Anibal Nazoa

Clásicos Venezolanos (27): Aníbal Nazoa se refiere a su libro «Las artes y los oficios», título en el que el ensayo y el humor confluyen. JCDN.

ENSAYO Y HUMOR EN ANÍBAL NAZOA

¡Oh, de ningún modo pretendo ni quiero / permanecer fijo! / Mi movilidad es lo que hace que viva. Juan Calzadilla.

Los humoristas y los poetas son convidados de piedra en la configuración de las repúblicas artificiales y perniciosas que se fundan en el extravío de los poderes fácticos.

Los escritos humorísticos de Aníbal Nazoa (1928-2001), pese a ser correspondidos con la complicidad lúdica y políticamente incorrecta de sus lectores, no son considerados ni bien vistos por el conservadurismo que esteriliza a las universidades.

Tampoco por las gestorías que son ciertas instituciones culturales, los oxidados púlpitos políticos y las tontas cajas de resonancia en que han involucionado los medios de comunicación social.

Por fortuna, el academicismo pequeño burgués ni el socio-listo han depositado su ensayística rebelde en un almacén o, peor aún, el mausoleo del despropósito maula.

Anibal Nazoa

Insistimos, Aníbal Nazoa es una voz notable, malandra y traviesa del ensayo venezolano contemporáneo.

Al igual que Woody Allen, Groucho Marx, Ambrose Bierce, Miguel Otero Silva y Juan Calzadilla, su paradójico oficio literario se vale de un humor descarnado y crítico no sólo para desmontar el solapado discurso autoritario y el aparataje ideológico que lo sustenta y promueve, sino también como fluencia indagatoria y constitutiva de la integración de las artes y su coherencia transgenérica.

Los artes y los oficios

Las artes y los oficios (1973) y Obras Incompletas (1993) son dos piezas de ensayo literario que nos reconcilian con el carácter camaleónico y pachuco del género, por supuesto, muy a contracorriente de la tipología grasosa y fútil de la crítica literaria convencional.

A propósito del primero de los títulos, tema central de esta compulsiva aproximación, el propio autor reconoce su inserción bárbara en el ensayo rebasando, eso sí, las catedrales rodantes de los impolutos críticos locales por el hombrillo.

“Así nació este manojo de medulosos ensayos que hoy entregamos al lector, medulosos no en el sentido corriente del término sino por lo mucho que tuvimos que exprimirnos la médula para producirlos, dada nuestra ignorancia del tema y de tantas otras cosas”.

Este periodista de filiación amorosa y militante, se sale con la suya al inscribir su nombre en el Canon escurridizo de nuestras lecturas contingentes y por demás entusiastas.

Anibal Nazoa

Las artes y los oficios no en balde su origen periodístico, esto es la compilación de una serie de artículos publicados en el suplemento dominical del diario El Nacional.

Constituye un excepcional volumen de ensayos que apela al dominio del discurso transgenérico, el humor punzo-penetrante por vía de la ironía y la simulación.

Amén de la impostura académica y sociológica, para forjar con desenfado un anti-tratado sobre la división del trabajo, la explotación del hombre por el hombre y el desmadre político nacional que se hace universal con escandalosa impunidad.

La conciencia del oficio ensayístico, en este caso, parte de una tribuna mediática combativa para edificar una propuesta escritural sólida y personal que reivindica al ciudadano de a pie y contraría a los aparatos ideológicos del Estado burgués que lo conducen al despeñadero.

Desdiciendo y falsificando las descocadas taxonomías del positivismo sociológico, Aníbal Nazoa subvierte el entorno de su época en el caos que aún nos desampara,  atravesando la mar picada como si nada.

Ejercicio demoledor

Veintinueve artes y oficios son trizados en un ejercicio demoledor de la crítica que lo emparenta con Una modesta proposición de Jonathan Swift, el Diccionario del Diablo de Ambrose Bierce e incluso y a futuro con Conversaciones con Taxistas de nuestro Pedro Téllez.

Este museo decadente de cera de los trabajadores, sus explotadores y operadores políticos, descoyunta y tritura con crueldad poética un modelo petrolero trunco, individualista y fetichista.

La parodia, previa la radiografía rabiosa de la aberrante y disfuncional pirámide social, embochincha el instrumental cientificista, estético y objetual que trastorna por igual al lingüista, el sociólogo, el psiquiatra, el dentista, el cuidador de carros y el comisariato político-cultural.

La etimología de los términos que definen los oficios y las profesiones, evidencia su precariedad conceptual y expresiva al cotejarla con la calle en plena efervescencia peripatética: “La palabra arquitecto procede del griego arjitékton, que significa literalmente <<el primer obrero>>.

Se ruega a los obreros no sonreír, sobre todo en consideración al hecho de que en griego clásico arjitékton significa también <<administrador de un teatro>>”.

La semántica es una disciplina del lenguaje que tampoco sale bien librada, pues se desnaturaliza y vacía de sentido a través del uso macabro del retruécano: “Desde el punto de vista profesional, un diplomático es una persona a quien su gobierno le paga por vivir en el extranjero”.

Los diccionarios de las lenguas muertas y modernas se convertirán pues en objetos contundentes con los que la policía hará cantar a los presos comunes o políticos:

“No es culpa nuestra si así lo dice el diccionario griego-español; el cual, de paso y aunque es distinto, es la cosa más inútil del mundo porque para poderlo consultar hay que saber griego y entonces para qué lo queremos”.

Qué decir de las absurdas taxonomías extremistas que fallan en la descripción y captación de los especímenes sociales que bullen en esta colmena desquiciada.

Rescatemos, por ejemplo, algunas de las escuelas artísticas que la angustiada voz ensayística apreció un domingo en un recorrido por los museos de Caracas:

Desde el Criptorquismo Abúlico de Misael Palodeagua, devanándose los sesos con el Consustancialismo Antimeditativo de Aristófanes Gil, hasta el balbuceo oligofrénico ante el Trigonometrismo Mecánico de Freddy de la Mopa.

O qué les parece esta otra clasificación referida a los insufribles viajados en su cháchara que apunta a una encrucijada ridícula y estridente de hablas:

“Los viajados de derecha viajan por cuenta del Estado y los viajados de izquierda viajan por cuenta de la Revolución. Aquéllos hablan de Washington, de Londres, de Roma, de Brasilia. Éstos de Moscú, de Pekín, de Bucarest, de La Habana. Ambos grupos van de delegación en delegación, de conferencia en conferencia, de congreso en congreso, de cargo en cargo, y gozan del mismo prestigio dentro de sus comunidades políticas. Su educación secundaria es el avión y su universidad la red hotelera del mundo. Su título, ya lo dijimos: Viajado”.

Aníbal Nazoa funde lo culto y lo popular

Aníbal Nazoa, envuelto en el magma mestizo de la venezolanidad, funde lo culto y lo popular para construir una metáfora del país encaramada en un tío vivo dialógico, dialéctico y perturbador.

Se vale del Apostador, no sólo como arquetipo de la Venezuela que tropieza todavía en la unidimensional renta petrolera, sino como investigador profesional en el campo de las probabilidades y las estadísticas:

“Nuestra experiencia transcurre entre el estudio de los pronósticos, las reuniones del Hipódromo y el análisis de los errores que nos impidieron hacernos millonarios el domingo”.

Revela en carne viva los esplendores y miserias de la tragicomedia venezolana y continental: Naciones diagnosticadas hasta el hartazgo pero con la gripe muy mal curada y susceptible a la pulmonía crónica.

Cinismo, humor e inteligencia constituyen una tríada que sostiene este libro asombroso, lúdico y desmitificador, sin pretensiones salvíficas ni exégesis crípticas mal habladas.

Nazoa, por ejemplo, no tiene empacho en homologar las categorías Doctor y Dolor en la más terrorista de las cacofonías, mediando el referente histórico y antropológico.

Chpasangres de América Latina

Tampoco oculta un móvil iconoclasta cuando expone al escarnio del lector la vana gloria de gobernar, la indolente superioridad moral de los unos sobre los otros y, especialmente, el salto estúpido al vacío que es el Deber Ser.

Nos desternilla de una risotada compasiva, no sólo cuando considera la estética entre cursi y pornográfica del transporte público, sino en el instante en que el afán crítico alumbra nuestra triste condición hasta el punto de encandilar la ceguera funcional de las clases sociales fuera de sí.

Los burócratas, los cobradores, los academicistas, el presidente de la república, los bachaqueros, los milicos, los tombos, los filántropos o el clero bien cebado no son más que el rostro visible o, como el mismo Nazoa dice, el pararrayos o el escudo de los chupasangres de América Latina.

Se trata de acompañarnos en el desengaño, la indignación y la acción revolucionaria que eche a los invasores de aquí y de una buena vez por todas.

 

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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