Doble y astringente sorpresa se llevaron la derecha doméstica y la ajena con Nicolás Maduro en la Organización de las Naciones Unidas. La presencia del presidente venezolano en Nueva York las desacomodó, pues habían apostado dólares contra petros que no asistiría. El segundo impacto como gancho al páncreas se lo provocó el discurso sereno y firme, conceptual y valiente, digno y latinoamericanista que se disparó sobrado el conductor de metrobús.

No se es canciller de Chávez por seis años impunemente. Eso marca y deja su background, qué se creen. Pero la oposición morirá subestimando a los demás. De allí que viva permanentemente de sorpresa en sorpresa, como un Pedro Navaja académico y echón. Si el discurso de Nicolás Maduro fue excelente, al compararlo con las indignas y mediocres intervenciones de Temer y los mandatarios de Perú y Ecuador cuyos nombres se olvidan, alcanza niveles de magnificencia. Y sigue subiendo en el ranking diplomático ante las fanfarronerías cantineras y nucleares de Donald Trump.

 

Roberto Malaver encontró un método eficaz para convertirse en un preclaro conferencista. Para cada foro que lo invitaban, ponía como condición que incluyeran a un docente atolondrado e incoherente amigo suyo. Además, exigía hablar después de su Sancho Panza. Una vez que el auditorio había sufrido los disparates de Sánchez (su apellido es otro), Malaver deslumbraba sin mayores esfuerzos. Hasta los académicos más exigentes murmuraban: ¡Es un tribuno! ¡Qué hijo se gasta Tacarigua!

 

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Pero cuidado, el presidente Maduro no llevó al peligrosamente descocado Trump, al balbuceante dictador Temer, ni a los desconocidos y grises gobernantes de Perú y Ecuador, para luego salir al ruedo a cosechar aplausos y hurras. La providencia se los deparó, como el altísimo nos deparó la oposición que tenemos. “Es lo que hay”, resigna siempre Ramos Allup. Más allá de estas circunstancias, los venezolanos y latinoamericanos nos sentimos bien representados y orgullosos del corajudo y excelente discurso del presidente Nicolás Maduro en la Asamblea General de las Naciones Unidas. Vale.

 

 

Ciudad VLC/Earle Herrera

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