CLÁSICOS VENEZOLANOS (8): ANDRÉS BELLO

Clásicos venezolanos (8): Andrés Bello es un comentario a sus silvas americanas “Alocución a la Poesía” y “Silva a la Agricultura de la ZonaTórrida”. JCDN.

La rutina escolar, el academicismo y la crítica convencional no han logrado estimular una mayoritaria lectura significativa de la obra poética de Andrés Bello (1871-1865), ello en el marco de un proyecto de liberación intelectual de Venezuela y el continente. Este propósito está perfectamente esbozado, incluso, tanto en la Gramática de la lengua castellana para uso de los americanos (1847), como en la creación de la Universidad de Chile.

En el caso de la poesía, muy a pesar de la crítica iconoclasta, las silvas americanas “Alocución a la Poesía” (1823) y “Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida” (1826), realizados en el exilio londinense, son indiscutibles, originarios y grandes poemas fundacionales: lo siguen, por ejemplo, “Vuelta a la Patria” (1877) de Pérez Bonalde, la “Silva Criolla” (1901) de Lazo Martí, “Mi Padre, el inmigrante” (1945) de Gerbasi y el “Canto General” (1950) de Neruda.

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En ambas Silvas americanas de Bello, el asunto excede de la extrapolación de la cultura greco-latina, el nativismo y el inventario de la flora y la fauna en América Latina, pues el discurso poético propone una encrucijada entre el neoclasicismo y el romanticismo vivo de la gesta de la independencia continental. No obstante su fluencia culterana occidental, estos ambiciosos proyectos líricos asoman sin ruido nuestra constitución mestiza. Años después otros poetas incorporarán el habla y la oralidad criolla del llanero, el pampero, el aborigen del altiplano y el excluido afroamericano del quilombo.

Una de las múltiples ediciones de las Silvas americanas del poeta Andrés Bello

El esclarecedor prólogo del poeta Fernando Paz Castillo al primer tomo de las Obras Completas de Bello (Ministerio de Educación, 1952, Caracas), Poesías, destaca que este polígrafo venezolano reunía en un todo los roles del poeta clasicista y romántico, el gramático reformador, el rebelde moderado y el sociólogo positivista de raza: “Bello es, por lo tanto, un espíritu cuestionable; con él se opera una evolución de gran trascendencia para el espíritu americano. Evolución que corre pareja con el desarrollo político de América ya libre de la tutela de España”. No se trata de un fetiche academicista ni de un monigote funerario del idioma español hablado en Venezuela y América Latina.

“Alocución a la Poesía” hace desde la entrada su llamado de emancipación americanista: “tiempo es que dejes ya la culta Europa, / que tu nativa rustiquez desama, / y dirijas el vuelo adonde te abre / el mundo de Colón su grande escena”. Nos sugiere hoy releer las polémicas tesis de Briceño Guerrero sobre el pensamiento mantuano como segunda Europa a contracorriente del Discurso Salvaje. No se esconden las contradicciones y desencuentros raciales, culturales e ideológicos atinentes al mestizaje.

La sede de la Casa Bello en Caracas

La Alocución no es sólo la descripción y el inventario del multiforme paisaje americano, sino en especial la incorporación de América Latina al Patrimonio tangible e intangible de la Humanidad. La enumeración, acompañada de la sazón metafórica y paracientífica, comprende dilatados espacios y episodios históricos como si se tratase de un aleph portátil. Se insta a colorear el Continente no sólo a través de la expresión imperativa, sino también por vía de la interrogación dramática.

Asimismo, no obstante el catolicismo militante del autor, el discurso poético abarca el Nuevo Mundo con la mixtura del panteísmo, el Olimpo greco-latino y el politeísmo aborigen americano. Se trataría entonces de un ajiaco ritual que excita el imaginario americano por liberar del corsé colonialista. La aparente cautela político-ideológica no desdice la estética clasicista de este Poema padre. Va a la par de un prudente buen Decir en la celebración que es la Poesía. Sin embargo, el poeta se desata más allá de la aparente y reposada objetividad lírica: “Pero la libertad, bajo los golpes / que la ensangrientan, cada vez más brava, / más indomable, nuevos cuellos yergue, / que al despotismo harán soltar la clava”.

Bello al final de su fructífera vida

El poema funde también la épica de la independencia con sus Miranda, Ribas y Bolívar, sin escatimar la palabra dura y recreadora de la violencia que se incrusta en la crónica histórica. Anteccede, claro está, la historia romántica del goloso Juan Vicente González, «Venezuela Heroica» de Eduardo Blanco y la pintura histórica venezolana en todo el esplendor de Herrera Toro, Tovar y Tovar, Michelena y Tito Salas.

“Silva a la Agricultura de la Zona Tórrida” desborda la estampa local y romántica, para edificar una paisajística cuasi utópica que deviene en una posibilidad cierta de desarrollo económico y social en América Latina. No es un inventario de la materia prima proveniente de la tierra, sino la interacción dinámica y armónica entre la humanidad y la naturaleza. No exenta, por supuesto, de contingencias y contradicciones.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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