El racismo, siendo uno de los prejuicios más comunes e indignos que se presentan en la sociedad humana, principalmente a raíz de la división de clases impuesta en ocasión de la obtención de poder hegemónico, se hizo visible y practicable en América a la llegada de los europeos.
Todo comenzó cuando la sociedad europea fue envuelta en la fe ciega impuesta desde el pensamiento ilustrado en el siglo XVIII; éste, arraigado y simplista, no fue más que el cuento de la historia oficial de una sociedad eurocentrista y colonizadora.
La aparición del continente llamado América, no solo desconocido, si no inexistente de acuerdo a lo concebido desde las infalibles afirmaciones religiosas (el diluvio universal) llevó a un reacomodo teológico que justificaría la preeminencia del llamado primer mundo, es decir, Europa.
Los europeos, concibiéndose como poseedores de un pensamiento esclarecido, se permitieron la osadía de imponer y dominar al mundo; fue de allí donde, tras la falacia de ideas esclarecedoras, construyen la ideología colonizadora que hoy prevalece; no escapando el espíritu supremacista de los blancos europeos sobre los no blancos y no europeos.
El resto del mundo, es decir, los pueblos y territorios asiáticos y africanos primeramente, luego a los de este lado “recién descubierto” teníamos el destino de ser protectorados o colonias y con ello, el racismo propio de ese eurocentrismo blanco.
USA, el racismo y la mentalidad a la llegada de Cristóbal Colón
El racionalismo y el universalismo, una vez diezmadas las poblaciones originarias de América, los blancos colonizadores ingleses, convertidos en independentistas y denominados Estados Unidos, bajo la misma orientación supremacista se plantean, ellos son la América, el resto de la atrasada España, ha de ser naturalmente súbditos.
Este pensamiento ilustrado y universalista aparece como una enorme contradicción, así, proclamándose contrario a las fuerzas retrógradas, construye un orden social y político basado en una racionalidad que propende los viejos privilegios que sustentan del pasado feudal de reyes y absolutismo europeo del siglo XVII.
La visión supremacista de Europa va en todos los órdenes
La flora, la fauna, las aguas y, por supuesto, el hombre – mujer se convirtieron en víctimas de esa ilustración europea; eruditos como Kant, Hume, Buffon y De Pauw, fueron los principales sustentadores del desprecio que desde el siglo XVIII, se impuso en América.
Esta visión totalizante tiene el descaro de mezclar la antropología y la antropología para justificarse en las diferencias físicas, sensoriales y materiales, ubicando a los seres humanos “encontrados” distintos a los europeos por el color de la piel, de allí, la gradualidad humana para imponer jerarquías, es decir, el racismo.
Para los europeos blancos en su visión jerárquica de lo humano conciben cuatro razas: la raza blanca europea o raza modelo / paradigmática, la raza llamada amarilla referida a los hindúes y los chinos de Asia y el Extremo Oriente, luego, bien abajo, los negros africanos, por último, los rojos, que son los indígenas americanos.
En fin, esa determinación de que la raza blanca y europea es superior, les permitió convertirse en el paradigma y el modelo, concibiendo que las otras razas serían humanas en la medida en que se acerquen a ese paradigma, de lo contrario, el racismo controlará cualquier eventualidad.
El control de eventualidades definido desde hace más de 400 años lo vemos a diario tras el asesinato con garrote (rodilla) de George Floyd y los miles de hombres y mujeres que sin jerarquía en Colombia, Honduras, Guatemala, y África, mediante el racismo, corren la misma suerte.
Gustavo Claret VQ. / CiudadVLC