El multimillonario conservador Sebastián Piñera asumió este domingo la presidencia de Chile, luego de recibir el mando de Michelle Bachelet, para iniciar así su segundo período como presidente de Chile.

 

Piñera, de 68 años, fue investido por segunda vez como presidente de Chile en una ceremonia solemne celebrada en la sede del Congreso, en el puerto de Valparaíso. En ambas ocasiones ha recibido la banda presidencial de manos de Bachelet, un deja vú que mantiene en vilo a millones de chilenos por una sencilla razón.

 

Y es que en la primera ocasión en que Piñera gobernó Chile, las políticas económicas de dicho país se basaron en la privatización de los servicios públicos, aumento de tarifas y privatización de la educación y la salud.

 

Además, durante su gobierno las intensas jornadas de represión contra movimientos sociales e indigenistas se multiplicaron de manera exponencial, atacando de manera brutal las manifestaciones populares que luchaban por distintas reivindicaciones sociales.

 

Asimismo, sus vínculos con el pinochetismo y la extrema derecha chilena hacen pensar que la vuelta de prácticas violatorias de los derechos humanos será solo cuestión de tiempo, aunque su predecesora, Michelle Bachelet, tampoco combatió de manera firme este tipo de violaciones y su gobierno tuvo mayor tendencia hacia la derecha que hacia el socialismo.

 

«Sí, juro», dijo con voz firme Piñera cuando el presidente del Senado, el socialista Carlos Montes, le dirigió la pregunta de rigor con la fórmula: «Juráis o prometéis desempeñar fielmente el cargo de presidente de la República, mantener la libertad de la nación, resguardar la Constitución y las Leyes?».

 

Luego del juramento de rigor, la presidenta saliente, Michelle Bachelet, le entregó la banda presidencial a Carlos Montes, quien procedió a colocársela a Piñera.

 

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Sin mayoría en el Congreso

Piñera recibió la banda presidencial de parte de Bachelet, quien le deja un paquete de reformas sociales, algunas aprobadas y otras aún en trámite, con las que intentó borrar los cimientos instalados por la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). 

 

El presidente electo prometió que corregirá estas polémicas reformas tributarias y sociales impulsadas por Bachelet, lo que a todas luces parece ser un nuevo giro hacia el pinochetismo.

 

Pese al contundente respaldo del electorado, Piñera no contará en el Congreso con la sólida mayoría necesaria para llevar adelante sus principales promesas de campaña, por lo que junto a sus ministros deberán demostrar habilidades para tejer alianzas con algunos sectores de la oposición.

 

Ely Reyes/Ciudad VLC

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