BIOGRAFÍAS PORTÁTILES (17): EUGENIO MONTEJO

Biografías Portátiles (17): Eugenio Montejo se refiere a este poeta vinculado a Valencia y su universidad. JCDN.

El poeta y ensayista Eugenio Montejo

Eugenio Montejo (Caracas, 1938 – Valencia, 2008). Poeta y ensayista vinculado a la Universidad de Carabobo, acreedor del premio internacional Octavio Paz en ambos géneros el año 2004. Fundador de la revista “Poesía” de la UC. Además de su labor literaria y de promoción artística, desarrolló actividades diplomáticas como agregado cultural en la embajada de Venezuela en Portugal. En el año 2001, se publica “Tiempo Transfigurado” (Antología Poética)”, bajo la curaduría del propio poeta y el sello de Ediciones Poesía, Dirección de Cultura de la Universidad de Carabobo.

Esta es una pertinente selección personal que cubre los poemarios “Élegos” (1968), “Muerte y memoria” (1972), “Algunas palabras” (1976), “Terredad” (1978), “Trópico absoluto” (1983), “Alfabeto del mundo” (1988), “Adiós al siglo XX” (1992), “Partitura de la cigarra” (1999), además de los diez sonetos de Tomás Linden, uno de sus más curiosos heterónimos.

LEE «ELEGOS» PRIMER POEMARIO DE EUGENIO MONTEJO

Portada de la Antología poética publicada por la editorial El otro, el mismo de Mérida

Para un mayor disfrute de la lectura en red, se sugiere acompañarlo con los ensayos que los escritores -radicados en Valencia- Juan Medina Figueredo [“La Terredad de Orfeo”, 1997] y Orlando Chirinos [“Eugenio Montejo: La vocación romántica del poema”, 2005] aportaron de guisa muy significativa a la discusión crítica de su notable obra poética.

En las líneas introductorias de este corte poético y vital, Montejo alega en favor de la Poesía que además de “melodioso ajedrez que jugamos con Dios en solitario”, esta manifestación humanística constituye la última religión [en tanto modo de vida] susceptible de abrazar en estos tiempos convulsos.

Se observa la transparencia de la expresión lírica enraizada en un espíritu neo-romántico enriquecedor, el cual se palpa en la atmósfera colindante con la nostalgia hispanoamericana y la saudade portuguesa. Por supuesto, en un registro diferente del post-romanticismo de corte surrealista que reelabora el mundo con convicción, claridad, duda y confesa fragilidad existencial.

No hay una vocación por el texto parricida e iconoclasta, pues la disconformidad con el entorno fluye en el diálogo con los poemas padres [desde los cantos homéricos hasta las propuestas corales de Pessoa o cíclicas de Cavafis]. Se revisita a los clásicos para considerarlos compañeros contemporáneos de ruta.

LEE «TERREDAD» POEMARIO DE EUGENIO MONTEJO

Primera compilación de los ensayos de Eugenio Montejo publicada por la Universidad de Carabobo

La custodia de la literatura clásica, de la que nos hablaba Elías Canetti, se realiza a través de una lectura cómplice, aguda y moderna: “Por esta calle se va a Ítaca / y en su rumor de voces, pasos, sombras, / cualquier hombre es Ulises”. La Poesía se nos vuelve herramienta humanista, multiusos y renovada: El discurso romántico auténtico, no el deshilachado ni el almibarado, se vale de diversos recursos como el Bestiario, la interiorización del paisaje, la intertextualidad y lo transgenérico para intervenir su propia cartografía entusiasta y paradójica del mundo.

Un poema como “Tiempo Transfigurado”, encarna el indicio que nos conduce a una conciliación posible entre lo histórico y un tiempo circular, mítico y elástico [vale tanto la verdad cotidiana revelada a Cristo y el profeta Elías, como el balbuceo obnubilado de Pedro en la centrífuga que los transfigura en el poema].

El poeta Eugenio Montejo

Incluso textos poéticos como “Una fotografía de 1948” y “Práctica del mundo” se suscriben a una poética del Decir, exteriorista, conversada y crítica: En el primero, alude a una descarriada República del Rey Petróleo [“Queda el mismo país siempre soleado / de feraces paisajes, veloz música, / minas, planicies y petróleo, / país de amada sangre en nuestras venas, / que no termina de enterrar a Gómez”]; mientras que el segundo implica una escritura despojada e inmediata [“Escribe claro, Dios no tiene anteojos”].

En este caso, el Ars Poética no falla en un manifiesto presuntuoso de principios estéticos del oficio, por el contrario se asoma en el poema como substrato asombroso por compartir: El Bestiario que es “La araña veloz” teje su trama con denuedo e impunidad, “Mis libros, esta lámpara, los cuadros, / lo que soy, lo que he sido, el humo del patio, / mi muerte tácita, mis ojos / y los ojos que lleguen a leerme / estamos pendiendo de sus hilos”.

La armonía en la cadencia y la melodía funde la emotividad, la contradicción interior y lo fragmentario en la palabra rigurosa pero bien dicha de este gentilhombre.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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