicial de Dafni Giannitsópulos

Si bien “Mistikós” (1990) es hasta ahora su único libro publicado, Dafny Giannitsópulos ofrece al lector de hoy un poemario precioso que poetiza el cuerpo femenino en dos dimensiones: el erotismo y la fecundidad. El universo allí expuesto es inmediato, transparente y auténtico: Predomina el poema breve de verso libre, impregnado de intensa cosmogonía emocional y musicalidad limpia que se apoya en la melodía hecha armonía interiorizada.

LEE EL POEMARIO «MISTIKÓS» DE DAFNI GIANNITSÓPULOS

En este caso, no es necesario copiar la audacia de María Calcaño cuando aborda la sensualidad femenil protagónica y rebelde o su tenor enternecido en lo que toca a la maternidad. Giannitsópilos, en un auténtico gesto de respeto por sus antecesores o los poemas padre o madre, desarrolla a plenitud su propia personalidad lírica: Los dos primeros textos implican una delineación de su propio mundo, esta es el jardín bien amado que colinda con el estrépito de la ciudad, ¿acaso un altar de su mismísimo imaginario poético?: “¿De qué querías hablarme? // De los pájaros / que también cantan en mi jardín” o “Bajando la calle / no quiero mirar al sol / he de encontrar un parque cerca de ti”. No se trata del jardín cabalístico, celestial / infernal y simbólico de Malcolm Lowry en la novela “Bajo el Volcán”, sino de la locación concreta, la ventana corporal y anímica desde donde se anula el Yo de la poeta: “Nadie / tiene nombre / y un rostro / aún me recuerda cuando se mira”.

Las contradicciones que se desprenden de la fluencia materna que abraza a los hijos, sin importar el cariz posible de las relaciones del Poder familiar, se realizan con suavidad y auto-complacencia: “¿Es éste el lugar / en el que quiero estar? // En este lugar mis hijos se separan. // En este lugar / los observo pasar frente a mí. // Eso es bueno / y me gusta / en este lugar”. Justo al lado, la poeta o poetisa [como le gusta nombrar a otras y llamarse a sí misma Ana Enriqueta Terán] desarrolla un conmovedor elogio al Padre, ello en la tradición de voces tales como Ramón Palomares, Vicente Gerbasi, Pepe Barroeta, Luis Alberto Angulo, Laura Antillano y Carmen Verde Arocha. Dada su innegable calidad y, mejor aún, la empatía con el corazón lector, lo citamos íntegro: “Irse así / corriendo. // Esto sucede cuando mi padre golpea la puerta / de su niñez / la mujer que amó cuando niño / envejecida // La casa / la puerta / y todavía la mano de bronce golpea. // Así corriendo / con los ojos / yo camino por las calles de Patras / apretando en mi garganta la niñez / de mi padre. // La casa / la puerta”. No hallamos, gracias a Dios y a la Poesía, una altisonante representación barroca del complejo de Electra, sino una poderosa y melódica balada amorosa que rescata a papá en la memoria. Los golpes a la puerta marcan el vals o el paso doble bailado por el Padre en la grata sala que la ensoñación filial le obsequia.

Dafni pertenece al anti-canon de la literatura carabobeña

En “Jonás”, apartado que cierra el díptico, los poemas del cuerpo que gozan la intimidad minimalista del sexo, menstrúan o alumbran a los hijos, no están tocados por un feminismo extremista y rencoroso, sino por un afán de diálogo entre complementarios: “Un hijo es Dios / una mujer convierte en Dios al hijo / una mujer convierte a Dios al hombre / Dios fue creado por una mujer / ahora lo comprendo”. Ser tragado por la ballena es un parto a la inversa y no un castigo bíblico. Implica recogerse en el útero cálido del origen para que la vida patee la barriga y se salga con la suya. La poesía de Dafny empalma no sólo con la de María Calcaño o Ana Enriqueta Terán, sino también con Sor Juana Inés de la Cruz y la muy cariñosa Rosalía de Castro: La ternura y el carácter femenino independentista no son antípodas sino caras cómplices de la misma moneda.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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