Julio Cortázar: 35 años después es una glosa que conmemora la partida física y el vuelo eterno de este juvenil cronopio. JCDN.

El cronopio mayor Julio Cortázar

1.- La literatura no es más que el afán lúdico de transfigurar lo real. Julio Cortázar (26 de agosto de 1914-12 de febrero de 1984) posee el encanto y la ternura gatuna que nos substrae del mundo rutinario y reseco, sin la estridencia de trompetas apocalípticas, cada vez que revisitamos sus magníficos cuentos.

“Silvia” es un durazno dorado y concupiscente que opaca el entorno para a su vez reinventarlo con impune Poesía: la púber es proyectada por el imaginario infantil, el ardor libidinoso de Fernando y la indiferencia de los adultos atareados con la parrillada. La irrupción fantástica atenúa la soledad lánguida del narrador protagonista y roe los cimientos de barro de la realidad cartesiana y economicista.

En “Después del almuerzo”, no importa si el adolescente pasea un perro salvaje o al loco de la casa, sino la deconstrucción de la abúlica cotidianidad en el milagro de la Palabra asombrosa: La culpabilidad deja de ser una categoría socio-religiosa para convertirse en metáfora perfecta, una otoñal hoja seca que escondida en el pañuelo te rasguña la cara.

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2.- El acto escritural propende a abordar lo real desde ópticas inéditas. Jorge Luis Borges, paradójicamente, no sólo le publicó a Cortázar su primer cuento, sino que también nos advirtió que resumir el argumento de sus textos implicaría escamotear su preciosura.

Efectivamente, “Casa Tomada” fusiona la rutinaria convivencia de la pareja de hermanos con la fantasía persecutoria que trastorna esa muy humana arquitectónica colonial, estéril y de chispazos incestuosos. El tiempo monocorde es tejido y destejido por Irene, para luego ser sacudido por los anónimos invasores. La ironía o falsificación piadosa del final es magistral: “cerré bien la puerta de entrada y tiré la llave a la alcantarilla. No fuese que a algún pobre diablo se le ocurriera robar y se metiera en la casa, a esa hora y con la casa tomada”.

“Carta a una señorita en París” es uno de nuestros cuentos epistolares preferidos: Los once conejitos vomitados por el protagonista, alteran la arquitectónica sutil y femenina del apartamento de la calle Suipacha para consternación del atribulado remitente. Nos pareció un poema en prosa que devino en crónica negra, pues un gato montés regurgitó ovillos peludos y sangrientos de las tiernas bestias y la cachifa indiscreta. No en balde los gritos de conejos en círculo de adoración, Saturno devora a sus hijos para esparcirlos en una calle ciega bonaerense.

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3.- La voz narrativa es contingente: legión dispar de cucarachas arrastrándose debajo de la alfombra. “El Perseguidor”, más allá de considerarlo cuento largo o noveleta, constituye un pieza excelente digna de devoto reencuentro. Quizás su lectura hubiera hecho posible que el film “Bird” de Clint Eastwood trascendiera el anecdotario muy sentido y la admiración melómana, ello en virtud de sus atmósferas múltiples, esquizoides y enriquecedoras que toman como pretexto la biografía de Charlie Parker. Al contrario que su narrador protagonista, el crítico de jazz Bruno, Cortázar no traduce en una voz autorizada la música de este gigante del siglo XX, sino más bien desarrolla una profunda inquisición metafísica del tiempo en la clave lírica, áspera y contingente del Be bop. El consciente y el inconsciente captan y viven el tiempo histórico desdiciendo lo convencional y la uniforme oscilación del péndulo: “Esto lo estoy tocando mañana” en el grito de Carter que sigue a una maravillosa improvisación inédita de saxofón, supone no sólo una ruptura temporal sino también de la sintaxis musical y literaria tradicionales. Por lo tanto, la Vanguardia estética es huracán parricida que desgaja y desparrama etiquetas y categorías carentes de vida. El duelo nocturno entre la creación artística [Johnny Carter] y la crítica especializada [Bruno], se presenta en sus implicaciones estéticas, socio-económicas y humanas con un salero agridulce. La biografía escrita por Bruno no le hace justicia ni alcanza el mundo alucinado y doloroso de Jhonny, no obstante la entrañable amistad entre ambos: Fracasa en complacer las veleidades intelectuales y, sobre todo, los inflexibles filtros del mercado editorial. Nota necrológica y fotografía alusiva mediantes que completan el producto final.

En el apartamento tipo estudio donde vomitó conejitos en el cuento «Carta a una señorita en París»

4.- La voz narrativa se focaliza en diversos personajes, al punto de doblegar la arrogancia en la vindicación del asombro. “Axolotl”, otro bestiario cortazariano memorable que inspiró la bachata “Burbujas de Amor” de Juan Luis Guerra, nos seduce en su juego o contrapunteo de voces que recrea una licantropía acuática [¿clínica o fantástica?] y, si se quiere, en cautiverio. La mirada golosa del curioso espectador es cautivada y engullida por los ojos dorados e inexpresivos de los ajolotes enclaustrados en la pecera. Sólo es posible fundir la realidad y la fantasía –terroristas de por sí- en la fragilidad misma de la escritura: “Y en esta soledad final, a la que él ya no vuelve, me consuela pensar que acaso va a escribir sobre nosotros, creyendo imaginar un cuento va escribir todo esto sobre los axolotl”.

En el caso de “La Noche Boca Arriba”, se establece un pasadizo imperceptible que ata la Guerra Florida entre aztecas y motecas con el presente histórico de megalópolis como Ciudad de México, Buenos Aires o Caracas. Sólo que en el marco movible de la modorra y la ensoñación profunda. “La Autopista del Sur” no es la crónica hiperrealista de un embotellamiento vehicular en dirección a París, sino la configuración lúdica y libertaria de una Comuna revisitada y posible que raya en la más elaborada de las parodias.

5.- ¿Para qué se escribe? Responde Julio: Para que el amor se haga dueño y señor de la erizada espina dorsal. Yo me estuve quieto, fumándome un rubio sin apuro, mirándolo ir y venir sabiendo que perdía su tiempo, que volvería agobiado y sediento sin haber encontrado las puertas del cielo entre ese humo y esa gente. Las Puertas del Cielo, Julio Cortázar. Tal es el final del cuento que siempre quisimos escribir: El perfecto triángulo afectivo de Celina, Mauro y Marcelo, tanto terrenal como de ultratumba (sin que el abismo terrible de las clases sociales afecte o condicione su lánguida humanidad). La milonga o taguara es Hades recreado que nos arrebata a Celina en una composición que va del impresionismo al estertor expresionista. Y nosotros de este lado, acompañando a Mauro y Marcelo en su desquiciada tribulación, cobayos capturados en la «Silogística perfecta del humilde» con sus fichas y remates. La espiritualidad no estriba en la beatitud convulsa, ni en el flagelo sadomasoquista. Por el contrario, es Amor ardiente y fraterno a ras del suelo que nos conforta y reconcilia con la vida.

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José Carlos De Nóbrega / Ciudad VLC

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