BIOGRAFÍAS PORTÁTILES: MARÍA A. RENDÓN

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Biografías Portátiles (29): María A Rendón se aproxima a la vida y obra de esta joven y excelente poeta de Valencia. JCDN.

El 4 de abril de 1986 nacieron en Valencia, la de Venezuela, María Daniela y María Alejandra, las morochas Rendón Infante. Ambas docentes, ambas comprometidas con la cultura y el tango, con la revolución y la mujer.

En Ciudad Valencia celebramos este año de vida y publicamos nuevamente la Biografía Portátil que José Carlos De Nóbrega dedicó a María Alejandra el 18 de abril de 2019 aunque, dada la creatividad incesante de nuestra poeta, ganadora del Premio Nacional de Literatura Stefanía Mosca (julio, 2019) por su obra “En defensa propia”, su biografía debe ser actualizada diariamente.

En estos últimos años son muchos los versos que ha parido y dos libros han sido editados: Antología sin descanso (Madriguera, 2018) y En defensa propia (Fundarte, 2019).
Felicitaciones, morochas.

(LSFLC)


 

María Alejandra Rendón (Valencia, 1986) posee tres libros publicados: Sótanos (2006), Otros altares (2007) y recientemente Aunque no diga lo correcto. 

Además de la poesía, ha incursionado en la actuación. Tuve el privilegio de tenerla como alumna de postgrado en la Maestría de Literatura Venezolana de la Universidad de Carabobo, la cual completó con una tesis sobre su poeta predilecta Lydda Franco Farías.

Su compulsión vital que, por supuesto, repercute en su trabajo poético, se fundamenta en una actitud asertiva e inquisitiva digna de una niña traviesa, vivaz y precoz.

Otro infante terrible, Juan Calzadilla, nos dice en relación a su obra: Lo original en su escritura consiste en una puesta en escena de un compromiso que por instalarse fuertemente en vivencias y experiencias de la poeta se proyectan con fuerza al cuerpo social, a las raíces, como si hablara en el poema de un ser colectivo, una enfermedad o un estado de alerta y no una persona.

En este caso, salvando la particularidad de cada quien, nuestra poeta coincide con Norys Nicoliello y Niddy Calderón en la transparencia irrenunciable de la expresión poética que dice las cosas sin empacho.

El texto “Poética” es una muestra indiscutible de tal compulsión en el Decir: El poema goza de independencia completa / y en la mayoría de los casos / tiene toda la razón / aunque no diga lo correcto.

La palabra supone una labor insomne y rigurosa que, paradójicamente, nos conduce a un estado de gracia y placer, sustentado en la libertad expresiva y creativa que recrea y cuestiona activamente al mundo.

La ciudadanía humana en libertad parte del quebrantamiento de la condición de oprobio y esclavitud, asalariada o no.

Se vive el poema en la apostasía más descarada, pues la gente pía o “decente” son diques idiotas que contienen la acuciante necesidad del cambio: Esto es que los muertos entierren a sus muertos.

En un texto dedicado a un Cristo comunista despojado de slogans automáticos y admoniciones apocalípticas tanto de comisarios como de cardenales, leemos: Él lo supo / yo siempre lo supe / aún lo sé / lo único que ha cambiado / es la forma de matarnos / unos a los otros, sin reparar en las cruzadas o el yihad como campañas no sólo bélicas sino ideológicas.

María Alejandra comparte con el poeta brasileño Antonio Miranda, no sólo el cruce de caminos entre la poesía y la dramaturgia, sino también una hermenéutica lúdica que transfigura a Cristo reduciéndolo a la fragilidad carnal, recurso que humaniza y carnavaliza a la divinidad de la misma manera que los tallistas populares.

La revolución, en tanto discurso y praxis, no apunta a lo políticamente correcto, reconviene y ataca sin piedad todo convencionalismo mental y estructural; de lo contrario, su implementación física y funcional (la Comuna engullida por el Estado) declinaría en una monarquía apoyada por un partido comunista.

Máxima que debe aprenderse

Intermedio discursivo mediante, recordamos un hermoso texto poético dedicado a su hermana María Daniela, en el cual el diálogo excede la mirada ante el espejo en los equívocos que refracta, pues el Otro me complementa y justifica experimentar la vida sin que su plenitud y sensualidad desdigan la responsabilidad ética de quien ama:

Espejo cálido adorna este relato, / anda en placeres y luces. / A veces siento en el pecho el peso / de un miedo sin nombre / veo la muerte, / terrible estampa de la sangre rota. // ¡Mira el camino y anda! / deja el aroma que masco todos los días / para no ver cómo se arrodilla en mi hombro / el maldito sueño que no he conocido, / donde beso las cenizas dejando en ellas / las palabras que ya no son mías.

Aunque no diga lo correcto es un poemario recién publicado por el perro y la rana que ratifica esta vocación por la diafanidad brillante de la expresión poética.

Importa más la vida que el egotismo alienante de una visión trunca del oficio escritural: Escribo sólo cuando tengo la certeza / de un resultado fiel a la intención, / aun cuando se trate de reconocerme abominable. / Me es útil corregirme en el hecho / más que en la palabra.

Hay un afán desmitificador que se manifiesta en el trazo espontáneo, vivo y franco que se enseñorea de la desnudez primaria de los objetos.

La casa, por ejemplo, se nos presenta de par en par, embargada por la ausencia de la pirotecnia formal que conduce a una consideración metafísica y descarnada de la cotidianidad; pareciera decir que el uso abusivo y esteticista de la metáfora enmascara las relaciones de Poder que enmohecen y oprimen a los hombres.

LEE ESTOS POEMAS DE MARÍA ALEJANDRA RENDÓN

Esa actitud política y formalmente incorrecta, no sólo triza y desmonta la vinculación fetichista con los objetos, sino también cuestiona el desquiciamiento de la memoria por vía del Imperio de concepciones historiográficas tendenciosas y tramposas: Con ojos que no caben en la muerte… / nos entregan una historia, / otra historia con una herida al sur / Que nunca cicatriza.

No se trata de avalar la historia de la demagogia ni del discurso propagandístico, por el contrario, la multiplicidad semántica de la voz poética propone rescatar simultáneamente la reconquista y la transubstanciación del pan.

Como lo sostienen Gustavo Pereira y Lydda Franco Farías, el peor de los oficios trae consigo una palabra dura que reivindica la transformación de este mundo al alcance de la mollera, el corazón y las tripas: Hemos recuperado nuestras cabezas / atornillándolas al corazón.

 

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

 

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