terquedad

Sí, la terquedad es una cualidad del chavismo, y nada tiene que ver con el deseo de «perpetuarse en el poder» como lo banaliza desde hace 20 años el antichavismo local e internacional.

Ya se hablaba de terquedad en La Porfía que sostuvo Florentino ante El Reto del Diablo, ya habíamos sido llamados también a encarnar tercamente esa batalla lejos de lo religioso, Chávez lo definió por allá en 2004 con la simpleza que enmarca una lucha del bien y contra el mal, resulta que para nosotros, políticamente, nunca ha dejado de ser Santa Inés.

Una semana ha pasado ya desde que los venezolanos sintiéramos en la piel los efectos de la más grande agresión contra la vida. Atrás quedó lo imaginado, la advertencia eterna en la voz de Chávez sobre el imperialismo, su poder, sus planes y sus ganas de venir a por nosotros. Esta vez fue real, y ni el intento de evasión más elaborado puede demostrar lo contrario.

 

«Esto tiene que ser esta gente echando vaina», le dije a mi marido cuando pasadas las 10 de la noche la luz no volvió. En el oriente del país -de donde vengo- los apagones son parte de la cotidianidad, nadie se sorprende por la cantidad de horas en que falta la luz eléctrica, pero en la capital no, se nota que «no es normal si se extiende por media hora» y se nota mucho más en la cara de los caraqueños.

 

Ver de lejos lo que pasó

Una semana ha transcurrido, buen tiempo para comenzar a ver desde lejos lo que pasó, medir reacciones, comparar situaciones y calibrar acciones para el próximo golpe. Diversos medios comenzaron a reflejar las vivencias, hay historias, anécdotas, relatos innumerables de familias contando cómo lo vivieron, qué hicieron, cómo lo superaron.

Es precisamente en las cualidades del relato donde yace una diferencia asombrosa, un algo que me llamó mucho la atención y que creo que comienza a definirnos abismalmente, un algo que probablemente siempre estuvo allí y yo no lo vi si no hasta ahora, o es simplemente que en la caída de las máscaras, en el escurrir del velo que usaba el enemigo para disimular sus formas, ha caído también la pose de superioridad política, tolerancia y el «en este país cabemos todos».

Los relatos del chavismo sobre el apagón se superponen a lo tétrico, lo tenebroso de pasar varias noches enteras sin luz, tomó un viraje hacia la resistencia, hacia la necesidad de demostrar valentía, de alentarse ante la agresión, porque estoy convencida de que todo chavista supo inmediatamente que se trataba de otra agresión.

Del otro lado, el antichavismo admite haberse dejado ganar por la angustia, la tensión y la desesperanza. Mientras el opositor promedio se dedicó a mentarle la madre a Maduro por las ventanas, aprovechando el silencio para adiestrar en odio a sus hijos y convidar a media cuadra a hacer lo mismo, el chavista estaba jugando dominó en una mesa alumbrada por un mechuzo hecho de aceite y algodón.

 

La misma guerra que tenemos 20 años enfrentando

En momentos de angustia es muy fácil darle paso a la desesperación, a través del miedo se toman decisiones erradas o con consecuencias terribles a largo plazo, el chavista sabía que era necesario mantener la calma y contagiarla, no porque alguien nos lo dijera, no porque recibimos línea desde el partido o porque somos más arrechos que nadie (aunque sí lo somos) sino porque en los adentros ya está instalada la apuesta permanente por la paz, aunque sea la paz para nosotros algo tan simple como no caer en una confrontación individual con un vecino o un comerciante.

Habría sido muy fácil desbocarse y salir a ser parte de una revuelta o un saqueo contra quien tú sabes que te está jodiendo, pero en esa especie de energía o espiritualidad (llámelo usted como quiera) que ahora nos habita, en esa inteligencia ganada producto de la misma guerra que tenemos 20 años enfrentando, la tranquilidad fue la apuesta… y ganamos.

Una semana ha pasado y aún no termino de leer historias dolorosas de kilómetros andados a pie, de ruleteos por hospitales y clínicas que terminan en un «no nos rendimos», una semana ha pasado y todavía me tropiezo con historias de opositores donde se ensalza a la muerte, donde el terror y la tristeza es el común denominador, donde los solos se descubrieron aún más solos sin la compañía del teléfono celular y las redes sociales, donde una velita no alcanzó para alumbrarles la vida y las ganas de sentarse a echar cuentos con algún vecino.

Creo que este es un triunfo político de la terquedad chavista, creo que en este punto sí somos esencialmente diferentes, como Florentino, no porque no seamos capaces de sentir miedo o desesperación, sino porque tenemos dentro la capacidad para apaciguarlo, pensar en frío y actuar.

Si las características propias y exacerbadas de la muerte no logran imponerse a esa terquedad, tenemos fuerza para 200 años más de pelea, lo aprendimos a los coñazos pero lo aprendimos, eso nos pone por delante de las aspiraciones de Marco Rubio, eso nos sirve para seguir andando hábilmente en este largo camino por la vida, por la posibilidad de sostener la dignidad de un país entero que llega a una semana de la agresión más dura que ha enfrentado, repitiendo el final de esas historias que nos acompañarán siempre: Sí, en esta nos golpearon duro, pero no nos rendimos.

 

 

 

Leer también: Junkies de la traición – Carola Chávez

 

 

 

Marju Alejandra/ @maryuale

1 Comentario

  1. No nos caigamos a mentiras, ellos (los Escuálidos, los Traidores, los Vende patria), mienten descaradamente y no es que son engañados, ellos lo hacen adrede; esto debido a que nunca han tenido vergüenza, se venden (por dinero) al mejor postor, es tal la falta de vergüenza que son capaces de permitir que se les ultraje carnalmente; con tal y les den dinero… Es una actitud que una persona decente, se avergüenza tan solo con enterarse de ese comportamiento; honestamente dan ganas de llorar de la impotencia de no poder ponerle fin a eso de inmediato.

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