penúltimo
Hace unos días, una cámara indiscreta pilló a Inés Arrimadas, dirigente española de Ciudadanos, conversando con su asesor antes de salir en un programa de tele. El asesor le explicaba que lo importante no es lo que digas, sino caer bien, porque la gente nunca entiende nada.
Arrimadas soltó una carcajada de villana de novela mala, porque sabe que sus seguidores son así de idiotas. La misma técnica de marketing aplican en la oposición venezolana, pero con un giro más perverso: ni siquiera se tienen que esforzar en caer bien porque los medios armarán una personalidad, un carisma de cartón y la popularidad del Fulano de turno subirá como la espuma… Y, como la espuma, bajará hasta diluirse en la amnesia colectiva.
Es por eso que nulidades como Guaidog se suben a la tarima mediática casi sin saber hablar, y abren la bocota, como si nada, para invitar a sus seguidores a mostrarle al mundo que ellos no le temen a una guerra civil. Tranquilo, lo dijo pero no importa, ya decenas de infomercenarios están aclarando que eso no fue lo que dijo, que todo es un invento del G2 cubano, tuit, tuit, tuit, y abracadabra, eso no pasó.
Y los que gritaron que no le temían a la guerra civil de Guaidog, al leer en las redes que su nuevo líder no dijo lo que ellos oyeron que dijo, se indignan porque el G2 cubano les hizo responder algo que ellos no respondieron.
Y el líder prefabricado vuelve a abrir la bocota, tranquilo, que no pasa nada, y declara a una agencia internacional de noticias que él no descarta pedir una intervención militar de los Estados Unidos contra Venezuela. Y ay, ay, ay, ay, que eso no fue lo que dijo, cuando le preguntaron sobre el uso de sus facultades -¿facultades?- para autorizar una intervención extranjera, lo que él dijo fue que “haremos todo lo posible. Es un tema obviamente muy polémico, pero haciendo uso de nuestra soberanía, el ejercicio de nuestras competencias, haremos lo necesario”.
Y claro, cualquier persona que sepa leer entiende que Guaidóg dijo que sí, que considera pedir una intervención militar gringa, pero eso se borra rapidito con una cadena de whatsapp: “Nuestro líder libertario no dijo nada de una invasión, así que guarden, hasta nuevo aviso, los enlatados, velas, radio de pilas, y la sábana con letras negras enormes que dice Welcome marines, que les mandamos a poner en la azotea en la cadena anterior”.
¿O sea, no van a venir los catires bellos que nos venían a preñar para que tuviéramos niños de ojos azules que hablen inglés perfecto, sin tener que ponerlos en Open English? O sea, lloro…
Y la bocota incontinente anuncia días finales, definitivos, cada diez días, y “ahora sí, ahora si que sí, que ahora no, pero mañana sí, que ya viene, que ya viene, que ya viene la ayuda humanitaria para 20 mil personas, que algo es algo, “carne con vegetales disecados”, yummy, yummy, y vitaminas que el maluco de Maduro no quiere dejar pasar, que ya pasaron, que Puerto Rico las mandó escondido, que Puerto Rico no las mandó, que están en Cúcuta, que ahora sí, que no, que mejor no, que ya están aquí, que ya las entregamos, pero no se notó, que estaban aquí desde diciembre, pero no las entregamos porque no había luces, cámara, acción…”
Y la gente decente y pensante de este país tragándose este rosario de estupideces sin masticar ni digerir…
Y salen los libertarios del este del Este, otra vez a la calle, otra vez por última vez, porque hoy sí, y se toman fotos para el Facebook, con sus lentes chísimos, y sus look de marcharines renovados, y uno busca en ellos la emergencia humanitaria y no la encuentra en ningún lado.
Trasladan a la marcha su competencia social, sus gorras crujientes de tan nuevecitas, como los zapatos caminadores, los jeans gastados pero de tienda, no de uso, los rosarios de gargantillas y el bloqueador solar francés… Como en el club, pero en medio de una avenida y con banderas.
Salen para el Día Final y los regresan a su casa con un “vuelva usted después” que “vamos bien”, y la “fuerza y fe” se les tambalea, pero basta una torcida de ojos y un “¿no serán tú chavista?”, para volver al carril cacerolero, porque el miedo es libre y nadie quiere ser el Sapo Rojo allá donde linchan chavistas en nombre de la libertad.
Mejor apagar el cansancio en un restaurante, donde lejos de la crisis humanitaria, se pueden tomar una cervecitas -de Lorenzo, of course- para pasar una punta trasera con todos los adornos, mientras esperan que les llegue la carne disecada que es la que va sacar a Maduro del poder. Ayuda humanitaria, you know…
Y así, postpuesto de nuevo el último ultimátum, les queda refugiarse en los tuits de Marco Rubio, en la amenazas de John Bolton, que se “parecen igualitas” a la amenaza de invasión que Guaidog no dijo que dijo que iba a autorizar, como dijo G2 cubano que dijo.
CIUDAD VLC/CAROLA CHÁVEZ/ @tongorocho

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