DIÁLOGO CON FÁVER PÁEZ es una jocosa y reveladora entrevista concedida por este poeta «menor» de Valencia y San Carlos. JCDN.

José Carlos De Nóbrega

 

I.- Confesiones de un poeta.

El poeta se confiesa en la medida que ha pecado. Pecar trae consigo confesar a diario. Una cosa es confesarse y otra cometer una indiscreción. Las confesiones como chisme o hablilla resulta ser un estupendo ejercicio agustiniano. Se trata de la anormalidad o, mejor aún, de la singularidad de la voz poética. Incluso hasta el punto que el artista se inventa su propia leyenda. El escritor que se precie de serlo se expone al morbo del otro: ¿Cómo nos imaginaríamos la vida íntima entre Jorge Luis Borges y María Kodama?.

Una confidencia literaria como tal sería la de los malos escritores que me gustan. Entraríamos en el territorio resbaladizo de lo literario y lo sub-literario. Me quedo con los cuentos de Joyce y no con su esperpéntico Ulises, por demás ilegible e intraducible. Me complace, para escarnio de los entendidos, el soneto caníbal que Baldomero Fernández Romero le tributó a las vísceras.

La Poesía excede toda plantilla o pirotecnia lingüística, por más versátil que fuere: Le urge provocar en el lector un temblor único, metafísico y emocional. Esto es su cualidad asombrosa de tocar al otro y ser al punto tocable. Por ejemplo, el surrealismo explotó las formas lingüísticas careciendo de profundidad. Octavio Paz dejó de ser surrealista por esa razón: Se trata de controlar el caballo para que no se desboque o muera de insolación y agotamiento.

La Poesía accede al creador y éste a su vez se le aproxima. Consiste así nomás en un encuentro amoroso inigualable, configurando el territorio propicio del poema. El encuentro amoroso no es más que buscar y velarla a ella. Eros y ágape que trae consigo la gran fatiga gozosa de la que nos habla San Juan de La Cruz.

Me ha interesado desde mis inicios el culto poético por las formas clásicas y populares como el soneto, la copla, el epigrama, el epitafio e incluso el acróstico tan vilipendiado por el academicismo. Mi compañera de vida María y yo hemos creado, si se quiere, un género de poema breve que denominamos Monedas, en el cual se mezcla el haikú y el pastiche que parte de poetas referenciales como Quevedo.

La métrica uniforme no encarcela al poeta sino que le propone un gran reto creador. Lo denomino el efecto Houdini, el cual consiste en soltarse de las amarras que el poema tiende. En el caso del soneto, se puede decir que es un género blindado y exigente que provoca y reta a todo poeta verdadero. Cortázar considera que este género literario, más que tipología estrófica, no es anacrónico sino ucrónico.

Sucede algo parecido con la rima, otra instancia lúdica y placentera como el juego que seduce a los niños. El llamado estimula al cultor a modificarla, manejarla y recrearla con respeto y goce por el poema. La asonancia, claro está, atenúa el sonido y las voces implícitas en el discurso poético. Lo contemporáneo no se compadece con las modas literarias ni sintoniza compulsivamente con lo actual: Se refiere al espíritu, la cosmovisión y la interpretación del tiempo histórico que le toca vivir al poeta. Yo me considero anacrónico en ese sentido. No priva la novedad de la forma sino la universalidad que convoca a la humanidad. Me gusta el verso libre sin descuido formal ni ampulosidad, pues es susceptible de la inmediatez de su par uniforme y rimado.

Me gusta también la calificación de poeta satírico que se desprende de tu lectura a mi trabajo poético. En un epigrama donde convoco al poeta Quevedo, aclaro que nos diferencia el hecho de que él viva en la Gloria y yo en Valencia.

En cuanto a lo necrológico de mi discurso, no me lamento como en las elegías sino asumo el acto libertario que es aprender a convivir y entregarme a la muerte. En un libro que estoy trabajando, “Cosas de los Páez y otra gente”, me aproximo a mis muertos despojado de toda retórica, porque de lo contrario este diálogo asombroso no sería posible.

 

La Poesía se sostiene, paradójicamente, en lo que hacen los poetas menores.

 

II.- Apreciación de la educación, luego de casi medio siglo en el oficio.

La educación, en mi experiencia, supone hablar placenteramente por los codos, además de su gratificación pecuniaria. Aunque la haya ejercido en medio del caos y la decadencia del sistema educativo en el país. Asumimos su estancamiento con indolente naturalidad, cuando educar malamente es contra-natura.

No hay alumnos malos sino un sistema educativo de pacotilla. La educación pierde su encanto y el rumbo cuando traiciona el diálogo asombroso con el Otro, cediendo terreno a la rutina, el convencionalismo, la burocracia e incluso la pacatería. La esperanza educativa estriba en la exploración lúdica y compartida del conocimiento.

III.- El humor como modo de vida

He trabajado la copla humorística de vertiente popular a través de Marcelino Gil y los raspi-aguinaldos. Que yo sepa, y que me perdone el impostor Rafael Bolívar Coronado, Marcelino es el único heterónimo de carne y hueso que aguarda a la pelona.

También he dedicado mucho tiempo al proyecto de la Gastronomía de la Miseria, muy a pesar que la hiperinflación haya afectado ingredientes como el teretere que antes se regalaban en los mercados pesti-féricos.

El humor es la acción desatada por las fuerzas extrañas, más allá de lo casual. Es un género literario muy exigente. No se puede confundir con la comicidad o mamadera de gallo, pues estremece el entorno al punto de modificar la realidad. En Venezuela escasean los humoristas como Aquiles y Aníbal Nazoa, pero abundan los cómicos [léase politicastros] y los moralistas insignes como Gallegos y Pío Gil.

Ello se debe a que el humorismo, sobre todo el negro, desmonta el poder hasta hacer visible su osamenta de mentiras. Por el contrario, la Poesía es el ejercicio del poder apuntalado en la autenticidad, anatema que sigue escandalizando a los poderes fácticos.

 

IV.- Coleccionar arte en su apartaco – estudio.

La peor colección de cuadros y esculturas posibles, dicho sea de paso y sin mala intención. El buen gusto y la curaduría de mi mujer María y mi hija María Gabriela, quienes han administrado este museo en miniatura. Nos acompaña desde las paredes y otros espacios, desde el mundo atrabiliario de Cristóbal Ruiz, pasando por el rigor geométrico de Rafael Pérez, hasta el derroche poético de José Páez Del Nogal.

 

NO TE PELES EL DES-O-MENAJE A FÁVER PÁEZ ESTE DOMINGO 21/10/2018

 

José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC20

Dejar respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here