CUARTILLA FICTICIA SOBRE UN CUENTO POR ESCRIBIR

José Carlos De Nóbrega

Cuartilla ficticia sobre un cuento por escribir es un relato breve de José Carlos De Nóbrega para el suplemento Dame Letra del Diario Ciudad Valencia. JCDN.

Fáver Páez

Pedro Crespo le había notificado por teléfono a Fáver Páez la muerte del Comisario cultural de Valencia de San Desiderio. Luego de colgar, Fáver con no poca angustia me lo comunicó de inmediato. Sin reparar lo prendidos que estábamos, nos fuimos en su minivan púrpura a la Funeraria “Cristo Rey”, acompañados –eso sí- de una de whisky barato que sin embargo quema el gaznate. Íngrimos y perdidos en la noche lóbrega, dimos un sinnúmero de vueltas por las mismas calles. Incluso nos dimos el lujo de picar cauchos en el Gran Premio de la Muerte de Valencia del Rey: Derrotamos en dos horas clavadas a las carrozas fúnebres de las Escuderías Cristo Rey y Superior, además de un Mercedes Tiburón rojo, los cuales mordieron polvo cósmico. Sólo la lengua etílica, inútil y enrevesada de ambos, modificaba el paisaje decadente de la urbe como si se tratara de un Ur-texto indigno del patriarca Abraham. El motor de la minivan escupía raspi-aguinaldos, poema-los y soneta-los para beneplácito de los poetas menores que no padecieran del enanismo del Ego. Estuvimos a punto de atropellar una comparsa de poetas profanadores de urna como José Gregorio Medina, Quevedo, Rubén Darío, Edgar Allan Poe, Orfeo el feo, Marcelino Gil y pare usted de contar. Ni siquiera nos dimos cuenta que el poeta Burgos nos pedía una cola para el Hotel Le París, donde tenía que agasajar a Tania, Rafael Simón Hurtado y Lenin Sánchez con un picadillo llanero a cambio de una máquina traganíqueles que canta. No sabíamos qué demonios hacía Juan Pérez Jiménez paseando a medianoche unos caballos de Michelena ataviados de fuegos fatuos. El profesor y súper-rector Luis Enrique Vizcaya pontificaba la elegancia de sus trajes marrones a su descreído tocayo Luis Arráez en la Plaza de Los Sauces, durante una puesta apóstata en escena del pintor Carlos Zerpa. Nos detuvo en la Avenida Bolívar el poeta Alejandro Oliveros para cuadrar con Fáver un debate gastronómico sobrenatural en la Galería Braulio Salazar, pero contando con la ausencia de los hermanos Rodríguez, no el trío romántico de músicos sino los malos curadores que no curan ni un sartén. Llegamos por fin a la funeraria desolada. La urna contentiva del Comisario estaba cerrada. A pedido de Fáver la abrí tirando con estrépito la cruz de papel marché de colores fríos. Minutos después que el poeta vio el rostro pálido del finado, nos dirigimos al cafetín donde conversamos con familiares y burócratas allegados de pretensiones poéticas. Nos despedimos ante la esperpéntica Torre Da Vinci hasta un próximo encuentro. Una semana después, Fáver me informó que el Comisario como la mala hierba nunca muere. Se trataba del poeta Orfeo Orfeo, asesinado por una periodista feminista ofendida. La fémina mató al vate con su propia medicina: Un bate de aluminio José Altuve slugger. Nuestra anécdota fue la comidilla en el Rectorado al igual que sus iguanas extinguidas en el cafetín por órdenes de la Rectora, Doña Bárbara de la Autoayuda quien aborrece los cantos de ordeño. Paseándome hoy por el mercado pestí-férico en procura de los ingredientes para componer un platillo de la Gastronomía de la Miseria, comprendo una cosa esencial: el inconveniente de las malas compañías con poetas que rebasan por el hombrillo y no por la Cosmo-pista de la Gloria literaria. Por eso estamos como estamos y nos va como nos va. VLC, Domingo 21/10/2018.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

 

 

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