UN POEMA SOBRE EL MUNDIAL DE FÚTBOL
Un poema sobre el mundial de fútbol nos muestra la relación dinámica entre el fútbol y la poesía. La literatura le ha cantado al deporte desde los Poemas homéricos y las odas de Píndaro hasta nuestros días. He aquí un curioso texto de Carlos Drummond de Andrade (Itabira, Minas Gerais, 1902-Rio de Janeiro, 1987), una de las grandes voces de la poesía brasileña, referido paradójicamente a la derrota de la selección de su país en la Copa Mundial de Fútbol 1966 realizada en Inglaterra. Como se sabe, el equipo de Brasil fue eliminado en la primera ronda cuando perdió con su similar de Portugal 3 goles a 1. La auriverde venía de ganar consecutivamente los títulos mundiales de Suecia 1958 y Chile 1962, liderada por Pelé y Garrincha. Por lo que este poema es una samba triste pero esperanzadora en la derrota [incluso anticipa el tricampeonato obtenido en México 1970 por la mejor selección de todos los tiempos]. JCDN.
A LOS ATLETAS
Carlos Drummond de Andrade
Los poetas habían compuesto sus odas
para saludar atletas vencedores.
La conquista brillaba entre dos toques.
Era frágil y grácil
hacer de la gloria la sierva de todos nosotros.
Hoy,
manuscritos picados en sollozos
llueven de la terraza lluvia de escarnio.
Pero yo, poeta de la derrota, me levanto
sin revuelta ni llanto
para saludar a los atletas vencidos.
¿Qué importa que hayan perdido?
¿Qué importa el no haber sido?
¿Qué me importa un trofeo por tres veces,
si dos los proveí para sentir,
serpenteante, en el fondo, el malicioso
mercurio de su pérdida en el futuro?
¿Es preciso insultar al Gordo y al Flaco?
¿Y el médico y el entrenador y el masajista?
¿Qué vil tristeza es esa
de dispersarse en rencor, y no en canto
al capricho de los dioses y del balón
que brinca en el engramado
en continua promesa
y que hizo un ángel y hace un ogro de Feola?
Ni valía haber ganado
la esquiva Copa
y dar la vuelta olímpica en el estadio
si fuese para tenerla en nuestro estante
eternamente joya de familia
a inscribir en el inventario
en la columna de mitos y vajillas
que a la vecindad humilla,
cuando la copa tiene asas, y, volando
en el juego libre y siempre nuevo que se aprende,
en este y aquél se va derramando.
Oh, mi rubio canario,
persiste en ese trino
tanto más dulce cuanto más tranquilo
donde estuviera Bellini o Jairzinho,
el ingenioso Tostao, el eterno Djalma Santos,
y Pelé y Gilmar,
cualquiera de los que en Inglaterra conocieran
después de la hora gloriosa
la hora dura del deporte,
sin la cual no hay premio que conforte,
pues perder es tocar alguna cosa
más allá de la victoria, es encontrarse
en aquel punto donde comienza todo
a nacer de lo perdido, lentamente.
Canta, canta, canario,
la suerte echada entre
el laboratorio de errores
y el laberinto de sorpresas,
canta el conocimiento del límite,
la madura experiencia de brotar de la rota esperanza.
Ni héroes argivos ni parias,
vuelven los hombres – estropeados
pero lúcidos, en la justa dimensión.
Souvenirs en el equipaje mixturados:
el día-sí, el día-no.
El día-no completa el día-sí
en la medalla perfecta. Hoy completos
son los atletas que saludo:
en las manos vacías ellos traen todo
lo que dobla la fortaleza del alma fuerte.
[24-7-1966]
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Traducción de José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC