Marcos Pérez Jiménez llega a gobernar a Venezuela, tras el golpe de Estado contra el entonces Presidente de la República, Isaías Medina Angarita, el 18 de octubre de 1945. Desde entonces y hasta el 23 de enero de 1958, fue actor directo en la gobernabilidad del país.

Llegó a la presidencia, como parte de la Junta de Gobierno que derrocó a Medina Angarita, su mandato fue dictatorial y finalmente huyó al destierro en enero del 58.

No existe espacio a la duda que en esos 12 años la embajada y el Departamento de Estado, de los Estados Unidos, tuvieron rol protagónico en las decisiones y resultados, en favor de sus intereses políticos y económicos.

 

 

El apoyo del poder imperial

Pérez Jiménez llega entonces al gobierno por designios del poder imperial y huye del país cuando el mismo le informa que ya no cuenta con su apoyo, y le recomienda abandonar la misión.

De esta manera, la historia de América Latina, antes de su emancipación de la corona española, y aún hoy, en la segunda década del siglo XXI, ha estado marcada por las decisiones e imposiciones de los intereses de gobernantes y de las élites de poder de los Estados Unidos.

 

Antes de la primera mitad del siglo XIX, el Libertador Simón Bolívar lo dejó muy en claro“¿…, y los Estados Unidos que parecen destinados por la Providencia para plagar la América de miserias a nombre de la libertad? (Carta de Simón Bolívar al coronel Patricio Campbell, Guayaquil, 5 de agosto de 1829).

 

 

 

 

 

No es cierto que esta sea una profecía cumplida. El Libertador lo había vivido, tenía suficientes elementos de convicción que no eran para profetizar sino que estaban allí, a la vista.

Las dictaduras y dictadores del resto del siglo XIX, en Venezuela y en el resto de América Latina, no estuvieron ajenos al  sello Made in USA.  Mucho menos en todo el siglo XX. Cada país tiene un rosario en su historia, en el que las transnacionales, el Departamento de Estado, sus respectivas embajadas y el aparato ideológico comunicacional, tienen suficientes episodios que contar.

 

Derrocamiento de Gallegos

Pero para entender un poco más, vale la pena recordar varios acontecimientos. Uno de ellos, tiene que ver con el derrocamiento de Rómulo Gallegos el 24 de noviembre de 1948. Las cosas así, asume el poder una junta militar integrada por los militares Carlos Delgado Chalbaud, Marcos Pérez Jiménez y Luis Felipe Llovera Páez. Entonces Washington se dejó ver las costuras.

Existen documentos públicos en los que el presidente de entonces, Harry Truman, se oponía a reconocer a los golpistas, pero contradictoriamente, un sector del Pentágono y de las petroleras, presionaban a favor del Chalbaud, Pérez Jiménez y Llovera Páez.

 

Se hizo presente un ligero enredo, hubo cruce de cartas en la que se afirma que Rómulo Betancourt “era la bandera del comunismo en América Latina y Rómulo Gallegos era su títere”.

 

Con el asesinato de Chalbaud, las condiciones para Pérez Jiménez cambian, hasta que llega el 2 de diciembre de 1952. Así con la bendición imperial, se inicia el gobierno que sucumbirá el 23 de enero de 1958.

 

Presidente provisional

Tras las elecciones de 1952, Pérez Jiménez asume como presidente Provisional de la República, nombrado por una Asamblea Nacional Constituyente. A partir del 2 de diciembre de 1952 asume el gobierno en sustitución de Germán Suárez Flamerich, para posteriormente ser nombrado por la misma asamblea como Presidente para el periodo 1953-1958, el cual inició el 19 de abril de 1953.

El general, como también se le conoce, militar latinoamericano, formado y con notable influencia de la doctrina castrense estadounidense, estaba marcado con una posición anti partido político y posiciones anticomunistas.

Aun cuando fue encaminado por los dictámenes del imperio, nunca escondió cierta postura nacionalista que lo llevó a realizar propuestas de crear un Fondo Monetario Latinoamericano, mal visto por los sectores de poder.

 

Feroz dictadura

El régimen perejimenista se ganó  el “titulo” de dictadura al establecer un gobierno reñido a la más mínima libertad democrática, bestial ataque a la libertad de pensamiento, libertad de prensa y, con ello, una feroz represión.

Las atrocidades cometidas por los órganos policiales y parapoliciales crearon personajes como Pedro Estrada y Manuel Silvio Sanz, vinculados a detenciones, desapariciones, homicidios y torturas a políticos, estudiantes, dirigentes sindicales y hasta representantes de la iglesia católica.

La dictadura perejimenista se afianzó con el respaldo del poder militar y la bendición de las empresas petroleras y de la embajada de los Estados Unidos, sin embargo, el descontento popular que reclamaba libertades políticas se hacía cada vez más fuerte aun cuando la represión también aumentaba su intensidad.

Allí el imperio entendió que la férrea represión había avivado cierto sentimiento de lucha en la calle y en los cuarteles contra el «régimen».

 

Los temores de Washington

Washington le temía a que las luchas populares se hicieran dueñas de la calle y asumieran cierto poder.

Pero el respaldo militar al gobierno comenzó a flaquear a mitad de 1957. La represión también llegó a los cuarteles y con ello el aumento del descontento.

Las organizaciones políticas en la clandestinidad, el Partido Comunista de Venezuela y Acción Democrática, con notable influencia en las comunidades, en los centros de trabajo y de estudio, desarrollaron una intensa movilización que puso al régimen a la defensiva.

 

La Junta Patriótica

Por otro lado, está la Junta Patriótica, presidida por el joven periodista, Fabricio Ojeda, que se convirtió en la punta de lanza política contra la dictadura.

Desde Maracay el intento de la aviación el 1° de enero de 1958, lejos de ser un fracaso, fue el pitazo inicial de los hechos a desencadenarse pocas semanas después.

El régimen estaba caído. Ya en Nueva York se había acordado entre Rómulo Betancourt (AD), Jóvito Villalba (URD), Rafael Caldera y Fuster Dulles, Secretario de Estado Norte-Americano, en el Hotel Waldorf Astoria la concreción de un pacto para establecer un nuevo gobierno.

El pacto recibió la denominación de Punto Fijo (la Quinta de Caldera en Caracas) cuando Villalba, Betancourt y Caldera volvieron a reunirse, luego del 23 de enero, para recordar que en esa estrategia de gobernabilidad no debía incluirse al Partido Comunista.

 

Jóvito Villalba (URD), Rafael Caldera y Fuster Dulles.

 

Fuster Dulles había llevado, días antes, a este trío con el vicepresidente, Richard Nixon, en Washington, para ser informado del pacto. Testigo presencial de esos hechos fue el empresario Eugenio Mendoza.

 

La Junta Patriótica había convocado a una huelga general.

 

“El paro se cumplió a cabalidad y en muchos sitios de Caracas se produjeron enfrentamientos con las fuerzas del gobierno. En la noche del 22, la Marina de Guerra y la Guarnición de Caracas se pronunciaron contra la dictadura; y Pérez Jiménez, privado de todo apoyo en las Fuerzas Armadas, huyó en la madrugada del 23 de enero, rumbo a Santo Domingo”.

 

Concretado pacto de la traición

Pero ese pacto fue la concreción de la traición a las luchas del pueblo contra la dictadura.El Departamento de Estado estaría atento a defender los intereses de las transnacionales, ninguna concesión a las luchas populares.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos puso como condiciones, entre otras, para darle el apoyo total al nuevo gobierno, primera, el desconocimiento de la Junta Patriótica que se había creado el 14 de Junio de 1957 y que era presidida por el periodista Fabricio Ojeda; y segunda, la exclusión del Partido Comunista de Venezuela en ese nuevo gobierno, a pesar de haber sido ese partido, junto al ala izquierda de Acción Democrática, los verdaderos combatientes contra la dictadura. Así se consolidó, una vez más, la traición a los deseos libertarios del pueblo.

 

Ciudad VLC/William Hernández

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