UNA CUMBRE BORRASCOSA DE PODER

Una cumbre borrascosa de Poder es una reseña crítica a la película “La Cordillera” (2017) de Santiago Mitre. JCDN.

Afiche de la película

Ficha Técnica:          

Dirección: Santiago Mitre. Guión: Santiago Mitre y Mariano Llinás. Fotografía: Javier Julia. Montaje: Nicolás Goldbart. Música: Alberto Iglesias. Coproducción franco-española. Elenco: Ricardo Darín (Hernán Blanco), Dolores Fonzi (Marina Blanco), Leonardo Blanco (Oliveira Petre), Erica Rivas (Luisa Cordero), Paulina García (Paula Scherson) y Christian Slater (enviado del departamento de estado norteamericano).

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El cine argentino ha cogido mucho brío como un toro de Tarapío, pues además de referentes contemporáneos como el maravilloso Adolfo Aristarain (Un lugar en el mundo, Lugares Comunes y Tiempo de Revancha con el inolvidable actor Federico Luppi) y el muy buen orfebre Juan José Campanella (El secreto de sus ojos y Luna de Avellaneda con el gran Ricardo Darín), tenemos a los más jóvenes Damián Szifrón (Relatos Salvajes del 2014, también con Darín) y Santiago Mitre. De Mitre acabamos de ver la muy interesante y enigmática “La Cordillera”. Todavía no hemos visto sus dos filmes anteriores, El estudiante (2011) y Paulina o la patota (2015), las cuales según nuestras lecturas están referidas a la problemática política y ética en nuestro tiempo convulso.

“La Cordillera” es un gran ejercicio del thriller político, policial y psicológico, lo cual va con la fusión de géneros en la obra artística. Afortunadamente, no intenta una vana y mediática fotocopia de la realidad del continente: La cumbre de presidentes en Chile allí tratada, no cuenta con un desencaminado Lenin Moreno ni con un esperpéntico Jair Bolsonaro, mucho menos el vacacionista frecuente e indolente de Mauricio Macri. Tampoco se remeda a los mandatarios socialistas de Cuba, Nicaragua y Venezuela. Sin embargo, plantea una visión desesperanzada del ajedrez político, sin dejar por fuera el contexto personal de los personajes atados a la tenencia del Poder.

La locación de la cumbre presidencial en ese Gran Hotel de los Andes, nos retrotrae la atmósfera opresiva en la de “El Resplandor” de Kubrick, por supuesto, con motivos y situaciones muy diferentes. Ello gracias a la conjunción extraordinaria de la incisiva fotografía y el cuidadoso montaje. La masa de dignatarios y sus cortes, se dispersa por los pasillos, bares y habitaciones cuasi vacíos a la hora de las intenciones inconfesables y los conflictos de intereses. La arquitectónica de la película, por demás espléndida, no sé por qué nos remite al nido de águila hitleriano: Su apariencia imponente y monumental acoge y esparce el poder desde la cima hasta el valle. La pluralidad de partidos en democracia convencional, no difiere gran cosa de los gobiernos autoritarios, pues es tan sólo asunto del barniz: Como dice Canetti, las masas son cautivadas y explotadas por un liderazgo rapaz en el juego múltiple de la sobrevivencia, sin duda, “la situación central del poder. Sobrevivir no es sólo un hecho despiadado, es también algo concreto; una situación perfectamente delimitada e inconfundible”.

El presidente de Argentina, Hernán Blanco, acude a su primera cumbre de dignatarios sudamericanos. Este personaje, apocado en un principio, se va transformando en agente y catalizador de la ola política que sacudiría dicho cónclave.

El político emergente y no muy carismático es susceptible de manipular un auditorio de élite o de calle, claro está, con la venia del poder fáctico internacional. Sólo que el éxito del politicastro vendido al mejor postor, se ensombrece en la disfuncionalidad de la intimidad familiar. El duelo entre Hernán y su hija Marina es inmisericorde: Media no sólo el despropósito de afinidad emocional sino incluso lo político. El esposo de ella se encuentra incurso en un escándalo de corrupción que afectaría la carrera política de su padre. A tal respecto, las interpretaciones de Ricardo Darín y Dolores Fonzi nos muestran con maestría la tensión entre padre e hija. Asimismo, Érica Rivas sobresale en su rol de secretaria presidencial sumisa y solícita.

Como se verá más adelante, el desapercibido presidente argentino no será un mero peón en el tablero político internacional, sino un hábil y cínico protagonista del (des)encuentro de líderes latinoamericanos. Se deshace del complaciente presidente de México, respecto a su vecino norteamericano, y pulveriza como quien no quiere la cosa al insurgente y expansionista de Brasil, Oliveira Prete, con su afán integracionista anti-yanqui.

De izquierda a derecha: Santiago Mitre, Érica Rivas, Ricardo Darín y Dolores Fonzi

Asimismo, nuestro director sugiere y no explica hasta el cansancio la evolución mefistofélica del personaje protagonista: Corazón depredador en la casa y fuera de ella. Se trata de la inversión del adagio evangélico de ser fiel en lo poco y en lo mucho. El papá Hernán, a la luz enceguecedora de una perturbada Marina, es el homicida intelectual y cruel de su propio esposo para mantener su prestigio político-social. Mientras que el presidente Blanco hace trizas los intereses ajenos de clase –progresistas o conservadores- para su beneficio y enriquecimiento personal (no importa si los gringos le pagaran dos o cinco mil millones de dólares por su complicidad ligada al negocio petrolero).

Revisando de nuevo el ensayo de Elías Canetti sobre el “Poder y supervivencia”, pudiéramos forjarnos nuestra propia hipótesis de este caso de envilecimiento personal y político. Quizás más aterradora que cualquier otra: Tragarse a los oponentes para acrecentar la detentación y, peor aún, la encarnación y la sobrevivencia «milenaria» del poder tanto en la familia como en la nación y el continente. Nuestro escritor favorito es mucho más contundente en el Decir argumentativo desprovisto de retórica: “El terror que este poder está llamado a suscitar y al que de verdad aspira, depende de la mayor o menor cantidad de víctimas”. El entorno familiar standard y el referido al Estado, nos ofrecen ejemplos deplorables y desalentadores.

Por tal razón, esta obra cinematográfica puede movernos no sólo a la reflexión sino a una acción mancomunada para salir del Infierno que imponen los inquisidores y operadores políticos pervertidos.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad Valencia

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