Fue en la fiesta de carnaval del preescolar de mi hija cuando conocí a la maestra Laura Sofía.

 

Luego de hacerle algunas fotos a mi niña, la maestra Laura me pidió que fotografiara a todos los niños con sus disfraces y que, los padres me pagarían por ese trabajo, razón por la que intercambiamos números telefónicos.

 

Laura era una mujer hermosa, blanca, delgada, una brillante cabellera negra, provocativos senos turgentes y pecosos con pezones rosados puntiagudos que daban la impresión que romperían su brassier y la transparente blusa de seda que cargaba ese día.

 

Llegó un mensaje a mi celular. Era ella, preguntándome qué hacía y que no entendía por qué razón pensaba en mí… Me excité enseguida. Comencé a morbosear con ella hasta lograr que se masturbara.

 

Luego de ese escarceo erótico virtual decidimos vernos al día siguiente para acribillar esas ganas…

 

El sábado en la mañana me pasó buscando por La Isabelica. Al llegar se bajó del carro y me dio la llave para que manejara y me dijo que quería ir a Puerto Cabello… Y ni corto ni perezozo, agarramos carretera.

 

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Al pasar el peaje de Bárbula, sin mediar palabras, me desabotonó el pantalón, bajó el cierre y sacó mi pene… Por supuesto la excitación fue inmediata. Empezó a masturbarme mientras me besaba y mordía mi cuello. La tensión era fuerte y tuve que controlar a Laurita… Manejar teniendo sexo es divino, pero peligroso, y mucho más bajando por la autopista a Puerto Cabello con las gandolas pidiendo paso…

 

Llegamos a un hotelucho. Nuestras manos se movían al ritmo de nuestras lenguas. Sujeté sus nalgas con fuerza y presioné a Laura contra mí. Levanté su falda y en el fragor del beso mojado enganché el hilo dental logrando hacerlo a un lado para introducir mi dedo en su entrada trasera. Laura estaba sobreexcitada. Comenzó a gemir mientras hurgaba con mi dedo dentro de ella.

 

Se desprendió de mí para arrodillarse y hacerme una felación con tal maestría que podía competir con una actriz porno. Luego de un rato se puso en “cuatro uñas” (como decimos los jodedores) en la orilla de la cama y me pidió que la penetrara con fuerza. Sequé su exceso de humedad vaginal con la sábana y la penetré bruscamente.

 

Al tiempo que lamía su clítoris y absorbía sus flujos, introduje los tres dedos centrales en su vagina y el dedo meñique en su ano. Sus  gritos deben haberse oído en Isla Larga. Finalmente me ordenó de manera vulgar (ustedes saben…) que la penetrara analmente, orden que acaté al instante (jamás desobedezca a una mujer excitada).

Confesiones de liguero/Zona Clímax/Ciudad VLC

 

Confesiones de liguero: «La calcula penes»

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