Xenofobia

Durante estos días la Xenofobia, han tomado una gran presencia en las redes sociales y medios de comunicación los actos de violencia y rechazo específico contra migrantes venezolanos en Perú.

Los eventos dejan al relieve preocupaciones que no son para desestimar. Se han visto imágenes de autoridades actuando contra ciudadanos venezolanos que presuntamente habían cometido delitos, pero también contra venezolanos en actividades económicas informales u otros en situación económica vulnerable o de calle.

Las reacciones también han tenido lugar contra venezolanos que, sin estar aparentemente incursos en actitudes deshonestas, han sido objeto de vejaciones claras, con trazas de racismo, xenofobia y aporofobia.

En las redes sociales hay una especie de evocación de «la noche de los cristales rotos», una terrible jornada de 1938 en la que facciones nazis desplegaron una cacería de brujas contra el gentilicio judío germano.

Para los venezolanos esto no es del todo nuevo. A inicios de 2019 en Ibarra, Ecuador, un hecho de violencia a cargo de un colombiano nacionalizado venezolano contra una mujer en estado de gestación, detonó turbas que actuaron de manera indiscriminada contra venezolanos residentes en esa ciudad.

Muchos de ellos fueron sacados a golpes de sus residencias y sus objetos incinerados en la vía pública, mientras otros tuvieron que huir en la noche a buscar algún tipo de refugio para evitar ser linchados.

Lima ha sido en las últimas semanas una ciudad donde en las calles se ven grafittis con la frase «Fuera venecos».

También hay un video en redes sociales donde marchistas en horas de la noche exclaman «Maduro escucha, recoge tu basura» y también hay un video donde un militar peruano informa con megáfono a la población de que «las fronteras serán cerradas para que no ingrese ni un miserable venezolano».

¿Estamos en el preámbulo de un gran estallido anti-venezolano en Perú? No podemos predecir exactamente si habrá un choque de tales proporciones, pero estamos ante un semáforo que tiene todas las luces en verde.

Ciñéndonos al hecho de que la migración es una realidad latinoamericana, debemos preguntarnos qué particularidad hay en el hecho de la migración venezolana como para detonar reacciones de este tipo en Perú y otras afines en varios países, pues ni México, ni Colombia, ni Bolivia, ni Ecuador, ni Chile, ni El Salvador, ni Guatemala, ni Honduras, ni el propio Perú, que también han visto enormes cuotas de su población migrando, han visto reacciones de este tipo y con esta magnitud contra sus gentilicios.

Hay particularidades, sin duda alguna.

Algunas explicaciones elementales

El factor de las nuevas tecnologías. A los venezolanos les ha sobrevenido la migración como fenómeno de una manera en que no lo conocían.

El venezolano no es de tradición migrante a gran escala. Precisamente ahora, el fenómeno ocurre en coincidencia con las tecnologías de la comunicación y la información, tal como no le tocó a otros gentilicios.

Son tiempos de «post-verdad», donde un evento se vuelve viral y el manejo exponencial de elementos multimedia ha servido para que en las redes los usuarios consuman y crean casi cualquier cosa, en muchos casos, sacando eventos de contexto.

La consecuencia de ello ha sido el empleo sistemático y ordenado de los contenidos virales sobre venezolanos en el extranjero, en muchos casos de manera estigmatizante. Pero este elemento por sí solo no es suficiente para explicar el fenómeno.

https://twitter.com/EP_Mundo/status/1178501321923682306?s=20

Los países destino. Hablar de Lima, Quito o cualquier otra ciudad de países andinos, es hablar de ciudades compuestas con cuotas grandes de población rural que migró a esas ciudades, es referirnos a un componente étnico y sociocultural no habituado a la migración.

Ni hablar si esta ocurre a cierta escala. Hay un choque de imaginarios que se detona con la presencia venezolana. Pero este ítem tampoco explica el asunto de fondo.

Las actuaciones de venezolanos. Hay venezolanos en el extranjero que se han comportado tal como lo han hecho los millones de colombianos en Venezuela, o los cientos de miles de «cotorros» ecuatorianos en Venezuela, o los cientos de miles de «peruanitos» que están en Venezuela.

Unos bien y otros mal, sin que hubiera hordas de venezolanos persiguiendo colombianos. La percepción visceral, generalizada, estigmatizante, que hay contra venezolanos en Perú, tampoco es únicamente explicada por las reacciones claramente diferenciadas entre algunos y otros venezolanos.

Es decir, a los peruanos les consta que la presencia venezolana que delinque en Perú es mínima frente a todo el gentilicio.

Dichos estos elementos, lo importante ahora es darle justo lugar a estos explicativos catalogándolos de insuficientes, eludir el reduccionismo y ver el asunto de fondo desde una óptica más profunda. Ver el problema como un asunto sociológico y propio de la comunicación política, las narrativas y la psicología de masas.

Algunas explicaciones de fondo

La instrumentación política de la migración. Este proceso yace en buena medida en la exageración de la presencia venezolana. Para muestra el caso colombiano, en el que el presidente Iván Duque ha referido como «inmanejable» la presencia de venezolanos en Colombia.

Recientemente las autoridades de ese país refirieron que 1 millón 400 mil venezolanos estaban en Colombia, pero incluyeron en situación de migrantes a los llamados «pendulares», que son decenas de miles de venezolanos y colombianos que cruzan la frontera para regresar el mismo día o el siguiente.

De igual forma incorporan a los «estacionales», venezolanos o colombianos en Venezuela que visitan a sus familias por meses en ese país. También incluyen en ese número a venezolanos que no migran a Colombia, sino que van de paso rumbo a otros países.

También incluyen a colombianos nativos en Colombia y naturalizados en Venezuela que regresan, y a hijos de colombianos nacidos en Venezuela con la nacionalidad de sus padres.

Una cifra claramente inconsistente, insumo narrativo fundamental para que Colombia suscriba una agenda claramente hostil contra el gobierno de Venezuela.

En todo caso, sea esa cifra creíble o no, asumámosla como «cierta» y preguntémonos por qué en Colombia se habla de una «invasión» venezolana, si Colombia es un país con casi 50 millones de connacionales y la presencia venezolana es apenas menor del 3% de ese total.

La exageración y la desproporcionalidad es un resultado del proceso de instrumentación política de la situación de los propios migrantes.

La hiperpropagandización del «problema venezolano». Haga un ejercicio y piense, vea fotos y videos, durante una semana continua, de un vehículo Chevrolet Aveo color negro.

Puede ser o no un vehículo muy usual; en todo caso, si hace el ejercicio, la semana siguiente verá usted dicha marca y color de vehículo en todas partes, en cada calle.

El mismo proceso de extrapolación ocurre con la presencia venezolana, una vez que fue constantemente referida en una trama de instrumentación política que iba por elevación contra el chavismo, pero que recayó sobre el gentilicio venezolano.

Los venezolanos comenzaron a ser un factor «común» en la vida política de varios países, no sólo por su presencia estadísticamente magnificada, sino por la presencia desproporcionada del caso venezolano en medios y redes, luego de propaganda constante y sonante en medios internacionales y locales, en redes sociales, sobre Venezuela, los problemas de Venezuela y quienes han salido de Venezuela.

El asunto de fondo es propio de la comunicación política. El desgaste continuado del tema «venezolano» fue incluso insumo para la política interna en varios países.

En Perú, Ecuador y Colombia han referido a los migrantes, fallas estructurales en la gestión pública, colapso de servicios y flagelos sociales, también han taponeado las crisis políticas internas y han instrumentalizado la narrativa venezolana como una cortina de humo de uso polivalente. El resultado de ello es que se habla de venezolanos como pan de cada día.

La evolución de las narrativas. A los países destino primero llegaron los venezolanos «perseguidos y refugiados», luego los «necesitados», luego los «harapientos» y seguidamente los «malvivientes» y «maleantes». De esa manera la narrativa ha ido en franca evolución de manera estigmatizante y con claros signos de aporofobia.

Pero el relato migrante ha sido más complejo. Se señaló a los venezolanos, colocándolos en el cenit de la política en los países destino como un insumo portátil de campañas políticas antiizquierda, pero a la vez trasladando a ellos la condición de ser «expresión concreta» del «problema-Venezuela».

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Esto último implica que la narrativa de la «compasión» y «lástima» por los venezolanos en los países destino evolucionó a su señalamiento directo una vez que se explotó la situación de ellos para arengar políticamente. Hay dos ejemplos tristemente memorables.

En 2017, en el afán de aislar a Venezuela y a los venezolanos, Julio Borges siendo presidente del parlamento venezolano aseguró desde Washington que la emigración venezolana se había convertido en un «grave problema social» y una «enfermedad contagiosa» para muchos países vecinos. Así, textual.

Según Borges la migración venezolana había traído problemas como «crimen organizado, militarismo, paramilitarismo, tráfico de drogas y terrorismo» a estos países, por lo que desde esas «razones» Borges pidió a los gobiernos de esos países actuar contra Venezuela.

En mayo de este año el embajador de Colombia ante la OEA, Alejandro Ordóñez, descalificó concretamente a la migración venezolana al indicar que se trataba de una «estrategia» de Maduro para «irradiar» el socialismo.

De esa manera, funcionarios públicos han asumido el señalamiento directo de los migrantes como resultado de una crisis política regional en la que diversos países están participando. Al unísono del bloqueo a Venezuela y el consecuente deterioro de la situación social, la migración es consecuencia y a la vez pretexto para señalar al chavismo en Caracas.

El resultado es convertir a Venezuela en un país de «leprosos» y a sus migrantes también. Irremediablemente, aunque la migración sea principalmente de antichavistas, ellos terminan siendo víctimas de una narrativa que termina estigmatizándolos, colocándolos en la esfera de la opinión pública como un «problema».

Indispensable referir acá las nuevas condiciones migratorias que hay sobre venezolanos, las cuales nunca existieron en otros fenómenos migratorios masivos en la región, como el de Colombia.

Es así luego como la narrativa sobre los venezolanos como «problema» se traslada a la psiquis, a las percepciones y reacciones colectivas y a expensas de ellas se disparan los elementos emocionales del miedo, rabia y odio contra los migrantes. Esto desemboca en la situación actual de exacerbación palpable en Perú.

Una reacción de masas que también se ha visto acelerada por la prensa local, su lenguaje sensacionalista y amarillista y sus constantes referencias a explicar los delitos en la migración venezolana.

Un caldo perfecto de odio potencialmente peligroso para la minoría venezolana en ese país.

El plan político que salió mal

Las constantes referencias a venezolanas como prostitutas, a los venezolanas como ladrones y otros peyorativos y generalizaciones, son resultado de la evolución en las narrativas, que a la vez son resultado de una instrumentación política de la propaganda y de los propios migrantes contra el gobierno venezolano.

El plan político de la crisis humanitaria como mecanismo de presión resultó mal. No cumplió el objetivo de sacar a Maduro y solo aceleró la crisis venezolana, la presión externa, la migración y la narrativa de los venezolanos como centro del relato.

https://twitter.com/jiminpanita/status/1168981045984866304?s=20

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Veamos la magnitud total del resultado de la diatriba entre gobiernos latinoamericanos, luego del declarado fin del ciclo progresista y de cómo gobiernos barbáricos asumieron posiciones a favor de un cerco político y económico a Venezuela, que solo ha agravado la migración.

La inutilidad de gobiernos de varios países con sus connacionales y ahora más aún con respecto a migrantes venezolanos, es la escena patética del enormemente errado plan político de asfixiar a Venezuela.

Para los venezolanos que están hoy en riesgo de linchamiento en Perú, la situación es claramente trágica. Los usaron como telón de fondo para un plan político y ahora han quedado a la deriva y a expensas de riesgos, en medio de propaganda virulenta, bajo el estigma, el señalamiento y detonantes de odio.

Ciudad VLC / Misión Verdad / Franco Vielma

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